Durante años se escuchan en las sobremesas determinadas ideas políticas, pero después el hijo crece y acaba defendiendo postulados en una onda completamente opuesta a la de sus padres. Por rebeldía. Por aventura. A veces por amor. Algo así le ocurrió a la gallega Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851- Madrid, 1921), tal y como cuenta Isabel Burdiel en la vasta biografía -más de 600 páginas y otras casi 200 de bibliografía y notas- que acaba de publicar sobre la escritora en Taurus. Era hija de José Pardo Bazán, un liberal progresista en el Congreso de los diputados en la época del sexenio, y de Amalia de la Rúa-Figueroa, mujer librepensadora. Sin embargo, ya en la adolescencia se mostró contraria las tesis del liberalismo político y abrazó la causa carlista y tradicionalista. Sucede en las mejores familias y la de Pardo Bazán, hidalga y adinerada, lo era.
“Tiene mucho que ver con los cambios políticos. El siglo XIX se fue moderando en cierto sentido. El mundo fue más radical en los años 40, 50 y 60 que luego. Y tiene que ver con la actitud transgresora ante el mundo en el que vivía, con la relación con su marido Pepe Quiroga…. Es bastante misterioso cómo se deciden ambos a convertirse en carlistas, ya que la familia de él también era liberal. Tenían 17 y 19 años respectivamente y el carlismo tenía una aureola romántica”, comenta la historiadora Burdiel, una de las mejores en su campo que ya obtuvo el Premio Nacional de Historia en 2011 por una biografía sobre Isabel II. “Era lo que estaba prohibido”, añade.
Esta actitud desvela la compleja personalidad de la autora de Los pazos de Ulloa y La Tribuna. Una mujer que, según Burdiel, supuso “un eslabón suelto entre progresistas y conservadores”, ya que en otras muchas facetas de su vida, como en la defensa a ultranza de la libertad de expresión y en la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, fue una mujer muy avanzada. De esto da fe, por ejemplo, su relación con los krausistas como Giner de los Ríos, con quien mantuvo amistad toda la vida pese a tener ideas políticas opuestas. O incluso en su amor por Benito Pérez Galdós -que demuestra también una forma de entender el amor bastante contemporánea-, más cercano al republicanismo mientras que ella ni siquiera llevaba a bien ciertas ideas sobre la democracia.
“Pardo Bazán pone en cuestión las categorías que se estaban formando en ese momento sobre qué es lo nuevo, qué es lo viejo, lo progresista, lo conservador… Ella plantea la posibilidad de que se pueda ser conservador y progresista a la vez”, reconoce su biógrafa, que además sostiene cómo la escritora consiguió introducir en el debate político la emancipación de las mujeres. “Y como su grado de celebridad era tan grande y como era considerada miembro del establishment, que desde allí se hablara de feminismo o de literatura naturalista fue muy rompedor”, apostilla Burdiel.
Cosmopolita, muy moderna (y con muchos enemigos)
A la escritora ya desde muy joven Galicia se le quedó pequeña. Tenía una visión mucho más abierta del mundo. Más cosmopolita, lo que hizo que se dedicara a aprender otros idiomas para poder leer otras literaturas, como la francesa. También sintió mucha pasión por la rusa. Sus viajes por Europa, su carácter enérgico, sus ganas de escribir otro tipo de literatura que no fuera la que se tildaba, ya entonces, como literatura para mujeres -“no quería ser ni bonachona ni mojigata”, según escribe Burdiel-, también hicieron que se granjeara no pocos enemigos, como Juan Varela o Clarín, con quien siempre mantuvo una relación de amor-odio. “Era una persona controvertida porque no pensaba por decreto, como decía ella. Provocaba sarpullidos en muy diversos sitios. Y luego, entre los más liberales había también mucha misoginia”, sostiene Burdiel.
El zarpazo que dio con el naturalismo, una tendencia muy novedosa que llegaba de Francia, hizo que más de uno -y de una- torciera el morro ante la presencia de esta escritora, que se permitió incluso teorizar sobre esta nueva corriente literaria en La cuestión palpitante. Todo lo que defendía en política desde un punto de vista conservador y tradicionalista -era una ferviente nacionalista española- se convertía en muy progresista y moderno en el terreno literario. “La ficción tiene eso. Se puede uno explorar a sí mismo y el mundo con menos cortapisas que en el ensayo o el panfleto político. En este sentido, creo que ella era muy transgresora”, alienta la biógrafa.
Otra de las causas que defendió fueron los derechos de autor para los escritores en una época en la que el sistema editorial no tenía nada que ver con el actual. Ni siquiera existían editoriales y eran los libreros los que editaban los libros. El copyright tampoco estaba avanzado y surgían copias piratas por todas partes. Ganar dinero con los libros era un asunto que ni siquiera se planteaba y existía el marchamo romántico de morir de la literatura. Pero ella, al convertirse ya en toda una celebridad a partir de Los pazos de Ulloa (1886), luchó por mejorar la situación económica de los escritores (aunque ella realmente no lo necesitara).
