La poesรญa de Nicanor Parra (San Fabiรกn de Alico, Chile, 1914) constituye uno de los episodios mรกs singulares de la literatura en castellano del siglo xx. Con Poemas y antipoemas, publicadoen 1954 –al que seguirรก Antipoemas, en 1960–, Parra se alza contra una lรญrica gobernada por las sinuosidades posmodernistas de la nobelizada Gabriela Mistral y, sobre todo, contra la “poesรญa de pequeรฑo dios / La poesรญa de vaca sagrada / La poesรญa de toro furioso” de la trรญada de grandes autores chilenos de vanguardia: Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda. El tercero fue el objeto central de su disensiรณn, al tiempo que de su admiraciรณn y de buena parte de su educaciรณn poรฉtica: “Hay dos maneras de refutar a Neruda”, escribe en Discursos, “una es no leyรฉndolo, la otra es leyรฉndolo / de mala fe. Yo he practicado ambas, / pero ninguna me dio resultado”. Frente al idealismo creacionista de Altazor, la cรณsmica iconoclasia de Rokha yel vozarrรณn telรบrico del gigante de Parral, que parecรญan haber devorado, o vuelto intransitables, los estratos mรกs humildes, mรกs ciudadanos, de la comunicaciรณn, Nicanor Parra aboga por una poesรญa diurna –asรญ se llamaba el grupo poรฉtico al que se adscribiรณ a finales de los aรฑos treinta: Poetas del amanecer–, antimetafรณrica, plantada en tierra firme, como expone en Manifiesto: esa poesรญa como se habla que ya habรญa reclamado Juan de Valdรฉs en el Renacimiento, y que ha encontrado en los poetas contemporรกneos en lengua inglesa –bien conocidos por Parra, residente varios aรฑos en Inglaterra y los Estados Unidos– constantes defensores, como Auden o Ezra Pound y su poetry as speech. La poesรญa de Parra se presenta, asรญ, como lo contrario a la poesรญa: como antipoesรญa, aunque a lo que se opone, en realidad, es a la elocuencia, a la palabrerรญa sin hueso, al “paraรญso del tonto solemne”. Esta lรญrica a la contra ofrece un carรกcter detergente, burlesco, desacralizador: ensancha sus cรณdigos, sus hรกbitats, sus osadรญas, lo que puede decirse y lo que no, que es nada, o apenas nada. Entronca, de este modo, con ciertas tradiciones heterodoxas de la literatura occidental, desde los goliardos hasta el dadaรญsmo, pero no renuncia al influjo de aquello contra lo que se rebela: el romanticismo, que fortifica de sentimiento no pocas de sus composiciones; el existencialismo, presente en la obsesiรณn por la muerte y una desesperaciรณn combativa, cruelmente optimista; o el surrealismo, que subyace en muchas de sus imรกgenes y, sobre todo, en el impulso disparatado que las anima. Lo mismo puede decirse de aquellas escuelas que se dicen inspiradas o continuadoras de la poesรญa parriana: es verdad que muchos de sus rasgos pueden identificarse en la llamada poesรญa de la experiencia en Espaรฑa –el encomio de la claridad, la contenciรณn elocutiva, el relato de lo cotidiano–, pero los versos del chileno no son nunca banales, ni aburguesados, ni manieristas. Por el contrario, revelan un latir vigoroso, una inmediatez rezumante de verdad, aunque a menudo resulte brutal. Pero esta brutalidad los hace aรบn mรกs verdaderos: cuando escribe, por ejemplo, que detesta que los nietos se le echen en brazos, como si fuera “un viejito pascuero / ¡puta que los pariรณ!” (aunque en otro poema se extasรญe contemplando a su nieta jugar en el jardรญn), o que “mear es hacer poesรญa / tan poesรญa como taรฑer el laรบd / o cagar o poetizar o tirarse peos”, o presenta fotografรญas de todos los presidentes del paรญs colgando de una soga en “El pago de Chile”, una instalaciรณn de Obras pรบblicas (2006). La irreverencia de Parra linda al norte con el exabrupto y al sur con la obviedad, pero no es nunca artificiosa: se trata de una provocaciรณn asentada naturalmente en el desacuerdo, fruto de un espรญritu irreprochablemente crรญtico. Uno simpatiza, en particular, con su permanente impugnaciรณn de Dios y su incisivo anticlericalismo, una actitud muy corajuda en un paรญs tan catรณlico como Chile. En una de las composiciones de “Cartas del poeta que duerme en una silla”, incluido en Obra gruesa (1969), plantea una duda elemental, que la Iglesia no ha sabido despejar en dos mil aรฑos de fatigosas teologรญas: “Cuesta bastante trabajo creer / En un dios que deja a sus creaturas / Abandonadas a su propia suerte / A merced de las olas de la vejez / Y de las enfermedades/ Para no decir nada de la muerte”; otras veces es divertidamente sacrรญlego: “Cordero de dios que lavas los pecados del mundo / Dรฉjanos fornicar tranquilamente.” Pero Parra fustiga a todos: al capitalismo y al comunismo, a la policรญa y a los manifestantes, a los poetas sacerdotales y a los malos escritores; y, cumpliendo el primer mandamiento del buen satรญrico, a sรญ mismo. En el ya citado “Cartas del poeta que duerme en una silla”, escribe esta antรญtesis autoimprecatoria: “Me da sueรฑo leer mis poesรญas / Y sin embargo fueron escritas con sangre.” Y en el discurso con el que agradece los homenajes que se le rinden al cumplir ochenta aรฑos, hace este “balance patriรณtico”: “Saldo a favor: cero. Saldo en contra: cero. Lolas por explorar: cero. Discรญpulos incondicionales: cero. Dientes delanteros: cero. Premios Nรณbel: cero. Potencia sexual: cero. Total: cero. Perdonen, seรฑoras y seรฑores. Un peso muerto para la sociedad.” Sin embargo, en las bodegas del satรญrico hay siempre un moralista y, por consiguiente, causas que suscitan su adhesiรณn: las de Parra son el lenguaje llano, el antidogmatismo y, desde mucho antes de que se convirtiera en un movimiento popular, el ecologismo. Su defensa se ejerce por medio de una palabra enรฉrgica hasta la imprudencia, acidulada por el humor, elaboradamente espontรกnea, a veces campesina y siempre pragmรกtica, con un pragmatismo entre quevediano y anglosajรณn. El tono conversacional se refuerza mediante la interpelaciรณn constante al lector: Parra le hace preguntas o le da รณrdenes, esto es, entra y sale del poema, como si lo estuviera escribiendo en ese mismo instante con el concurso necesario de su receptor. Sus textos recurren tambiรฉn a la enumeraciรณn paradรณjica, es decir, a la acumulaciรณn de enunciados discordantes, pero que, en su รญntima adversaciรณn, forjan una nueva realidad, tan desconcertante como magnรฉtica: “Quรฉ es un antipoeta”, escribe en “Test”, “Un comerciante en urnas y ataรบdes? / Un sacerdote que no cree en nada? / Un general queduda de sรญ mismo? / Un vagabundo que se rรญe de todo?…”. Los aforismos jocosos que recorren la obra de Parra desembocan, en la รบltima fase de su producciรณn, en un poesรญa visual muy corrosiva, cuyas primeras manifestaciones encontramos en Artefactos (1972), pero que prosigue en Chistes parra desorientar a la policรญa poesรญa (1989) o en Obras pรบblicas, entre muchos otros trechos de su producciรณn. La impecable ediciรณn del segundo volumen de sus Obras completas & algo +, correspondiente al periodo 1975-2006, concluye la aventura editorial iniciada en 2006, con la apariciรณn del primero, pero no pone fin a esta poesรญa juvenil e interminable, abofeteante y universal. ~
(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).