El propio James Joyce dijo en mรกs de una ocasiรณn que habรญa escrito su obra para mantener entretenidos a los especialistas durante trescientos aรฑos. Ahora que Ulises, publicado por primera vez en 1922, cumple un siglo, podemos constatar que esa profecรญa sigue haciรฉndose realidad, aunque sea de forma residual, en la industria de los estudios acadรฉmicos, pero al mismo tiempo debemos reconocer que el aura mistรฉrica que ha acompaรฑado a la novela desde su apariciรณn ha terminado por perjudicar su posteridad, convirtiรฉndola en una obra que todo el mundo conoce y pocos leen. Por otra parte, a nadie se le escapa que en este aniversario de aquel annus mirabilis de la literatura europea, lo que hasta hace poco habรญamos llamadoโcanon occidentalโ estรก sufriendo un descrรฉdito que habrรญa sido inimaginable para la generaciรณn de Joyce, T.โS. Eliot o Ezra Pound. El modernism constituyรณ un revulsivo estรฉtico muy virulento, pero, lejos de impugnar el canon, se preocupรณ sobre todo por desperezar la tradiciรณn, sacudiรฉndola desde sus cimientos e integrรกndola en su presente como si conformara un orden simultรกneo, por utilizar una expresiรณn memorable de Eliot. En ese sentido, Ulises sigue ofreciendo resistencia contra la domesticaciรณn de la literatura y la sumisiรณn a nuevos dogmas.
El viaje de Leopold Bloom y Stephen Dedalus es un trรกnsito de la oscuridad a la luz que opera en รกmbitos muy diversos y sincronizados. Pero, antes que nada, conviene recordar que el Ulises, como lo fue el Quijote, es una gran comedia al filo del abismo. El propio Joyce reconociรณ en una ocasiรณn a Samuel Beckett que quizรก se habรญa equivocado en su empeรฑo por sistematizar la novela con todos esos esquemas explicativos que suelen acompaรฑarla a modo de colofรณn y que a menudo, mรกs que guiarlo, disuaden al lector. Antes que un mamotreto hermรฉtico y vanguardista, Ulises es una obra viva y llena de humor, a ratos desternillante, irreverente, transgresora, excesiva, tambiรฉn en ocasiones pesada e incluso insoportable, pero al final luminosa y afirmativa. Atravesarla sigue siendo una experiencia insustituible y llena de sorpresas para el lector de nuestro tiempo.
ยฟPara quรฉ, se dicen muchos, esa complejidad formal, tan ostentosa y gratuita? La pregunta nos interroga de un modo especialmente angustioso en nuestra รฉpoca. Cien aรฑos despuรฉs de aquella revoluciรณn artรญstica, la literatura occidental parece sufrir una crisis de amnesia y desistimiento, como si todo aquello nunca hubiera ocurrido. Obras como Ulises, sin embargo, nos recuerdan que la novela, en cuanto gรฉnero depositario de la narrativa, acusรณ un dรญa una incapacidad para seguir contando, para dar testimonio de la experiencia del hombre con alegrรญa e ingenuidad. El fenรณmeno empezรณ a observarse a finales del siglo XIX. La novela, que habรญa aspirado a desplazar a la รฉpica y a la historia, comenzรณ a dar muestras de fatiga e incapacidad para abarcar el mundo. Ya Flaubert fue un sรญntoma de ese agotamiento. Su รบltima obra, Bouvard y Pรฉcuchet (1881), no es sino la dramatizaciรณn satรญrica del colapso del conocimiento, el รบltimo acto de la ilusiรณn burguesa de dominio. El estilo tardรญo de Henry James tambiรฉn estรก afectado por esa parรกlisis. En sus รบltimas novelas ya no ocurre nada salvo ese stream of consciousness โla expresiรณn es del propio Jamesโ de sus personajes paralizados ante sรญ mismos y sus decisiones morales. El ensayo y la especulaciรณn se estaban apoderando poco a poco de lo que antes habรญa sido el argumento. Para decirlo como Walter Benjamin, la progresiva desapariciรณn del clรกsico arte de contar historias supone tambiรฉn la extinciรณn de la sabidurรญa, del lado รฉpico de la verdad. La novela โy sobre todo la novela del siglo XXโ iba a postularse a partir de entonces como una รฉpica del conocimiento. Incluso Borges, con sus parรกbolas ensayรญsticas, ilustra ese problema.
