Una provocaciĆ³n con fundamento

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Peter Sloterdijk

Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana

EdiciĆ³n y prĆ³logo de Carla Carmona

TraducciĆ³n de Isidoro Reguera

Madrid, Siruela, 2014, 172 pp.

AllĆ” por junio de 2009, cuando la crisis acababa de empezar, Peter Sloterdijk publicĆ³ un artĆ­culo en el Frankfurter Allgemeine Zeitung donde proponĆ­a abandonar la justificaciĆ³n expropiadora de la fiscalidad estatal y avanzar hacia los impuestos voluntarios como medio para revitalizar la comunidad democrĆ”tica. Pasado el verano, el teĆ³rico frankfurtiano Axel Honneth le replicaba con un duro ataque desde las pĆ”ginas de Die Zeit, acusando a su colega de frivolidad filosĆ³fica e insolidaridad social. Para Sloterdijk, la Ć­ndole de su respuesta venĆ­a a demostrar que en Alemania “no se intercambian argumentos, sino acusaciones”, razĆ³n por la cual eligiĆ³ un camino mĆ”s sereno para aclarar su controvertida tesis. Aparece asĆ­, a la altura de 2010, La mano que toma y el lado que da, volumen que aƱade un largo capĆ­tulo inicial, significativamente titulado “Mirada atrĆ”s a una discusiĆ³n tergiversada”, ademĆ”s de varias entrevistas. Su ediciĆ³n espaƱola, prologada por Carla Carmona y primorosamente traducida por Isidoro Reguera, prescinde de algunas de esas conversaciones y de pasajes demasiado ceƱidos a la actualidad alemana.

A primera vista, este apasionante librito, lleno de ideas, puede tomarse condescendientemente como una simple gamberrada filosĆ³fica. ¡Impuestos voluntarios, menudo disparate! Sin embargo, la propuesta del filĆ³sofo de Karlsruhe es mĆ”s profunda de lo que parece, algo que se manifiesta cuando se indaga en las razones que la sostienen. Otra cosa es que Sloterdijk, de manera plenamente consciente, recurra al escĆ”ndalo como medio para mantener con vida “el potencial utĆ³pico de la forma de vida polĆ­tica llamada democracia”. Precisamente, la tesis de la fiscalidad voluntaria trata de combatir la fatal combinaciĆ³n de aletargamiento, resignaciĆ³n y resentimiento que inexplicablemente domina en las sociedades mĆ”s ricas de la historia.

Tal es el problema climĆ”tico que Sloterdijk quiere abordar, con objeto de procurar un cambio de Ć”nimo generalizado. Su premisa es que la imagen del ser humano que posee una cultura coadyuva a la creaciĆ³n de seres humanos de un tipo determinado, de manera que si repetimos el mantra de que somos seres codiciosos a los que solamente une el temor nos convertiremos justamente en eso. Sloterdijk rechaza de plano esa antropologĆ­a polĆ­tica, que va de Hobbes a Gordon Gekko, de manera coherente con sus postulados acerca de la apertura radical de la naturaleza humana; la misma, dicho sea de paso, que explorĆ³ en su anterior gran polĆ©mica, la que mantuvo con Habermas a travĆ©s de Heidegger con motivo de la publicaciĆ³n de Normas para el parque humano en 1999.

En los Ćŗltimos aƱos, la domesticabilidad del ser humano que interesa a Sloterdijk es aquella que se orienta a la potenciaciĆ³n de nuestros impulsos timĆ³ticos, orgullosos y donantes, que coexisten con los erĆ³ticos, tendentes a la apropiaciĆ³n. Por eso, Sloterdijk reprocha aquĆ­ a Habermas que excluya de la acciĆ³n comunicativa la dimensiĆ³n material que consiste en dar y recibir bienes, buscando apoyo en Marcel Mauss (la dĆ”diva como nexo social primario) y Jacques Derrida (el acento en la generosidad, la amistad y el perdĆ³n), trascendiendo a su vez el Ć©nfasis liberal en el intercambio, por entender que este produce inevitablemente insatisfacciĆ³n en alguna de las partes. A su juicio, la generosidad donante es esencial para la reorientaciĆ³n de la comunidad democrĆ”tica, porque quien da sin estar obligado a ello despierta moralmente a la vida.

