Zenón de Elea, de Giorgio Colli

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Tomando en cuenta que la narración de los hechos siempre supone una determinada perspectiva que nos lleva a nombrar las cosas a conveniencia, la historia del pensamiento habla de los “presocráticos” como una pléyade de pensadores que, entre el siglo VII y el V a.C., practicaron en Grecia una nueva actitud racional ante el mundo: la filosofía como el preguntar por qué las cosas son como son y no de otra manera. Esta “república de genios”, como los llamó Schopenhauer, contempló el prodigioso espectáculo del devenir y el perecer de las cosas, preguntándose por el fondo inagotable del cual todo procede y al cual todo regresa. Nietzsche revalorizará esta visión antigua del mundo en aras de un regreso a la mentalidad trágica de la Antigüedad –para la cual, dice, el mundo es un juego reiterativo de creación y destrucción y la verdad sólo parte del efímero entendimiento humano–, transformada en punta de lanza de su ataque a la metafísica y el racionalismo occidentales. En continuación con esta tradición de neohelenismo radical, Giorgio Colli (1917-1979) –a quien debemos, junto con Mazzino Montinari, la edición crítica definitiva de las obras de este pensador alemán– buscó recuperar para el pensamiento actual, vía el pensamiento antiguo, la dimensión trágica y autodestructiva de la razón. Obras como El nacimiento de la filosofía, La sabiduría trágica y Filosofía de la expresión son prueba fehaciente de este empeño intelectual, del que también procede el Zenón de Elea, una recopilación de los apuntes de clase que un prometedor discípulo, Ernesto Berti, tuvo a bien tomar durante las lecciones sobre el pensador presocrático que Colli impartió entre 1964 y 1965 en la Universidad de Pisa. Los apuntes son tan brillantes que el propio catedrático los rescató con el fin de publicarlos y hacerlos parte de su proyecto de crítica feroz al extravío de la filosofía y del intento de recuperar para el logos su significado arcaico.

¿Quién fue Zenón de Elea? La respuesta no puede ser unívoca ya que no existe para la historia una penetración absoluta de su objeto, sino sólo el enfrentamiento a una nebulosa que de vez en vez nos permite sacar ciertas conclusiones más o menos sostenibles: que nació poco después del 490 a.C., que fue discípulo de Parménides y que participó activamente en la vida de su ciudad; lo demás son puras conjeturas, reconstrucciones también más o menos subjetivas. En este sentido, el libro Zenón de Elea es un diálogo con el pasado que se despliega a lo largo de un juego de interpretaciones: la selección, casi literal, que hace Berti del discurso libre del maestro; la lectura de Colli sobre las aporías de Zenón a partir de los cuatro fragmentos considerados originales y de las noticias de la tradición doxográfica; y la de los intérpretes con los cuales Colli entra en discusión. Por ello, comenta Miguel Morey, el traductor de estas lecciones, leer este volumen implica el enfrentarse a un “vértigo de espejos” que nos exige una lectura lenta y cuidadosa de un texto en el que alternan varios personajes.

Pese a su dificultad, esta obra es deliciosamente sugerente si nos disponemos a reconocer, tras el intento de reconstrucción del discurso de Zenón, la recuperación para la filosofía del carácter trágico del pensamiento: los límites de la razón, su empantanarse ante lo irresoluble de la aporía, esa cuestión problemática que cierra toda salida posible, dejándonos absolutamente perplejos. Poniendo en claro desde un inicio la importancia teórica de las aporías zenonianas como un reto reflexivo en el que “Algo, puesto inicialmente como hipótesis, se demuestra a continuación como absurdo por el hecho mismo de haber sido puesto” –Zenón dice: “Lo que se mueve no se mueve en el lugar en que está ni en el que no está”–, este libro consiste en un análisis del valor teórico de la especulación del filósofo presocrático en relación con los problemas históricos que plantea. Los testimonios, no sobre la vida, tan desconocida para la posteridad, sino sobre la muerte de Zenón, con los que se inicia, nos atrapan de tal modo que ya no queremos temerle al tono filológico y especializado que caracteriza estas lecciones. Las noticias anecdóticas sobre su relación erótica con Parménides o sobre el acto de arrancarse la lengua de una mordida y escupirla al déspota que, habiéndolo acusado de una conjura en su contra, lo tortura hasta la muerte, son tan disímiles que nos llevan a pensar en la historia como un relato que no es capaz de mostrarnos “cómo realmente sucedieron los hechos”.

Por otra parte, la infinitud a la que nos conduce el argumento zenoniano es de gran valor si pensamos en las consecuencias teóricas y prácticas que la interpretación de la Antigüedad puede tener para el pensamiento moderno, cuyo culto al conocimiento positivo se ve confrontado por la idea griega –trágica– de la fragilidad de las representaciones humanas, tan relativas a pesar de llevar el sello de æterna veritas. Con Zenón, la razón sale de sus goznes, desarmando en la contradicción el discurso sensato; sus aporías, un material limitado pero de profundísimo contenido, han retado a lo largo de la historia a los más grandes pensadores –desde Platón y Aristóteles hasta Kant y Russell– a buscar una resolución que no se ha podido encontrar porque señala hacia aquello que la razón no se explica.

Al analizar la finura teórica de las argumentaciones que niegan la multiplicidad y el movimiento, el discurso de Colli abre distintas brechas: por un lado, busca desarmar los dogmas interpretativos que hacen de Zenón un mero defensor de la doctrina parmenídea, afirmando con fuerza, pese a gran parte de la tradición, su originalidad, y nos lo muestra, no como el proverbial inventor de la dialéctica, sino más bien como el continuador, importantísimo, de esta inclinación específicamente helénica; por otro, sostiene la caracterización que hace del presocrático el introductor del principio de contradicción, de la demostración por el absurdo y del principio del tercero excluso; y por otro más, lo que me parece más valioso, hace un análisis de las argumentaciones en las que ni la multiplicidad ni la unidad existen como camino hacia un escepticismo absoluto, hacia el nihilismo, donde “Parece como si la filosofía se encaminara a confundirse con la retórica.” ¿Qué podemos extraer de la lectura de este libro? Depende mucho de los intereses particulares, pero definitivamente el recorrido por este rompecabezas es un ejercicio mental que no debe tomarse a la ligera, en la medida en que las aporías zenonianas enuncian “una posición final de la filosofía” que, sin embargo, dice Colli, “se encuentra al principio de la historia de la filosofía”. ~

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