La crisis de representaciรณn literaria que se observa en Ulises se puede comparar con las convulsiones que se manifiestan en otras artes paralelas como la mรบsica o la pintura. La reacciรณn contra la melodรญa y la tonalidad o la desapariciรณn de la perspectiva y la irrupciรณn de lo abstracto son sรญntomas de que el hombre occidental ya no podรญa verse a sรญ mismo segรบn los patrones establecidos durante milenios por la mรญmesis. El centro de referencia se desplazรณ o se destruyรณ, en parte debido al agotamiento religioso y a los avances cientรญficos, transformando para siempre nuestra relaciรณn con la muerte, con el horizonte escatolรณgico, y trastocando con ello la escala humana. Si bien Joyce no perteneciรณ a ningรบn movimiento vanguardista ni siguiรณ en su obra ningรบn dictado programรกtico, Ulises fue enseguida reconocido como la expresiรณn de un tiempo nuevo. Ezra Pound, que fungiรณ como muรฑidor del modernism, llegรณ a decir que la era cristiana habรญa terminado el 31 de octubre de 1921, cuando Joyce escribiรณ las รบltimas palabras de su novela. Y durante unos aรฑos, el mismo Pound rematรณ sus cartas con la leyenda post scriptum Ulixi, es decir, โdespuรฉs de la escritura de Ulisesโ. La nueva era, sin embargo, serรญa la del totalitarismo, que Pound, como tantos otros a ambos lados del espectro ideolรณgico, abrazarรญa con entusiasmo.
ยฟPor quรฉ Joyce eligiรณ el nombre de Ulises para titular su novela? Durante este siglo, en parte debido a ese gratuito esfuerzo de sistematizaciรณn al que antes hacรญamos referencia, se han estudiado hasta la saciedad las correspondencias entre la jornada de Leopold Bloom y el poema homรฉrico, con resultados tan aparentes como decepcionantes. La referencia a las peripecias de Odiseo es de รญndole extraformal. En su novela, Joyce se propuso integrar y subvertir el canon, haciendo que resonara con savia nueva. De acuerdo con esa extrema angustia de las influencias, que por primera vez se evidencian de un modo violento, Homero es el artรญfice de la palabra en el tiempo. En sus poemas se crea el acontecer de la historia y el devenir de la experiencia tal como en Occidente hemos aprendido a imaginarlas. La relaciรณn entre hombres y dioses, la guerra, el viaje, el regreso, la bรบsqueda del padre o el matrimonio son los constantes problemas humanos con los que hemos construido nuestra representaciรณn. Dos mil aรฑos despuรฉs, el tรญtulo de Ulises no podรญa ser mรกs que irรณnico. Lo que en la รฉpica fue oralidad y escucha comunitaria ahora era escritura y lectura individual. La relaciรณn entre hombres y dioses habรญa quedado truncada con el agotamiento del cristianismo. La rica y dilatada experiencia de Odiseo en su poema lleno de aventuras se redujo a un dรญa cualquiera en la vida de un medio judรญo cornudo en la ciudad de Dublรญn y en un aรฑo indiferente. Las perspectivas de realizaciรณn รฉpica โel nacionalismo irlandรฉsโ se ahogaban en su propia banalidad. La metรกfora homรฉrica, por tanto, solo podรญa ser negativa.
