Claridad y disonancia
Juan Antonio Masoliver Ródenas. Poesía reunida , El Acantilado, Barcelona, 1999, 399 pp.
El luminoso prólogo de Andrés Sánchez Robayna a la Poesía reunida de Juan Antonio Masoliver Ródenas pone los puntos sobre las íes al reductivismo y manipulación del canon literario español por los pontífices de la crítica. Para estos mandarines, caracterizados por su manifiesta animadversión hacia el sentido crítico e incluso al lenguaje creador de la poesía, "se trata de no regularizar la obra de un poeta, sino de anularla o disolverla en características 'generacionales'". Desde la funesta invención por Azorín de la llamada generación del 98 y por Dámaso Alonso de la del 27 (puestos a escoger una fecha, ¿no sería mejor decir la del 31, esto es, el año de la República?), los poetas y novelistas suelen ser apriscados en grupos, ya sea cronológicos o geográficos, como ovejas de balido indistinto. Dichas clasificaciones de entomólogo serían risibles si su influjo en la reescritura de la historia no fuera tan pernicioso. Todo poeta y escritor perdurables son muy al contrario una anomalía y no caben por tanto en el rebaño o cuadra en la que se aquerencian satisfechos manipuladores y manipulados. Como observó con agudeza Joseph Brodsky en su prólogo a la obra de Osip Mandelstam, "cuanto más clara es una voz, más disonante suena. No hay coro al que le guste, y su aislamiento estético adquiere dimensiones físicas. Cuando un hombre crea un mundo propio, se convierte en un cuerpo extraño contra el que apuntan todas las leyes: gravedad, comprensión, reputación, aniquilación". (Osip Mandelstam, Tristia y otros poemas, traducción de Jesús García Gabaldón.)
Esta claridad y disonancia explican el ninguneo zafio de la obra del destierro de Juan Ramón Jiménez y la de Luis Cernuda (basta leer lo que escribieron del último el ya citado Dámaso Alonso y Gonzalo Torrente Ballester) así como el extrañamiento paulatino de José Ángel Valente conforme se alejó del rebaño generacional y el timbre de su voz poética sonó cada vez más bello y diáfano.
En el panorama confuso de la poesía novísima, neo novísima y new neo-novísima —la tendencia gregaria de los inexpertos poetas de la experiencia y de los kavafianos prematuramente envejecidos sobre los que ironizaba Juan Malpartida en la revista Vuelta—, los autores que no presentan las características generacionales al uso —el ready-made de los "críticos" y antologistas— afrontan el riesgo del ocultamiento o de la cicatera incomprensión. Sin detenerme ahora en el caso de Carlos Edmundo de Ory o Joan Brossa citados en el prólogo de Andrés Sánchez Robayna, señalaré la claridad disonante de éste, la de José Miguel Ullán, la del fallecido Ignacio Prat y, sin ánimo exclusivo alguno, la de Juan Antonio Masoliver Ródenas. El lugar de todos ellos en la poesía española contemporánea es a todas luces excéntrico y si va a decir verdad su lugar es, en último término, un no-lugar.
La recopilación de la Poesía reunida de Masoliver Ródenas nos concede la posibilidad de abarcarla a lo largo de más de dos décadas. Desde el perturbador Vertedero de Otaca (1977-1982) a la Poesía reciente (1995-1998). Una lectura atenta, cronológica, de la obra nos revela una continuidad temática centrada en la nostalgia de la infancia y la precariedad del amor. No hay ruptura sino prolongación: los poemas desenvuelven y enriquecen la obsesión erótica que los vertebra con imágenes recurrentes de paisajes, cuerpos fugaces, instantes ya idos. El ámbito del poeta puede cifrarse en una enumeración, en apariencia caótica, de los motivos que la inspiran: ventanas, playas, lluvia, barro, maleza, telarañas, algas y maderos podridos, musgo, orina, po-len, tetas infantiles, pubis, mariposas. Masoliver Ródenas teje y desteje sus lienzos poéticos como variantes de un poema único.
Reiteración no equivale a monotonía sino —tal es el caso de Poesía reunida— a una variación sinfónica de los elementos en juego. El poeta vuelve incansablemente a lo que fue y no es, a lo que pudo ser y no ha sido. Para ello recurre a un registro concentrado de palabras en el que incluye las consideradas no poéticas y ordinariamente eludidas. El resultado es casi siempre feliz y nos muestra la plenitud y fecundidad de unas lecturas que abarcan de Villon a Octavio Paz.
Ambigüedad
del dibujo en la escollera de la
niebla las muchachas junto al
río que fue limo en el alba
se desnudan: la luz se pierde
entre la niebla y los remeros, voces
de niñas en la comba del patio
redondo en torno a la palmera o Flora
desnuda colgando la ropa
en los tendales
en el rincón de las acacias, pisando
melocotones podridos. Rasguños en
los vidrios como dibujos de
niños en el
polvo de los cristales en la casa
de los postigos cerrados: y los vidrios
a trizas: la nitidez de la luz
en el jardín abandonado.
La voz poética de Masoliver Ródenas, distinta y nítida, resulta identificable en cada una de las entregas o títulos de su Poesía reunida. Su disonancia con respecto al coro de lo que suele celebrarse en España es la mejor prueba de una autenticidad en la que no caben por fortuna los distribuidores de premios ni los fiscales disfrazados de críticos. –
(Barcelona, 1931) es escritor, uno de los miembros más relevantes de la llamada Generación del 50 española. La editorial Galaxia Gutenberg publicó sus Obras completas.