“Fue un momento en el que se empezó a defender la idea del escritor como un profesional que tenía que ganarse la vida. Y ella era muy luchadora. Siempre quiso controlar su obra en la medida de lo posible. Por eso ella misma editó sus obras completas, aunque luego hubo muchísima piratería. Se hizo miembro de la Sociedad de Autores y lo primero que hizo fue defender esos derechos”, comenta Burdiel.
Una relación complicada con el viudo de Rosalía de Castro
Si bien hubo hombres que la criticaron -no era fácil convertirse en una celebridad siendo mujer en aquel entonces y que a tu casa madrileña de la calle San Bernardo acudiera la flor y nata de la capital- también tuvo algunas asperezas con las mujeres, como le ocurrió con Concepción Arenal, una de las pioneras del feminismo. Pardo Bazán era feminista y defendía a las sufragistas inglesas, y como afirma su biógrafa, hubiera apoyado el voto para las mujeres en España, pero no siempre ellas la veían de su lado.
La relación más complicada fue con Rosalía de Castro, aunque después de que esta muriera. Como cuenta Burdiel, fue el marido de la autora de Follas Novas, Manuel Murguía, el que creó la rivalidad entre ambas mujeres. “Fue una cosa feísima ya que transfirió la rivalidad que él sentía con respecto a Pardo Bazán. Y con Rosalía una vez muerta. No se enfrentó él directamente. Era un tipo muy maleducado, muy neurótico y yo creo que muy mala persona”, afirma de forma tajante la biógrafa, quien también destaca que, mucho más que la cuestión del género, lo que había era un resentimiento de clase, ya que mientras Rosalía y su marido eran más de clase media, Pardo Bazán pertenecía a la hidalguía gallega acomodada.
En aquel enfrentamiento, en el que por otra parte Pardo Bazán tampoco se amilanó y escribió críticas con bastante condescendencia de la obra de Rosalía, había mucho de cómo tenía que defenderse el galleguismo y para la autora de La madre naturaleza, la visión de Murguía estaba muy cerca de lo provinciano. “Para ella su horizonte literario eran España y Europa y tenía la sensación, quizá equivocada, de que ese movimiento galleguista se quedaba muy anclado en la propia Galicia. Pero también es cierto que Pardo Bazán colocó a Galicia en el mapa, igual que Pereda colocó a Asturias o Galdós a Madrid. Se sentía profundamente gallega y lo que no aceptaba era que se hiciera una identificación entre galleguidad y escribir en gallego. Ella pensaba que era tan gallega escribiendo en castellano como en gallego. Y ese es un problema hasta hoy”. De hecho, aunque era defensora del nacionalismo español -que había extraído principalmente del nacionalismo francés- en la actualidad sería difícil encuadrarla. “A lo mejor hubiera sido una gran defensora del gallego o no. De lo que sí que era consciente era de que lo cultural y lo político no se pueden desligar. Es decir, no se puede decir, esto es solamente un movimiento cultural o esto es solamente político. Ella quería construir una nación moderna y sabía que eso se construye tanto desde la política como desde la cultura, y muy en concreto desde la novela”, añade Burdiel.
La venta del pazo de Meirás
Al final de su vida, sentía que su mundo iba muriendo, y que se iba volviendo mucho más crispado, mucho más nacionalista en el sentido más violento. “Se la consideró parte de una generación vieja y desde los puntos de vista más progresistas se la consideró una conservadora”, afirma Burdiel, quien también reconoce que su fuerte personalidad hizo que se tomara su propio desgaste con humor. “Esto de hacerse mayor no le gustaba mucho y tampoco quedarse anclada en una especie de icono ya domesticado”, sostiene.
Afortunadamente no le dio tiempo a ver lo que sucedió con su familia –su hijo Jaime participó en el golpe de estado de Sanjurjo en 1932 y después fue fusilado en Madrid durante la Guerra Civil por los republicanos- y su legado a partir de los años veinte. Como la pérdida del Pazo de Meirás, que su nuera vendió y que fue a parar a la familia del dictador Franco. “A ella no le hubiera gustado nada. Yo creo que es importante que se normalice esa situación porque esa familia ya ni lo utiliza. Tiene que ser un centro cultural de cultura gallega plural. Meirás debería volver al patrimonio gallego”, afirma la biógrafa.
Y también debería recuperarse más su obra, insiste Burdiel, puesto a que pesar de que aparece en los cánones de la literatura realista y naturalista decimonónica, “Pardo Bazán se ha quedado como especie de eslabón suelto y no la ha reivindicado nadie hasta ahora. Sí hay un núcleo de estudiosos que la han puesto en el centro del mapa literario, pero desde el punto de vista del público general se ha quedado una imagen estereotipada: la Pardo Bazán que cuenta chistes verdes…, pero la gran escritora que fue y lo divertido que es leerla es una pena que nos lo perdamos”. Esta enorme biografía que recorre su vida, pero también alumbra sobre su obra -y escribió muchísimo y de todo, desde novela a cuento, teatro, ensayo, artículos periodísticos y libros de viajes, ya que se tomó la escritura como un trabajo-, es un buen punto de partida.
es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.