Ya la luz retira
la mesa feliz del encuentro.
El girasol del deseo
repliega sus pétalos.
Mirra para el recuerdo
los dones compartidos: el pan,
la sopa de alubias, la música,
el poema de Idea Vilariño…
Taciturnos, subimos al ático.
Pendientes del crepúsculo
aspiramos el aroma
que despiden los geranios.
De vuelta, por la calle Salesa,
demorándose en vano
prólogo a la ausencia
discurren nuestros pasos.
La esquina llega como un plazo.
Palabras y miradas
sobrevuelan desorientadas
la aparente fortaleza de los abrazos.
De prisa, sin volver la cara
desciendo
y tomo el Metro
dirección Esperanza.
En el pesaroso trayecto
vuelve una voz y su plegaria.
Con ella pido a quien viaja
acaso oculto en el tiempo:
Haz que ninguno muera
sin antes volver a vernos. –