Trapos sucios y escritores noruegos. No leí La herencia (Nórdica, 2019), la novela anterior de Vigdis Hjorth (Oslo, 1959). La novela dividió a su familia: ella destapaba abusos de su padre y una de sus hermanas incluso escribió otro libro en respuesta al suyo. Fue un acontecimiento en Noruega, país de 5 millones de habitantes. En una entrevista con Andrés Seoane en La Lectura, Hjorth bromea y dice que los noruegos andan muy entretenidos con los libros en los que se cuentan las rupturas familiares o de matrimonio de los escritores: Linda Boström Knäusgard en Niña de octubre, Knäusgard en sus novelas, Hjorth y su hermana… Su novela más reciente explora las consecuencias familiares y personales que puede tener exponerse a través del arte. En ¿Ha muerto mamá? (traducida por Nirsti Baggethun y Asunción Lorenzo) la narradora y protagonista es artista, pintora, su serie Madre e hija I y II molestó mucho a su familia: las entendieron como una humillación. Aunque había una decepción previa: dejó a un marido del gusto de la familia y una previsiblemente aburrida y estable carrera como abogada para irse con un profesor norteamericano (!¡) a Estados Unidos y a ser artista (¡!). En todos estos años –y son muchos– que Johanna ha estado fuera, la comunicación con su familia se ha hecho cada vez más escasa hasta llegar casi al mutismo. El enfado definitivo se produjo porque Johanna no acudió al entierro de su padre. Ahora Johanna está de vuelta en la ciudad en la que se crio, en la que aún vive su madre, vigilada y cuidada por la hermana de Johanna, porque prepara su primera gran exposición en su país natal. No ha resistido la tentación y ha llamado a su madre, que no ha cogido el teléfono. Eso le lleva a la pregunta que da título a la novela y con la que se abre el libro: “Si nuestra madre hubiera muerto, ella me habría informado. Tiene obligación de hacerlo”.
“Cuando en una familia nace un escritor, esa familia está acabada”. La frase es del escritor polaco Czeslaw Milosz. Podríamos pensar que Hjorth viene a matizar, a añadir: bueno, o pintor; y también: hagas lo que hagas, depende de qué tipo de familia tengas, siempre va a molestar, así que bueno, haz tu vida. Con respecto a la relación de la obra con la realidad, copio un fragmento del libro: “La artista no se relaciona con la realidad como tal, sino con lo que resulta artísticamente interesante. La realidad es comprar detergente y papel higiénico, billetes de autobús, facturas, cepillado de dientes y estreñimiento, meter y sacar vajilla del friegaplatos, la realidad no es interesante, la verdad es interesante, pero difícil de captar, de rodear, de alcanzar. La relación de la obra con la realidad carece de interés, la relación de la obra con la verdad es decisiva, el valor de la verdad de la obra no se encuentra en su relación con la llamada realidad, sino en el efecto que tiene en el espectador”.
Madre e hija. Johanna es madre –también abuela y se ha quedado viuda, pero no sabe si su madre y su hermana lo saben– y repasa la hija que fue y cómo la madre que tuvo le marcó. Dice: “Si una supiera, si entendiera de joven lo decisiva que es la infancia, no se atrevería a tener hijos”. Piensa en eso y en lo que su madre le transmitió, una herencia no material, sino lo que heredamos de nuestros padres sin que ellos lo sepan, quizá, que tiene que ver, en este caso, con una herida. Ella trata de averiguar cuál es la herida de su madre, una mujer frágil, insegura, y atrapada por las circunstancias. Johanna se pregunta si ella habrá hecho lo mismo con su hijo y le habrá traspasado algo de esa herida. Johanna, que pasea mucho y pinta poco, pasa mucho tiempo también en el coche, en la calle en la que ahora vive su madre, viaja con la memoria al pasado y vuelve a un domingo que pasó en casa con su madre, las dos solas. Ese episodio es central en Johanna: lo que hizo con su madre, lo que descubrió. Recuerda más cosas: un jarrón chino roto, un viaje en tren que hace recién prometida (ahí se da cuenta de que no quiere la vida que le han preparado).
Consejo de madre. Johanna recuerda tres consejos de su madre: “Hay que dejar la ropa en remojo toda la noche y luego aclararla tres veces. Los espaguetis están cocidos cuando se quedan colgando de los azulejos de la cocina. Si todo lo que ves lo compras, cuando los demás ríen, tú llorarás. Lo más importante es lo de los espaguetis”.