Viernes y 13 en la cafetería Rolando

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Cuando estaba en cuarto de carrera, avanzada la década de 2000, un profesor de la Universidad del País Vasco dedicó una clase a hablar de las razones y motivaciones de los jurados populares. Citó un libro de Eva Forest sobre el caso del etarra Mikel Otegi, que en 1995 asesinó a sangre fría a dos ertzainas y después fue absuelto por un jurado popular en la Audiencia Provincial de Guipúzcoa por sufrir enajenación transitoria y no ser dueño de sus actos. Aquella historia da para otro libro. El caso es que el profesor en cuestión, delante de alumnos que no superaban la veintena, apuntó que Forest había sido detenida y acusada por el atentando de la cafetería Rolando, un establecimiento cercano a la por entonces Dirección General de Seguridad del Estado. Por lo que fuera, creyó conveniente añadir “imaginaos la gente que circulaba por allí”.

Me intrigué y de vuelta a casa me metí en internet para indagar sobre aquellas horrorosas palabras. Ya por entonces era posible obtener en la red mucha información de aquel atentado. Habían muerto trece personas y resultado heridas alrededor de setenta. Los fallecidos eran casi todos “civiles” y entre los heridos –auténticos mutilados por los efectos devastadores de la explosión– sí había algunos miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. “La gente que circulaba por allí” eran mayormente turistas, comensales habituales de esa cafetería y otros locales adyacentes, funcionarios de diversos ministerios y trabajadores de la restauración. También niños. Corría el año 1974 y ahora se cumplen cincuenta años del primer atentado indiscriminado de ETA, atentado que solo fue reconocido y reivindicado en un boletín interno de la banda –Zutabe– en 2018, justo antes de que se disolviera.

Gaizka Fernández y Ana Escauriaza son dos historiadores jóvenes vinculados al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo dirigido por Florencio Domínguez que llevan años investigando y divulgando con gran acierto la producción y los efectos del terror en las sociedades democráticas. Dinamita, tuercas y mentiras: El atentado de la cafetería Rolando (Tecnos, 2024), muy bien escrito y con gran rigor historiográfico, es un ejercicio memorialístico porque referencia un acontecimiento de violencia ciega que, sobre todo, tuvo efectos brutales en víctimas inocentes. Tradicionalmente, esas víctimas han sido consideradas por la historia daños colaterales condenados al anonimato y el olvido. La microhistoria desplegada en este trabajo nos sirve para recordar y homenajear las vidas truncadas de ciudadanos que tenían un presente y un futuro cancelado por la ofuscación ideológica y que, además, no fueron cuidadas y compensadas por el Estado que debía garantizar su seguridad y sus derechos más elementales.

En 1974 ETA estaba en crisis y ya se vislumbraba que había un aparato político más proclive a adaptarse a las consecuencias de la desaparición del franquismo y otro militar que creía que el cambio democrático en España no solo era imposible sino indeseable. Eran los tiempos, como se pone de manifiesto en el libro, de un terrorismo de extrema izquierda y extrema derecha que azotaba sobre todo a Europa por la expansión de un pensamiento que creía inevitable usar la violencia para propiciar trasformaciones sociales y económicas. ETA ya formaba parte entonces de una internacional terrorista que compartía ideas, medios y financiación con los Montoneros, el ira y movimientos de liberación nacional del tercer mundo. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no supieron ni pudieron detectar el peligro de un posible atentado en Madrid, no solo porque ETA operaba fundamentalmente entre el País Vasco y Francia, sino porque no contaba con una estructura modernizada para hacer frente a una forma de violencia terrorista nueva y en cierta forma sofisticada. Fernández y Escauriaza cuentan, por ejemplo, que la mayor parte de los policías que se dedicaban a investigar el terrorismo en aquella época eran pluriempleados porque el sueldo principal que recibían no les daba para sacar adelante a sus familias.

