A propósito de Kafka: respuesta de Manuel Vilas a Elisa Martínez Salazar

Kafka no tiene dueño. Kafka es de sus lectores, y sobre todo del amor con que se le lee. Por eso mi libro sobre Kafka sí es un libro sobre Kafka.
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Estudié hace muchos años la carrera de filología hispánica. Me dio clases sobre Cervantes una gran especialista en el autor del Quijote. Años después, descubrí por mi cuenta el maravilloso libro titulado “Curso sobre el Quijote” de Vladimir Nabokov. No entendí que aquella gran especialista jamás de los jamases nombrara en clase ese libro. En cambio, nos exigió leer artículos de expertos cervantistas en revistas filológicas ilegibles que eran de un aburrimiento feroz, que podría concluir en el aborrecimiento de la obra de Cervantes. A mí de ese aborrecimiento de la obra de Cervantes al que te pueden inducir los cervantistas profesionales me salvó Vladimir Nabokov.

Cuento todo esto por la reseña [publicada en el número de noviembre de Letras Libres] que Elisa Martínez Salazar ha dedicado a mi libro Dos tardes con Kafka. Yo no soy un catedrático de literatura, dios me libre. Tampoco soy Nabokov, ya me gustaría ser un 1% de Nabokov. No soy un experto filológico en la obra de Kafka. Elisa Martínez me censura la extremada subjetividad con que está escrito mi libro sobre Kafka. Dice que mi libro no es un libro sobre Kafka sino sobre mi admiración hacia Kafka. Así comienza su reseña, con este distingo moralmente inquietante: mi libro sobre Kafka no habla de Kafka sino de mi admiración a Kafka. ¿Molesta mi amor a Kafka?  ¿Se puede escribir un libro sobre Kafka sin admirarlo profundamente? Desde luego, yo no lo escribiría. Hay un profundo divorcio entre el mundo académico y el mundo de la literatura viva. 

No leemos a Cervantes porque sea una excelente pieza para la crítica académica. Si fuese así, no existiría la crítica académica de Cervantes. Pues si esta existe es porque antes existió la pasión por Cervantes de los escritores de medio mundo, que se pusieron a hablar del Quijote desde la emoción y la admiración arrebatada. Si hoy Kafka es motivo de que alguien del mundo académico me censure que me puede más el amor que el rigor es porque antes existieron libros arrebatadamente enamorados de Kafka como los de Brod o Janouch. 

Kafka, como Cervantes, no tiene dueño. Kafka es de sus lectores, y sobre todo del amor con que se le lee. Por eso mi libro sobre Kafka sí es un libro sobre Kafka. Aunque sería tan maravillosamente kafkiano que tuviese razón Elisa Martínez y que yo, intentando escribir un libro sobre Kafka, hubiera escrito un libro sobre otro Kafka, que no es el Kafka que Elisa piensa cuando piensa en Kafka. 


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