Agustina, fragmentos de una gramática (de Satélites; lunares / Ánima, nos quiebras)

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III. Postales

 

8 / marzo / 1994

Hace mucho que vivo a orillas del río. Recorro los canales contigo y una mandolina. Tus ojos son escenario de tu voz: “La luz se refleja a ella misma cuando nos alumbra, en nuestra percepción de nosotros va mezclado siempre el reflejo de alguien más, un porcentaje de nosotros es puro anonimato, sin embargo, entre tanta tormenta hay gotas que logran arpegiar un acorde en nosotros, arpas abandonadas a la intemperie, y a eso le llamamos…”. Yo dejo de escucharte. La corta reja de mis dedos atraviesa las aguas, tres senderos en los que miro a los reflejos escenificar la tragedia o la comedia de un mundo que se desvanece más rápido. Tu cuello es un pabilo de vela que sostiene una flama cabizbaja.

 

16 / diciembre / 1994

A nosotros nos da mucha risa la adolescente que canta sobre las estrellas junto a la ventana, sin percatarnos hasta dónde estamos contenidos en ella, ¡a estas alturas de la noche! Somos una entre las desdichas que enumera en las estrellas. ¿Todavía hay algo de mí que lanzar a la hoguera o pronto se apagará el incendio?

 

21 / abril / 1996

Si es suficiente ojo el vacío, podremos reducir todo esto a las fantasías de quien mira la hoguera de sí mismo en el fuego de un quinqué cuyo cristal refleja su rostro pensativo. ¿No es como si se acabara de quemar su rostro y la oscuridad fuera su ceniza? ¿Soplará ahora la lámpara como si soplara en una trompeta el último suspiro de la canción para abandonar el también despoblado paisaje de su ventana? Sin edificios ni montañas. Sólo luces de postes comunicados por cables que penden sobre las calles. Igual que estas palabras una con otra.

 

23 /

Mi cerebro es un jardín enfermo

mis manos son la selva más pobre.

Mi mirada pensil, alternativamente candelabro y mano muerta.

La amargura y sus climas

… a su sol maduramos

nos coloreamos con los tonos de una capilla frágil

al caer noviembre /nuestras ruinas serán la mirada de un infierno gris

con ojos de cuento infantil

vi enterrados unos ventanales en las calles mojadas. Nuestra ceguera: nuestra voz: nos desvela solamente nuestro cuerpo dibujado con astros apagados.

Las paredes que faltan en tus conventos y los edificios derrumbados.

A la muerte le sobran todas las piedras, sudarios, relojes. Las palabras son el primer paso de un desterrado. ¿Lo que queda tras nuestra caída es la única ventana? ¿Son los pensamientos, o es el mundo, el arabesco que trazan las caídas?

 Ah, la baja muralla de nuestra voluntad

¿no divide ella, Ouroboros, la calma del abandono?

1999

13 / junio / 1888

Una palabra no es más que la mirada de alguien, la tuya. Una palabra significa reconocer a alguien entre una multitud infinita. Un rostro de un amor perdido o una cosa muy cursi y muy íntima como esa pero también el barandal y la frialdad de un barandal y la frialdad de un barandal sentida hace muchos años por un niño fotografiado en un papel sepia que se encuentra otro niño décadas después o que no se encuentra nunca. Esas cosas son las palabras y el lenguaje. Qué cosilla tan interesante. El pensamiento enmienda escisiones donde se las sienten pero no las hay. Y viceversa y viceversa.

       Duermo, duermo tranquilo en medio de todos los infiernos que llevo dentro.

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(Aguascalientes, 1994) es poeta. Ha publicado en diversas revistas como La libélula, Radiador, Abiert@, Cultura de Veracruz y Replicante!


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