Vaya por delante que nuestro hombre, que reconoce no poder votar a ningĆŗn otro partido que al socialdemĆ³crata por razones familiares, no cuestiona nunca que una estatalidad ordenada demande un sistema financiero eficaz. Pero constata igualmente que la objetiva socialdemocratizaciĆ³n de la sociedad crea un espacio nuevo para la innovaciĆ³n moral y polĆ­tica, espacio para orientarnos en el cual son del todo inservibles los juegos de lenguaje heredados del siglo XIX, entre ellos la consuetudinaria distinciĆ³n entre izquierda y derecha. Es en ese contexto donde llama la atenciĆ³n “el sistema humillante de los gravĆ”menes obligatorios”, incompatible con una fundamentaciĆ³n democrĆ”tica de la comunidad polĆ­tica. Asombrosamente, los donantes aceptan la fuerte carga impositiva aplicada por un Estado que representa la mitad de las economĆ­as nacionales como un hecho natural ante el que solo protestan algunos libertarios; esos donantes carecen, por lo demĆ”s, de toda conciencia colectiva. Su fundamento es una mezcla de motivos absolutistas y socialistas, que oscila, por tanto, entre las viejas imposiciones y las no menos viejas confiscaciones: entre la justificaciĆ³n seudoteolĆ³gica y “las fantasĆ­as populares sobre el contrarrobo del Estado a los ‘ricos’ ladrones”. Por aƱadidura, esta concepciĆ³n errĆ³nea de los impuestos estĆ” fatalmente vinculada a la perversa tendencia de los sistemas polĆ­ticos contemporĆ”neos al endeudamiento sin freno.

Para Sloterdijk, se hace asĆ­ necesario renovar por completo la fundamentaciĆ³n de la fiscalidad estatal. Hoy, los ricos ya no son los ociosos que vivĆ­an de las plusvalĆ­as arrancadas a los menesterosos, sino working rich cuya mayorĆ­a se sitĆŗa en una clase media desmoralizada: un ciudadano reducido a la condiciĆ³n de portador de un nĆŗmero de identificaciĆ³n fiscal. Si consideramos el Estado de Derecho como una estructura Ć©tico-polĆ­tica con valor propio, un nuevo fundamento voluntario –filantrĆ³pico– de la fiscalidad puede acordarse “desde el espĆ­ritu de la alianza democrĆ”tica de ciudadanos”. Aunque Sloterdijk plantea alguna propuesta institucional, como un Parlamento de los Dadores encargado de desautomatizar el pago de impuestos, los detalles prĆ”cticos se dejan a un lado; la transiciĆ³n serĆ­a lenta, pero factible. Y su punto de partida es dejar de considerar que los ciudadanos deban algo al Estado, para catalogar sus contribuciones tributarias como donaciones.

Se trata, en fin, de tomarse la ciudadanĆ­a democrĆ”tica en serio. La provocadora tesis de Sloterdijk posee tanto tonalidades libertarias como acentos neorrepublicanos. De lo que se trata es de que dejemos de ser ciudadanos zombies y renovemos la comunidad polĆ­tica ganĆ”ndonos la pertenencia a ella. Para quien asĆ­ lo sugiere, es tristemente sintomĆ”tico que sus crĆ­ticos hayan huido hacia delante “ante el horrible concepto de ‘voluntariedad’”, como si dar y dar poco fueran forzosamente sinĆ³nimos. Para Sloterdijk, reside aquĆ­ un error fatal de la veteroizquierda, a saber, mantener en su lista de enemigos al centro erosionado de las poblaciones activas: medianos empresarios, autĆ³nomos, nuevos creadores. En Alemania, 25 millones de contribuyentes que sufragan a 82 millones de habitantes. A su modo de ver, esa es la autĆ©ntica multitud revolucionaria y no la que habita en los mĆ”rgenes inferiores presuntamente subversivos de la sociedad. Ante el reproche que le formula uno de sus entrevistadores, para quien la filosofĆ­a debe hablar en nombre de los desfavorecidos, Sloterdijk replica que no hay que confundir filosofĆ­a con diaconĆ­a. Y para evitar esa confusiĆ³n parece escribir Ć©l mismo: para fortuna de unos lectores a los que despierta a golpe de martillazos. ~

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(MĆ”laga, 1974) es catedrĆ”tico de ciencia polĆ­tica en la Universidad de MĆ”laga. Su libro mĆ”s reciente es 'FicciĆ³n fatal. Ensayo sobre VĆ©rtigo' (Taurus, 2024).


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