para Cristian Lagunas
encontré una piedra gris
y le dije:
tenemos que resucitar
Juan Eduardo Cirlot
Existe una probabilidad altísima
de que nunca nos pasen cosas extraordinarias.
Una vida común,
sin clavos ni tres días para resucitar.
Nos incrustamos
en el sillón como piedras sucias,
inestables, con la memoria fresca
de algún desgajamiento,
horas martirizadas con latones
que expende el refrigerador
hasta nublarnos, giramos
el cuerpo a medias
que siempre va adelante
con su torpeza, decir
no hay caídas
pequeñas, todas las ruinas
tuvieron un imperio,
o no, mejor aún,
no todo desciende de grandezas,
hay ruinas de lo mínimo,
escombros de algún día
donde no pasó nada
o piedras que taparon sepulcros
para darnos alguna idea de Dios,
indigerible y grueso como el trago
de esta cerveza oscura,
una vida común postrados en la sala,
esperando a que el tiempo lo disolviera todo
hasta dejarnos en una cruz de huesos,
con el ventilador oreándonos
el nido de unicel y de colillas,
mientras afuera ardían catedrales antiguas
y se apagaban dos o tres certezas.
Enorme probabilidad
de que nunca seamos relevantes,
el cielo prototípico, empacado al vacío,
caducidad que entra a la ventana
con sus formas de luz distorsionada
por los cristales rotos, vidrios
por donde el Dios de la Semana Santa
nos dijo que era tarde
y cerrarían el Seven.
Altísimo el estruendo de la risa,
hablando de la música sacra
inserta en reguetones de moda,
reír de lo perecedero
y Dios asomándose siempre,
metiche estrafalario,
vestido con un saco de púas para rasgar
el aire y los abrazos
que no son para él
porque nos hiere. Dios,
con sus ojos de huérfano,
jugando a que se cae
y le aplaudimos.
Altísimo el sonido de las bocinas
al tocarnos como estrujando latas de cerveza,
metales que en el tacto dicen
su vocación real, su verdadero imperio
minúsculo, que algún recolector
nunca va a despreciar.
Existe la probabilidad
de que las cosas extraordinarias
les ocurran a otros,
mientras nos preguntamos
si el día de la resurrección,
al juntar nuestras latas,
obtendremos un kilo de aluminio.
(Acapulco, 1989) es poeta. Sus libros más recientes son Antibiótica y Búnker. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2019.