Y es que, a pesar de los fuegos de artificio, Ulises no es mรกs que una novela. Y, en cuanto tal, asume y explota todas las limitaciones de su gรฉnero, postulรกndose tambiรฉn como conclusiรณn de la odisea imaginativa que empezรณ con Cervantes. No deja de ser elocuente que tanto el Quijote como el Ulises, alfa y omega de una tradiciรณn, fueran en su origen un relato breve, una novela ejemplar en el caso de Cervantes y un cuento de Dublineses en el de Joyce. Tanto a uno como a otro autores, sus dos personajes se les emanciparon del argumento, escapando del destino para repetirse a sรญ mismos hasta el infinito. De la misma manera que el caballero y su escudero son una parodia de una experiencia trรกgica extinta, Leopold Bloom y Stephen Dedalus aparecen a principios del siglo XX para certificar el agotamiento del drama burguรฉs que venรญa contando la novela. Cyril Connolly observรณ que en Ulises los personajes no tienen evoluciรณn. Pero es que ese es precisamente el asunto que trata la novela. Las tramas de iniciaciรณn, de formaciรณn, de desencuentros paternofiliales y de adulterio que habรญan constituido la cantera de la gran novela moderna estรกn aquรญ elididas y difuminadas en favor del estudio de unos personajes y su relaciรณn con el lenguaje. Joyce parece estar diciendo: โYa sabemos quรฉ les ha pasado, ahora debemos preguntarnos quรฉ son.โ
Joyce pudo permitirse esa transgresiรณn porque antes habรญa ensayado todos los gรฉneros, desde la poesรญa y el cuento hasta el teatro y la novela de formaciรณn. La totalidad de su obra, de hecho, se reduce a una serie de motivos que se repiten y se transforman en estilos distintos hasta llegar al paroxismo de Ulises. Dublineses (1914) sigue siendo una colecciรณn ejemplar de estampas sobre la vida de una sociedad. Exiliados (1915) es un buen drama ibseniano sobre el matrimonio. Y Retrato del artista adolescente (1916) es una Bildungsroman en la que, como observรณ Anthony Burgess, por primera vez lo que se cuenta afecta al estilo. Ulises no serรก sino la problematizaciรณn radical de todos los elementos desplegados en estas obras. Stephen Dedalus, el alter ego de Joyce, se encuentra con Leopold Bloom, cuya experiencia sentimental prolonga y complica lo que ya se habรญa estudiado tanto en โLos muertosโ como en Exiliados. Y, por supuesto, la experimentaciรณn estilรญstica del Retrato se convierte ahรญ en otro personaje. Es interesante observar cรณmo Joyce defrauda las expectativas del lector de novela clรกsica, ya que el primer capรญtulo presenta a unos personajes cuya historia luego aborta para centrarse en otros aspectos que nunca habรญan merecido la atenciรณn del gรฉnero.
ยฟQuรฉ cuenta entonces Ulises? Retrato del artista adolescente se abre con una cita de las Metamorfosis de Ovidio: โEt ignotas animum dimittit in artesโ (โY aplicรณ su oscura alma a las artesโ). La frase se refiere a Dรฉdalo, el artesano que construyรณ el laberinto en el que quedรณ encerrado con su hijo รcaro por orden del rey Minos. Gracias a esas oscuras artes, Dรฉdalo pudo ingeniar las alas de cera con las que padre e hijo escaparon de la prisiรณn. Para Joyce, el mito de Dรฉdalo representa la propiedad del arte para liberarnos de los lazos familiares e histรณricos. A pesar de toda la negatividad que soportaron, los autores del modernism son los รบltimos que manifiestan una fe inquebrantable en el poder y la magia de la imaginaciรณn artรญstica. En ese sentido fueron herederos del esteticismo de finales del siglo. Y Joyce, como Pound, estuvo toda su vida convencido de que la literatura era una nueva religiรณn. No en vano se sintiรณ hijo tanto del naturalismo como del simbolismo. Por ello, en Ulises, el lenguaje ya no es solo un instrumento, sino tambiรฉn un protagonista mรกs, quizรก el principal.
La cuestiรณn del lenguaje atraviesa por supuesto toda la estรฉtica de la รฉpoca. Un aรฑo antes de la publicaciรณn de Ulises, Wittgenstein habรญa revolucionado la filosofรญa con el Tractatus logico-philosophicus, iniciando la mรกs seria interrogaciรณn que se ha formulado en torno a los lรญmites del lenguaje. Por su parte, Joyce tambiรฉn se preocupรณ por cartografiar las fronteras del mundo de la palabra, sometiendo a sus personajes a un examen verbal sin precedentes. El lenguaje, en Ulises, nace, se desarrolla y se destruye. ยฟQuรฉ queda de verdad en la palabra? Esa es una de las preguntas constantes de la novela, que por ello mismo se enfrenta a los grandes padres de la tradiciรณn literaria. No solo Homero, sino tambiรฉn Shakespeare y Dante desempeรฑan un papel primordial en el combate a muerte que Joyce libra con la herencia recibida. Joyce, Eliot y Pound fueron los primeros en someter a juicio el canon europeo acuรฑado por los romรกnticos, sintiรฉndose depositarios de un legado que a la vez cuestionaron con severidad.
Stephen Dedalus es el hijo descastado que huye de la casa paterna para buscar a un padre espiritual que acaba encontrando en Leopold Bloom. Bloom es un hombre vulgar y corriente de casi cuarenta aรฑos, agente de publicidad, descendiente de judรญos hรบngaros emigrados aunque convertido al protestantismo. รl y su mujer, Molly, una cantante de รณpera bastante conocida en Dublรญn, tienen una hija de quince aรฑos, Milly, que ya no vive con ellos, pues se ha ido a otra ciudad a estudiar fotografรญa. El matrimonio tambiรฉn tuvo un hijo, Rudy, que muriรณ a los once dรญas de nacer โrecuerdo de la muerte de Hamnet, el hijo de Shakespeare que falleciรณ a los once aรฑosโ, una pรฉrdida que traumatizรณ a Molly, que por ello no ha querido tener relaciones sexuales con su marido en la รบltima dรฉcada. Molly, en cambio, tiene una aventura con Blazes Boylan, su mรกnager. Por su parte, Bloom se limita a mantener una relaciรณn epistolar clandestina con una tal Martha Clifford. A pesar de todo, Bloom y su mujer se siguen queriendo mucho, como sabemos por el monรณlogo final de Molly.
Stephen irrumpe en esas vidas ordinarias en busca de una revelaciรณn. Hasta entonces, su vida ha consistido en un perpetuo desacato โโNon serviamโ fue el lema de Joyceโ, pero poco a poco ha ido comprendiendo que todos sus sueรฑos de redenciรณn polรญtica, intelectual y religiosa son falsos. Al principio le sorprendemos viviendo con dos compaรฑeros en la torre Martello, apartado de todo, como Telรฉmaco a punto de salir y crear a su padre. Irlanda es una tierra baldรญa, dominada por un rey inglรฉs y un papa italiano. Incluso su lengua es a la vez propia y extraรฑa. El encuentro con Bloom le va enseรฑar a Stephen que el verdadero viaje espiritual estriba en abandonar las ilusorias seguridades del ego y la identidad y asumir el desarraigo de la existencia. Dedalus parece seguir la mรกxima de Hugo de San Vรญctor, segรบn la cual el hombre para quien su tierra es la mรกs dulce es aรบn un principiante; aquel que ve todo suelo como el de su paรญs natal ya es mรกs fuerte, pero solo es perfecto quien se atreve a ver el mundo entero como un exilio. En eso consiste en realidad su misiรณn de ยซforjar en la fragua de su alma la increada conciencia de su razaยป.
En esa variante de la Telemaquia, Joyce invoca tambiรฉn al espectro de Shakespeare, su ancestro en el manejo virtuoso del inglรฉs. En ese aspecto, Ulises es una poderosa y a la vez satรญrica meditaciรณn sobre Hamlet y el mito de la paternidad. El prรญncipe de Dinamarca tambiรฉn huye de la rueda de poder y sacrificio a la que parece destinado para intentar alumbrar otra cosa, descubriรฉndose en el exilio de la edad madura. Todo el ciclo trรกgico de Shakespeare, sobre todo el que va de Enrique IV a Hamlet y El rey Lear, aborda ese problema, que no se resolverรก hasta los romances tardรญos. En obras como Cuento de invierno o La tempestad, lo trรกgico parece encontrar una soluciรณn. La muerte intolerable de Cordelia se redime en el feliz reconocimiento de Miranda por parte de Prรณspero, su padre. La esterilidad de tierra frรญa y calaveras con que se cierra Hamlet, concretada en la muerte de la inocente Ofelia, se transforma en una luminosa fertilidad representada por personajes femeninos triunfantes y restituidos, ya se llamen Miranda, Perdita o Hermรญone. Bloom y Stephen se encuentran en el hospital de la maternidad, donde oyen el trueno que supone un renacimiento interior, el acceso a otra forma de espiritualidad, igual que al final de La tierra baldรญa de T.โS. Eliot, el poema que zanjรณ el aรฑo que habรญa empezado con Ulises.
Joyce, como es bien sabido, fue un escritor de formaciรณn catรณlica, educado en los jesuitas, pero su pertenencia a la tradiciรณn anglosajona le permitiรณ disfrutar del privilegio, negado en otras lenguas, de trabajar con un instrumento que habรญa sido templado en la traducciรณn de la Biblia y afinado luego por un autor, Shakespeare, que llevรณ la imaginaciรณn del Renacimiento a una concepciรณn del hombre emancipada del cristianismo. Esa influencia, inexcusable para cualquier escritor de su รกmbito, fue especialmente problemรกtica para Joyce, quien, al igual que Eliot, oscilรณ entre la devociรณn a Shakespeare y a Dante, entendido este como poeta canรณnico de la Europa catรณlica. Joyce, ademรกs, en el largo destierro que le llevรณ a abandonar Irlanda muy joven y a vivir en Parรญs, Trieste y Zรบrich, adoptรณ el italiano como lengua casi propia y con ella se comunicaba con sus hijos. Hay en รฉl, como en el caso de Eliot, un desplazamiento hacia la vieja Europa que le permite ampliar la distancia con que los irlandeses, por su propia idiosincrasia, han juzgado tradicionalmente la cultura inglesa.
Bajo la influencia de Dante, Ulises puede leerse como un descenso a los infiernos. De hecho, segรบn admitiรณ รฉl mismo, Joyce quiso organizar su obra segรบn el patrรณn de la Divina Comedia. Ulises serรญa el infierno y Finnegans Wake (1939) el purgatorio. El paraรญso iba a ser una obra sobre el ocรฉano que no llegรณ a escribir. Pero, de acuerdo con algunos testimonios, Joyce querรญa que fuera una pieza breve, sencilla y diรกfana, el regreso a la claridad despuรฉs de la larga agonรญa de la oscuridad y el hermetismo. En su caso, sin embargo, el modelo de Dante le sirve, a diferencia de lo que ocurre con Eliot, para tratar de huir de la ortodoxia catรณlica, en especial de su idea de Dios, que Joyce quiere reformular en tรฉrminos de inmanencia: God is a shout in the street. Dios no es esa escisiรณn ontolรณgica creada por el monoteรญsmo, sino un grito en la calle. La huida de la casa del padre y el encuentro con el principio femenino, como le ocurre a Odiseo con Circe o Calipso, supone tambiรฉn una transformaciรณn espiritual, un trรกnsito de la trascendencia a la inmanencia que debรญa cumplirse en ese Paraรญso que no llegรณ a escribir pero que se intuye en โAnna Livia Plurabelleโ, el รบltimo capรญtulo de la Parte I de Finnegans Wake dedicado a esa madre que tambiรฉn es esposa y rรญo. Todo eso ya estรก prefigurado en el encuentro entre Stephen y Poldy Bloom, que es el hombre corriente, el hombre de la calle con los pies en la tierra que enseรฑa a su hijo adoptivo a ver el mundo con una humildad generativa. Al final, el gran asunto de Ulises es el amor, pero no un amor mayรบsculo ni ultraterreno, sino el sentimiento mรกs comรบn y difรญcil, la caritas, aquello que sobrevive, a pesar del dolor y las infidelidades, en el seno del matrimonio Bloom.
Como vemos, Ulises sigue siendo una obra viva e incitante para el lector del siglo XXI, tan extraviado en tantos aspectos. Leรญda hoy, la novela sorprende por la cantidad de sรญntomas que su autor detectรณ con respecto a las transformaciones que entonces estaba sufriendo la sociedad occidental y que hoy ya son rasgos dominantes de nuestro mundo. Para empezar, Joyce, que tenรญa un oรญdo para el inglรฉs comparable tan solo al de Shakespeare, se dio cuenta de hasta quรฉ punto el lenguaje estaba agotado y vigilado, exhausto. Hay capรญtulos enteros escritos con la jerga de las revistas femeninas o de las publicaciones para varones. En el mundo de Ulises, la publicidad, el periodismo y el clichรฉ lo han invadido todo. El flรขneur de Baudelaire ya es, como profetizรณ Benjamin, un hombre anuncio. Joyce demuestra en quรฉ medida el lenguaje pรบblico estรก degradado y explotado, a punto de ser un instrumento de las tiranรญas, sin duda el precedente de la actual imposiciรณn de lo polรญticamente correcto. La clรกsica forma de narrar se ha agotado tambiรฉn porque ya no hay un lenguaje apto para ella. La salida solo puede ser la parodia, el sarcasmo, la caricatura, las sucesivas eras estilรญsticas de la lengua inglesa despidiรฉndose con una รบltima carcajada. La eclosiรณn final de la palabra interior de Molly Bloom es el รบnico momento en que el lenguaje parece recuperar su pureza. El monรณlogo de la esposa se convierte asรญ en el despertar tras una pesadilla de muerte, mentira y esterilidad que culmina en una afirmaciรณn orgรกsmica, paradรณjicamente el final mรกs luminoso de toda la literatura del modernism.
