Luis García Jambrina (Zamora, 1960), profesor de Literatura en la Universidad de Salamanca y escritor, ha publicado recientemente El primer caso de Unamuno (Alfaguara, 2024), donde convierte a Miguel de Unamuno en un “detective andante”. Ya había hecho una operación parecida con Fernando de Rojas, autor de La Celestina.
A Unamuno lo disfrutamos de todas las maneras posibles: intelectual, filósofo, novelista, articulista, ensayista, poeta, rector, diputado de las Cortes.
Hay muchos Unamunos en Unamuno. En mi novela lo someto a una experiencia de la que saldrá transformado. Por un lado, tendrá que enfrentarse a una investigación detectivesca llena de obstáculos y peligros. Por otro, se enamorará perdidamente de una mujer enigmática y ambigua. Por eso creo que se trata también de una novela de aprendizaje. Unamuno siempre me ha parecido un personaje fascinante. Para mí Unamuno es múltiple y poliédrico, incatalogable e imprevisible, y en eso reside buena parte de su gracia e interés. Yo muestro al gran escritor, rector e intelectual, pero también al marido, al padre de familia, al profesor, al enamorado a su pesar, al caminante infatigable, al investigador en pos de la verdad, al rastreador de enigmas… En definitiva, un personaje muy complejo y lleno de paradojas.
¿Qué características poseen los clásicos que le atraen tanto como detectives y grandes investigadores?
Me gustan aquellos clásicos que revolucionan la literatura y resultan transgresores o heterodoxos. Rojas lo fue por su condición de converso y su espíritu humanista. Creó un personaje que se convirtió en un arquetipo. Unamuno se pasó la vida cuestionándolo todo y enfrentándose al poder. Es el gran intelectual de su tiempo. Los dos se caracterizan por buscar la verdad de forma insobornable. Para mí son modelos y referentes no solo literarios, sino también éticos.
El Unamuno de El primer caso… es un personaje rico en matices. No deja indiferente, nos provoca, nos hace dudar, nos invita a pensar. Arranca con la razón ante todo, hasta que de la mano de otro gran personaje, Teresa, cae en la cuenta de la importancia de los sentimientos, de la intuición, del corazón, “hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento”.
Esa es una de las grandes lecciones de Unamuno: el pensamiento tiene que estar en continuo movimiento, no puede parar ni cristalizar o coagular en ideas, que a la larga se convierten en algo inerte y letal. Para ello el pensamiento tiene que cuestionarse continuamente a sí mismo. Por eso parece que unas veces dice una cosa y otras la contraria. Por otra parte, armoniza elementos que parecen contrarios: la razón y el corazón, el pensamiento y el sentimiento, la lógica y la emoción.
Hay que dejarse guiar por el corazón, pero sin olvidar que hay una inteligencia racional y otra emocional…
La razón sin la emoción resulta limitada y limitadora. Como dice Teresa en la novela: “Hay cosas que le son incognoscibles y todo lo que toca lo vuelve abstracto e inerte. Eso explica que el sentido del mundo y de la existencia humana y su sed de infinito sean algo que no se puede afrontar desde la ciencia o la lógica, sino desde la fe, la intuición y la imaginación. (…) La emoción, sin embargo, es fundamental para pensar de forma clara y eficaz y tomar decisiones inteligentes”. Por eso digo que la razón no basta, que se queda muy corta.
¿Unamuno no queda muy lejos? ¿En qué medida cree que puede estar de actualidad?
Unamuno está más vigente que nunca porque es más necesario que nunca. Yo añoro mucho su presencia en un momento como este en el que la mentira, o eso que llaman relato o narrativa, se ha instalado en la sociedad española y ha adquirido carta de naturaleza. Ojalá tuviéramos alguien tan valiente e independiente como él en la universidad, en la prensa, en las instituciones públicas. A veces leo alguno de sus artículos o de sus cartas y me parece que está hablando de ahora mismo.
Unamuno es El Quijote de nuestro tiempo en tantas cosas…
Él se identificaba totalmente con don Quijote, hizo suyo el personaje creado por Cervantes y lo convirtió en una ética, una filosofía, una política, una estética y una religión. Nunca dejó de enfrentarse a los bellacos y malandrines de la sociedad de su tiempo, que eran muchos y estaban por todas partes. En mi novela, Unamuno es un detective muy peculiar, concretamente en lo que yo llamo un “detective andante”. Es alguien que, de manera inesperada, tiene que lanzarse a la aventura de investigar unos crímenes, de desfacer entuertos en definitiva, como hacía don Quijote, que es el personaje literario con el que Unamuno más se identifica y al que más admira. Se trata, pues, de un cruce de detective y caballero andante. Como buen caballero andante, tendrá su enamorada, que, en este caso, tiene algo de mujer fatal. Se trata de una joven anarquista catalana llamada Teresa Maragall, un personaje muy ambiguo, con el que nunca se sabe por dónde puede salir. Al final, Teresa le dará a don Miguel una importante lección de vida. Su ayudante es un joven abogado, Manuel Rivera, fiel cumplidor de la ley y defensor de causas perdidas o, al menos, difíciles. Es una especie de contrapunto del protagonista. Este personaje equilibra un poco el de Unamuno, con el fin de que este no se desmande demasiado. Es algo así como Sherlock Holmes y el doctor Watson, pero también como don Quijote y Sancho; de modo que se irán contagiando el uno del otro y acabarán forjando una gran amistad.
El “quijotismo” es la locura lúcida. Es la insobornabilidad. Y así se muestra Unamuno en El primer caso.
