Pierre Boulle fue uno de tantos escritores que ayudaron al crecimiento del cine sin que su trabajo literario tuviera mayor reconocimiento en la posteridad. Actualmente, poco se sabe de su obra escrita. En un intento por sacarla del olvido podría apelarse a la saga de películas que inició en 1968, cuando se exhibió El planeta de los simios. Sin embargo, la narrativa del autor francés no sólo fue ciencia ficción.
Desde los primeros años de su vida, Boulle estuvo marcado por los conflictos bélicos. Nacido en Aviñón el 20 de febrero de 1912, tenía apenas dos cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Tanto ese episodio, como la Segunda Guerra Mundial, influyeron en su obra. En 1936, su espíritu aventurero lo llevó a trabajar en una plantación de caucho en Malasia. Pocos años después, al desatarse los enfrentamientos armados, el Servicio de Inteligencia de Francia le encomendó tareas de espionaje y sabotaje en Indochina, bajo el nombre clave de Peter John Rule. Para 1942, es capturado en Hanoi, Vietnam, y sentenciado a trabajos forzados de por vida.
Boulle supo mezclar todas sus experiencias de vida con la formación literaria que le dieron sus padres desde pequeño. Las novelas y relatos de viajes de Joseph Conrad y Somerset Maugham figuraron entre sus lecturas favoritas. Es clara la cercanía de algunos trabajos de Boulle con los de aquellos autores ingleses. Por ejemplo, la primera novela del escritor francés, William Conrad (1950), así como el nombre de su protagonista, hacen honor al autor de El Corazón de las tinieblas. En el caso de El sacrilegio malayo (1951), segunda novela de Boulle, los escenarios que presenta son muy similares a las ambientaciones selváticas y las circunstancias de opresión que describen tanto Conrad, en el título referido, como Somerset, en sus narraciones de viaje On a chinese screen. Así, con nociones previas sobre la temática del avasallamiento humano y animado por su situación en tiempos de guerra, Boulle indagó, entre otras cosas, sobre los motivos por los cuales el ser humano podía, ayudado por su inconsciencia o estulticia, acabar consigo mismo.
El puente sobro el río Kwai (1952), primer título de Boulle adaptado al cine hacia 1957 y merecedor de siete premios Oscar, representa la cumbre de sus historias ambientadas en tiempos de guerra. En esta novela, la tercera de veinticuatro en toda su trayectoria literaria, Boulle retoma las vivencias como espía en Indochina. Las escenas del libro traducen los vanos esfuerzos de un grupo de soldados ingleses por levantar un puente que facilitará el desplazamiento de las tropas enemigas japonesas. Cuando el general Nicholson acepta llevar a cabo la construcción, con el único fin de elevar la moral de sus connacionales prisioneros, otro contingente de ingleses buscará derribarla. Lo que uno erige, otro lo demuele, he ahí la paradoja del hombre moderno; la destrucción intraespecie, si se quiere hacer caso al pensamiento hobbesiano que tantas resonancias tiene en Boulle.
Pero, sin duda, la novela donde se hace patente el pesimismo del autor francés respecto a las aberraciones del ser humano es El planeta de los simios (1963). Si bien este título se separa del realismo de las novelas antes mencionadas, al plantarse en el terreno de la ciencia ficción, probablemente sea el ejemplo más acabado de la mordacidad en la obra del escritor francés.
Junto a Huxley, Bradbury, Wells, Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein e Isaac Asimov, Boulle fue representante de aquella oleada que, a lo largo del siglo XX, disfrutó de plantear escenarios futuristas donde el rol del ser humano, por lo general, se vuelve distópico.
En El planeta de los simios se satiriza la evolución del hombre y se invierten los planteamientos darwinianos. De esta forma, lo que parece la cúspide de la civilización y del razonamiento alcanzados en nuestra era, en realidad representa el punto de partida: si somos humanos es sólo para llegar a ser simios, o bien, vivimos todo el tiempo como primates para jamás sobrevivir como humanos.
El argumento de la novela, recordemos, comienza cuando una pareja de turistas está de viaje por el espacio. Mientras observan los astros a su alrededor se encuentran con una botella dentro de la cual hay un manuscrito del periodista Ulises Mérou. Él, según hace constar en el pergamino, se sumó en el año 2500 a una expedición con el profesor Antell y su discípulo Arturo Levain, todos provenientes de la Tierra. Al llegar a un planeta desconocido, son perseguidos y apresados por los simios que gobiernan aquel lugar donde los seres humanos son objeto de experimentos y maltratos.
Si bien el trabajo cinematográfico derivado de El planeta de los simios no resultó tan aclamado por la crítica como el de El puente sobre el río Kwai, fue el que mejor contribuyó a conservar el pensamiento crítico de Boulle. El autor francés fallecido en 1994 jamás participó en las adaptaciones de sus novelas al cine. Cuentan que, tras el éxito de su novela de ciencia ficción en la pantalla grande, la Century Fox le solicitó el guión para una segunda película, pero el libreto presentado, a pesar de haber retomado la escena de la Estatua de la Libertad –que por cierto no aparecía en su novela, pero sí en el final del primer film–, no sirvió de nada. Según refirió hace poco a la BBC Clement Pieyre, amigo cercano del otrora espía, “había consenso general de que Boulle era un escritor increíblemente imaginativo, pero no entendía el cine”. Aun así, la industria hollywoodense ha sido la que mejor ha recordado su trabajo.
(Ciudad de México, 1987) ha colaborado en diferentes medios nacionales; es egresado del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia