Celebramos esta nueva traducción de las Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos de Walter Benjamin llevada a cabo por Jordi Maiso y José Antonio Zamora, dos de los mejores especialistas en teoría crítica alemana en España. El volumen contiene textos que se han erigido como de lo más influyente en la filosofía y la teoría cultural de las últimas décadas, especialmente desde que empezaron a leerse y analizarse, más allá de la Escuela de Frankfurt, por filósofos internacionales como Derrida, Agamben, Žižek, Butler o Eagleton. Que el interés en el pensamiento de Benjamin no cesa lo hemos ido comprobando por las sucesivas reediciones de sus escritos en español y por lo muchísimo que lo citan en todos los campos humanísticos y artísticos.
Ateniéndonos a las tesis “Sobre el concepto de historia” (1940) aquí compiladas, está la traducción con las que las descubrimos, la de Jesús Aguirre (revisada en el 2018 por Jordi Ibañez), pero también la de Bolívar Echeverría, la de Reyes Mate de 2006 en un libro entero dedicado a su comentario, la que en el 2008 realizó Alfredo Brotons Muñoz para las Obras Completas, o la de José Sánchez Sanz de 2011 en la revista Duererías. A pesar tal vez de los anhelos de sus recientes traductores, Benjamin se ha convertido en un “clásico moderno”, sí, pero eso no impide que pueda seguir inquietando y molestando con su lúcida desesperación. Sus palabras e imágenes resuenan por igual entre los jóvenes que han crecido con la certeza de que su futuro será peor que el de sus padres, como entre los viejos incansables como Fredric Jameson –quien, a la edad de 86 años y en The Benjamin files (2020), invoca la “débil fuerza mesiánica” de la II Tesis para subrayar que la historia sigue después del periodo en que creímos autocomplacientes en el glorioso fin de la historia.
Zamora y Maiso hacen suya la decisión editorial de Tiedemann y Schweppenhäuser de considerar la versión de las tesis del primer volumen de los escritos en alemán como la más próxima a la intención de este. En sus manos, y para el lector contemporáneo, ganan en claridad y precisión los fragmentos que Benjamin escribió en la soledad del exilio y la angustia ante la catástrofe. Sin ir más lejos, por ejemplo, la primera y celebérrima frase: “Bekanntlich soll es einen Automaten gegeben haben, der so konstruiert gewesen sei, daß er jeden Zug eines Schachspielers mit einem Gegenzuge erwidert habe, der ihm den Gewinn der Partie sicherte” se traduce –como ya lo había hecho previamente Reyes Mate, pero simplificando aún más la construcción gramatical– fijándose en el carácter de suposición con que Benjamin se refiere a la historia: “Se dice que debe de haber existido un autómata construido de tal modo que, a cada movimiento de un jugador de ajedrez, replicaba con otro movimiento que le aseguraba el triunfo de la partida.” Esto realza el carácter onírico de lo narrado frente a las versiones de Aguirre / Ibañez, Brotons Muñoz, Echeverría y Sánchez Sanz, las cuales diluyen levemente el elemento de figuración. Se trata de un pequeño detalle que hace relucir un rasgo peculiar de la escritura y la filosofía de Benjamin: su recreación de los sueños colectivos y su inmersión en las ilusiones compartidas para hacer brotar los deseos inconscientes y utópicos en todos ellos contenidos.
Igual que para el concepto de historia, Benjamin también había señalado que lo mesiánico debe guiar la elevadísima responsabilidad del traductor. Con esto quiso decir que una traducción no tiene que aspirar solo a hacer comprensible el original, ni tampoco a prestar un servicio al lector. Así la apartó del registro de la comunicación, y la emplazó como una tarea: la de hacer perdurar y vivir el original en el tiempo. La traducción tiene que reconocer que debe su existencia al original, y también ha de tener muy claro que la supervivencia de este solo es posible gracias a su labor. Para ello, el traductor debe tener presente que tanto evoluciona y se renueva la significación del original, según el momento en que se lea, como se transforma la lengua a la cual se lo transfiere. En la brecha de esta distancia histórica se localiza lo intraducible: el que un texto siga siendo un misterio y siga diciendo algo a las generaciones posteriores, el que encierre un núcleo temporal de verdad. Maiso y Zamora se sitúan en la estela dejada por Benjamin, pero puntualizan que este índice histórico de la verdad está marcado por la fragilidad –por la vulnerabilidad “a las quiebras históricas, a sus contradicciones y a sus bloqueos”–.
Encontramos también en este volumen “Capitalismo y religión” (1921) –un fragmento de tres páginas publicado póstumamente, donde Benjamin consigue integrar de manera brillante en el análisis marxiano de esta formación social una teoría del afecto subjetivo. El capitalismo, dice aquí, alivia “las mismas preocupaciones, dolencias e intranquilidades” que la religión. Lo hace de tres formas. Primero, el capitalismo no tiene ni dogma ni teología, se basa en el mero culto del utilitarismo generalizado. Segundo, este culto es permanente, se celebra “sans rêve et sans merci”, no hay días laborables, solo festivos. Tercero, el culto solo funciona para hacer de la culpa algo ubicuo. Si todas las demás religiones enfatizaron la posibilidad de la expiación, la religión capitalista crea una culpa de la que no se puede escapar, universal y brutalmente atornillada como está a la mente consciente e inconsciente.
“Para una crítica de la violencia” (1921) es otro texto con una ya larguísima historia de recepción, comentario y crítica. Durante un buen tiempo sirvió como fuente primaria para los estudios sobre la biopolítica, al emplear Benjamin en él de manera rápida pero contundente un concepto que luego fue resignificado y desarrollado en extenso por Agamben: “nuda vida” o “mera vida”. En Benjamin, es algo así como la vida sobre la que se ejerce una violencia cuyo objeto no es más que el ejercicio de aún más violencia –lo que Benjamin denomina “violencia mítica”–. La ambigua, escurridiza y controvertida “violencia divina” asociada a lo mesiánico con la que Benjamin propone salir del círculo vicioso de esa violencia mítica ha sido extensamente debatida en la filosofía política de los últimos años, también en el contexto español, y sin duda lo seguirá siendo gracias a esta nueva traducción. Con respecto a las anteriores, Zamora y Maiso le han quitado algunos rasgos que ahora nos parecen un poco arcaizantes a la constelación conceptual y la sintaxis de Benjamin, y han establecido conexiones más claras entre los distintos elementos del texto.
Es catedrática de Filosofía en la Universitat Pompeu Fabra y Doctora en Ciencias Políticas por la New School for Social Research de Nueva York.