Pero hay mรกs seรฑales aรบn acerca de las inercias de nuestro tiempo. Joyce se atreviรณ a llenar el lenguaje y la vida de sus personajes con la entonces casi inexplorada fisiologรญa de los cuerpos. En contraste con la vida mental de Stephen, Bloom encarna toda la experiencia somรกtica, desde la comida y el sexo hasta la defecaciรณn y el esputo. Algo parecido harรญa Thomas Mann en La montaรฑa mรกgica (1924) y mรกs tarde Cรฉline en todas sus novelas. La actual preeminencia del discurso biolรณgico, que ha terminado con la metafรญsica, estรก ya ahรญ anunciada y expuesta con una crudeza que hoy nos asombra y nos sigue provocando. Lo mismo sucede con las seรฑales de muerte que Joyce disemina a lo largo de la novela de forma ominosa e insistente. Una nueva marea de aniquilaciรณn parece estar acercรกndose en estas pรกginas, como si Joyce se hiciera eco de la matanza que estaba teniendo lugar en Europa mientras escribรญa la novela. El entierro de Paddy Dignam, con la visiรณn del matadero de camino al cementerio, funciona en ese sentido como la apariciรณn de una nueva forma de muerte, ya sin redenciรณn ni salvaciรณn posibles. Lo mismo que la beastly death de la madre de Stephen. El hijo ha convertido la muerte de la madre en una muerte animal al negarse a rezar de rodillas a su lado, como ella le habรญa pedido. Aquel non serviam le convierte al final en un canalla.
A lo largo de este siglo, Ulises ha pasado de ser una obra herรฉtica, prohibida y censurada, como lo fue al principio, a consagrarse luego en el canon con una autoridad indiscutible que acabรณ por desactivar su fiereza hasta convertirla en una ruina de museo inocua e incluso desprestigiada. Joyce ha tenido epรญgonos insoportables que le han hecho un flaco favor, pero tambiรฉn discรญpulos inteligentes y hรกbiles que supieron aprovechar su influencia sin dejarse abrasar por ella, como fue el caso de Samuel Beckett, que llevรณ el protagonismo del lenguaje a un extremo opuesto, el de Nabokov, para quien Ulises fue siempre su gran modelo, o el de Anthony Burgess, acaso el novelista que mรกs provecho supo sacarle al maestro sin caer en sus trampas. Borges llegรณ a decir que si hubiera que salvar dos obras de la literatura moderna deberรญamos elegir Ulises y Finnegans Wake, como muestra de lo que Virginia Woolf llamรณ โun glorioso fracasoโ.
Convengamos en que hoy, un siglo despuรฉs de su publicaciรณn, la influencia de Ulises es mรกs bien escasa, por no decir nula. La industria acadรฉmica que se dedicรณ a oscurecer aรบn mรกs su sentido ha sido sustituida por la industria de los estudios culturales, algo que tal vez constituya el รบltimo estadio de esa edad caรณtica profetizada por Giambattista Vico en un ciclo que Joyce utilizรณ para estructurar el Finnegans Wake y que Harold Bloom tomรณ prestado para componer su particular elegรญa por el canon occidental. Sin embargo, mientras esperamos el amanecer de una nueva edad democrรกtica, quizรก podamos hacer de la necesidad virtud. Despojadas de su autoridad, las obras maestras del modernism se muestran otra vez como lo que fueron al principio, desafiantes e insumisas, dispuestas a transgredir los nuevos lรญmites que nuestra sociedad actual, acaso sin ser consciente de ello, se ha terminado por imponer.
Este texto es el prรณlogo de la nueva ediciรณn de Ulises en Lumen. La traducciรณn โrevisadaโ de la novela es de Josรฉ Marรญa Valverde.
(Palma de Mallorca, 1977) es editor-at-large de Random House Mondadori.