Me acuerdo, deJoe Brainard

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Hay libros que, en su aparente simplicidad, parecen abrir puertas y ventanas a la imaginación literaria desde ángulos casi imposibles de prever. Libros provenientes de los márgenes, de las fronteras. El caso del artista norteamericano Joe Brainard es, en este sentido, ejemplar. Me acuerdo, publicado originalmente en 1970, es una colección de frases, recuerdos, imágenes que nos ofrecen un extraordinario panorama compuesto de párrafos de diversa extensión y que en su totalidad adquieren la cualidad de un autorretrato verbal. Cada párrafo comienza con la frase “Me acuerdo”, y a partir de ahí el autor desovilla desde apuntes triviales hasta reflexiones que adquieren la cualidad del aforismo. Brainard (Arkansas, 1942-Nueva York, 1994) fue ante todo un artista plástico y, sin embargo, su libro, si bien puede considerarse como las memorias de un artista que recuerda su infancia y adolescencia hacia mediados del siglo XX, tiene ese desenfado y originalidad característicos de cierta literatura norteamericana. Los alcances del libro trascienden las fronteras lingüísticas hasta el punto de que Georges Perec hizo un homenaje a Brainard en su obra Je me souviens. Al leer el libro uno se siente tentado a continuar su experimento y elaborar una versión personal.

Acaso exagero, pero pienso que el libro de Brainard dialoga en cierta forma con En busca del tiempo perdido. La prosa ondulante de Proust se enfrenta aquí a frases simples, concisas, coloquiales que rememoran la vida infantil y adolescente. Si el universo encantado de Proust aparece gracias a la demorada descripción de sus personajes y escenas, el de Brainard resulta una suerte de álbum de instantáneas verbales.

Pese a que se trata de un libro de memorias, este no se desarrolla en el tiempo sino en el espacio. La totalidad del texto está contenida en cada fragmento siguiendo una lógica fractal antes que narrativa.

Pero también se trata de un libro potente de otra manera. La tortuosa búsqueda de la propia identidad, en la que la homosexualidad del autor aparece en algunos fragmentos, conforman una obra mucho más profunda. Ciertos elementos, como los recuerdos de Marilyn Monroe, los mocasines con borlas de Liberace, o la memorabilia del cine de su época, podrían ubicar al libro como una suerte de obra de arte pop con algunos rescoldos de lo mejor de la generación beat. El genio de Brainard reside en la simplicidad de su estrategia verbal. Se trata al mismo tiempo de un libro abierto, cuyo final es imposible por inacabable. El lector se enfrenta a Me acuerdo como un interlocutor que se asoma a una serie de imágenes, frases y pensamientos sin final ni principio, de modo que el libro puede leerse a partir de cualquier página. Polaroids del fluir heracliteano. El tiempo sigue, la memoria no cesa. No estamos lejos, tampoco, de algunos textos beckettianos, sobre todo los más aparentemente autobiográficos, como First Love. En su famoso ensayo sobre Proust, Beckett sugiere que la memoria está determinada por el hábito. En los fragmentos más íntimos de Me acuerdo, encontramos esta extraña característica de la memoria.

Me acuerdo dialoga también con la escritura automática y la música aleatoria. Algo de la música de John Cage aparece en el trabajo de Brainard, pese a su aparente sensibilidad naïve, patente sobre todo en su obra plástica. El puente que une al músico y al artista-escritor es la ironía: Brainard se observa y se ríe de sí mismo: “Me acuerdo de preguntarme si tenía ‘pinta de gay’.” O esta otra: “Me acuerdo de cuando, en el instituto, tenía la costumbre de meterme un calcetín en los calzoncillos.”

Otra de las influencias evidentes es el jazz: podemos escuchar las variaciones de un Charlie Parker, John Coltrane o Miles Davis. Como ellos, Brainard va desovillando temas y variaciones, cambios de tono, disonancias.

En la contraportada de la edición de Sexto Piso leemos este comentario de Paul Auster: “Los libros supuestamente importantes de nuestro tiempo serán olvidados uno tras otro, pero la pequeña y modesta joya de Joe Brainard perdurará.” ¿Cuántas “novelas americanas” ceden en sus intentos omnicomprensivos frente a esta obra maestra del minimalismo literario? Pero sería muy arriesgado catalogar a Me acuerdo como una novela. Se trata de una obra inclasificable cuyos lectores se encuentran en el futuro. En cierta forma recuerda esas cajas de notas que Duchamp acumulaba mientras iba pintando su Gran Vidrio o sus Étant donnés. Fragmentos crípticos, pedacería verbal que en conjunto abarcan una estética.

¿Se puede hablar de un estilo en este libro? Frases cortas, imágenes concretas, claves que se encuentran fuera del libro (en las películas, en la música popular, en las asociaciones libres) marcarían el estilo de Brainard. Pero por suerte el autor no intenta conformar un estilo (¿es la ausencia de un estilo una forma de estilo?). Se contenta con acceder a ciertos momentos e imágenes que su memoria, siempre minuciosa, fue seleccionando.

Es por esto que afirmo que Me acuerdo de Joe Brainard es una obra situada en los márgenes. Semilla de una literatura por venir. ~

 

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