El año anterior del atentado de la cafetería Rolando ETA había asesinado a Carrero Blanco en una acción espectacular conocida como Operación Ogro. Dicha operación se convirtió en un libro de éxito –al principio distribuido y vendido en la clandestinidad– escrito por Eva Forest, que participó en el atentado dando apoyo a los etarras. De chaval, la primera vez que tuve noticia de esa obra fue gracias a una colección de literatura vasca que regalaba el Egin patrocinada por una conocida marca de pacharán. Forest, la protagonista indiscutible del libro de Fernández y Escauriaza, colaboró directamente en el atentado de la cafetería Rolando, eligiendo el objetivo, dando cobertura previa a los terroristas y ayudándoles a escapar una vez ejecutada la salvajada. Para ello usó la estructura de un fantasmagórico Frente Popular de Liberación compuesto por amigos burgueses y bien formados de la capital que se dejaron engañar para apoyar a los luchadores vascos que venían a instaurar la dictadura del proletariado.

Tras el atentado Forest fue detenida y seguramente torturada (Billy el Niño circulaba por allí). Entre medias, delató a todos sus compañeros y reconoció a los dos etarras que habían venido desde Francia para poner la dinamita con tuercas en la cafetería: Bernard Oyarzabal y María Lourdes Cristóbal. Estos no pagaron nunca por el atentado, no solo porque Francia no extraditaba a etarras, sino porque la Ley de Amnistía declaró el olvido jurídico de los hechos. Eva Forest salió de prisión en junio de 1977, tras las primeras elecciones democráticas, entre vítores de amigos y familiares. ETA comenzó entonces el episodio de desmemoria y manipulación que ha persistido hasta 2018, desentendiéndose del atentado y poniendo en circulación la leyenda de que había sido cometido por el franquismo para justificar sus actos represivos contra el pueblo vasco. Este relato lo compraron Carrillo, el PCE y casi toda la izquierda vasca, española e internacional que entonces y después ha preferido equivocarse con la revolución que tener la razón con la verdad y las víctimas.

A instancias de la dirección de la banda, Forest mantuvo desde la salida de la prisión su absoluta inocencia, aunque ya en 1981 Lidia Falcón, también detenida y torturada por su presunta colaboración en el atentado, publicó un libro –Viernes y 13 en la calle del Correo– en el que ratificaba los hechos apuntados en unos sumarios judiciales que terminaron abandonándose por el lío de jurisdicciones producido con el cambio de régimen. Eva Forest se trasladó a vivir a Hondarribia con su pareja, el dramaturgo Alfonso Sastre, donde pudieron seguir su huida de la realidad amparados por el sórdido mundo moral que les proporcionaba la izquierda abertzale. Mucho me temo que ni siquiera libros serios y documentados como el aquí reseñado cambien mucho las cosas en determinados círculos ideológicos en los que aún hoy predomina la conspiración y el imaginario idealista de la violencia. A los hechos nos remitimos.

En Vitoria, cerca del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, hay una librería que lleva por nombre Eva Forest, suponemos que en homenaje a la escritora e intelectual madrileña. Mi País Vasco no tiene remedio. Por otro lado, la editorial Sternberg Press, radicada en Londres, acaba de publicar en inglés las memorias carcelarias de Forest, tituladas A strange adventure. Merece la pena reproducir parte del infumable texto de presentación de la obra que puede leerse en la página web: “Emergiendo de un espacio y un tiempo que muchos prefieren olvidar, A strange adventure es testimonio de la resiliencia, la humildad y el poder de un grupo de mujeres que rechazan la represión, que encuentran la vida en la colectividad y que hablan entre ecos, silencios y gritos” (traducción nuestra). Penoso ejemplo de la guerra cultural que padecemos, donde la batalla por el control moral del pasado –memoria democrática– tiene como objetivo gobernar un presente confuso que solo puede ser ordenado con libros honestos y rigurosos como este. ~

+ posts

es profesor visitante de derecho constitucional en la Universidad de Cantabria.


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: