No es cierto que el amor dure tres años, como reza el título de la aclamada obra de Frédéric Beigbeder. Para Diego, el protagonista de la última ficción de Jacobo Bergareche, Las despedidas (Libros del Asteroide, 2023), el tiempo del estado amoroso se convierte en algo inmensurable y confuso: por una parte, está el amor que siente por su mujer Claudia, anquilosado, repleto de rutina y reproches; y, por otra, también emerge como un volcán esa embriaguez pasional que sintió, casi dos décadas atrás, por una desconocida anónima en un festival de música, a la que se reencuentra de forma absolutamente inesperada en el presente narrativo. ¿Es posible enamorarse hasta el tuétano de alguien en una semana ardiente bajo el influjo de las drogas o esos viejos sentimientos que retornan son una treta más de la peligrosa nostalgia?
La mirada al pretérito es una constante en la nueva novela de Bergareche, llegada a las librerías tras la exitosa acogida que tuvo con la publicación de Los días perfectos, también aparecida en el mismo sello editorial, en 2021. El protagonista vive en Madrid, tiene un trabajo que le permite ganar mucho dinero, como reconoce, una familia que de puertas afuera resulta envidiable, y disfruta los veranos en su casa vacacional de Menorca, donde escapa al mar con su llaut siempre que le apetece. No obstante, Diego padece un trauma que parece tan enquistado como su matrimonio: el suicidio de su primo Tomás, ahorcado pocos días antes de convertirse en padre. Este era alguien más que un primo para el personaje central; un amigo íntimo desde la infancia, del que deja una bella –aunque muy triste– sentencia sobre su imposibilidad de abrazar la estabilidad vital: “Tenía una forma de estar en el mundo que no funcionaba”, escribe Bergareche.
El duelo es uno de los grandes temas del libro, como ya se puede adivinar en el título elegido. Escribe el crítico y profesor José María Pozuelo Yvancos que esta temática es una de las líneas más potentes de la narrativa hispánica del actual siglo, y como ejemplo se pueden citar obras como El dolor de los demás (2018) o Anoxia (2023), de Miguel Ángel Hernández; El comensal (2015), de Gabriela Ybarra; Duelo (2017), de Eduardo Halfon; o la reciente esplendida novela de Elvira Navarro, Las voces de Adriana (2023). En todas estas es muy importante la dialéctica que puede establecerse entre recuerdo y olvido –dos términos que, lejos de ser antagónicos, se necesitan y se complementan, como recuerda Paul Ricoeur retomando algunas lecciones nietzscheanas– y también lo es en Las despedidas: la reaparición fantasmagórica –nunca mejor dicho, como se entenderá– de la antigua amante reflota un pretérito feliz, pero también puede hacer tambalear la tranquilidad familiar. Por momentos, el lector se pregunta qué hubiese pasado si Diego hubiese seguido su relación con su misteriosa amante y no hubiese retornado al confort familiar que otrora le daban Claudia y su hija recién nacida, Martina. Brota aquí el recuerdo de películas como la maravillosa La vida en un hilo (1945), de Edgar Neville, donde las decisiones que no se tomaron tienen casi más peso que las que sí.
También en la literatura actual, y no solo en el caso español, cuando la memoria aparece suele hacerlo asociada al “yo” del autor, lo que se inserta en el tan en boga género de la autoficción. Aunque el propio Bergareche se había dejado seducir por esta corriente introspectiva en anteriores escritos, en su novela de 2023 pretende alejarse de ello, aunque lo descrito y los personajes se basen en una realidad que conoce perfectamente: “No se puede hablar de autoficción en Las despedidas, por mucho que el mundo en que se desenvuelve Diego no me sea del todo ajeno. Ya me gustaría tener a mí una casa en Menorca”, nos dice el escritor entre risas, dos días antes de emprender un viaje a Guadalajara (México), a la Feria Internacional del Libro, a la que ha sido invitado.
El análisis formal de Las despedidas también deja conclusiones interesantes. El autor opta, con gran originalidad, por la corriente de conciencia, y aunque el motor de la historia la lleve un tramposo narrador omnisciente, lo cierto es que el lector –por medio del uso parcial de la segunda persona– podrá saber qué pasa por la cabeza de Diego, y cómo plantea las vicisitudes existenciales que acarrea el súbito regreso de la mujer que conoció en el Burning Man diecisiete años atrás. En otros momentos, la escritura está plagada de detalles y se puede calificar como visual, como ocurre en el primer párrafo del libro, lo que denota, quizás, esa otra vertiente escritural de Bergareche, como guionista de series de televisión –aunque nos confiesa que es algo que ya ha abandonado, aunque sí ejerce aún como productor–. Por último, convienen destacar los guiños a esas obras artísticas que han marcado la vida y desarrollo del autor, y que toman gran importancia en el relato, como una suerte de memoria cultural. Es el caso de canciones como Dark Star, de Grateful Dead. Y en lo literario, si alguien le ha influido a la hora de escribir esta historia, ese es un sujeto tan misterioso o más que la misteriosa amante.
Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).