Por desgracia, cada vez somos más cobardes y tenemos más miedo a encarar o decir la verdad. Preferimos los relatos. El autoengaño y la autocensura se han hecho fuerte dentro de nosotros. Somos incapaces de decir lo que verdaderamente pensamos y sentimos, si es que pensamos o sentimos, que yo a veces lo dudo. Leer a Unamuno es como darse un chute de pensamiento. Nunca nos deja indiferentes. Es una incitación constante.
Unamuno siempre intentó despertar a España de la ramplonería. Sin embargo, se le recuerda por frases “quejicas” como “me duele España”.
Yo creo que a don Miguel en España se le conoce mal. Tenemos de él una visión muy limitada o parcial. Unamuno escapa a toda definición y clasificación. Él nunca quiso que lo etiquetaran. Paradójicamente, le han asignado todo tipo de etiquetas. Y algunos partidos e ideologías han intentado llevárselo al huerto, hacerlo suyo, apropiarse de sus palabras tergiversándolas.
“Qué país, qué paisaje y qué paisanaje”. Qué forma más rotunda de explicar ese profundo desencanto que sentía.
Ese desencanto es el mismo que muchos sentimos ahora. En realidad, España no ha cambiado tanto. Se ha modernizado, eso sí, pero en una dirección muy clara: la del capitalismo avanzado. La corrupción, la desigualdad, la explotación, la ignorancia, la mentira, la falta de justicia… ahí siguen. En la novela se parte de algunas situaciones reales a través de las que trato de mostrar algunos aspectos de la sociedad de la época, tanto en el campo como en la ciudad. Naturalmente, esta es una obra de ficción, pero el trasfondo de la novela es histórico y tiene una base real, que está relacionada con la cuestión agraria y el problema del campo en la España en esa época, la de la Restauración. La novela parte de dos hechos que en ella aparecen amalgamados. El primero tuvo lugar en el otoño de 1905 en el pueblo de Boada. Todo lo que se cuenta sobre la carta que los vecinos envían al presidente de Argentina mostrándole su deseo de emigrar, que luego apareció publicada en la primera plana del periódico La Correspondencia de España, así como sobre los polémicos artículos de Maeztu y Unamuno, es real. También lo es la enorme repercusión mediática y política que la noticia tuvo en España. Por otro lado, los asesinatos que se narran en la novela son inventados, pero el primero de ellos está basado en uno que tuvo lugar veinticinco años antes de lo de Boada en un pueblo cercano, Matilla de los Caños del Río; un asunto del que también habló Unamuno. Ambos hechos están vinculados con la situación económica y social del campo salmantino en ese momento.
Decía en una anterior conversación, “sólo cambian los ropajes y las tecnologías; el ser humano es siempre el mismo”…
Estamos huérfanos de intelectuales como Unamuno. El desarrollo de la llamada Inteligencia Artificial –esta expresión horrorizaría e indignaría a don Miguel– nos va a pillar completamente inermes y se va a adueñar de nuestras conciencias y voluntades. Unamuno estaría clamando contra estas nuevas tecnologías tan peligrosas. También contra la mediocridad, el cinismo y la vileza de nuestra clase política.
¿Y qué es lo que nos pasa con la verdad? ¿Por qué, paradójicamente, resulta inverosímil?
El problema es que vivimos en eso que llaman la era de la posverdad. La verdad ha muerto, viva el relato, arriba la mentira. Es el imperio del relativismo absoluto. Por eso ahora, más que nunca, la verdad puede ser revolucionaria. Pero para ello hay que atreverse a reconocerla y a gritarla. Y en eso don Miguel fue un ejemplo, un modelo. Este año celebramos el centenario del destierro de Unamuno por atreverse a decir lo que pensaba, por enfrentarse a la dictadura de Primo de Rivera y al propio rey.
James Ellroy, en una entrevista, decía algo así como que la geografía es destino. En El primer caso de Unamuno la geografía, la topografía, determinan las vidas de los protagonistas en plena dehesa salmantina y con la reforma agraria como eje narrativo. En sus novelas, la geografía, el lugar, más que escenarios son verdaderos protagonistas…
Sí, yo creo que esa es una característica de mis novelas, y en esta más todavía. Por eso doy tanta importancia al espacio. En El primer caso de Unamuno el caso tiene que ver precisamente con la propiedad de la tierra, con el hecho de que esta pasara a concentrarse en unas pocas manos y dejara de ser tierra de labor para convertirse en una gran dehesa que beneficia solo a unos pocos. Eso provocó un cambio en la geografía salmantina y el abandono de muchos pueblos y aldeas, que quedaron absolutamente vacíos. En la ciudad de Salamanca, por otra parte, había un gran contraste entre su monumentalidad y el estado de las calles y las instalaciones sanitarias. A lo largo de la novela, visitamos muchos lugares: el hospicio, la estación, la morgue, el cementerio, el casino, la universidad, todo tipo de cafés, tabernas y bares, el convento de San Esteban… Todos ellos tienen mucha importancia en la trama y en el desarrollo de los personajes.
¿Por qué le atrae el lado oscuro desde el punto de vista literario?
Sentimos curiosidad y fascinación por lo oscuro, por el mal y por todo aquello que está oculto o escondido. Por eso nos gusta tanto la novela detectivesca y la novela negra. El buen investigador es el que se adentra en el reino de lo oscuro para averiguar la verdad sin importarle las consecuencias, como hace Unamuno en la novela e hizo en la vida real.
Por otra parte, ha creado un Unamuno muy cercano, con hijos, mujer.
Era muy importante mostrar a Unamuno en su vida cotidiana, como un personaje de carne y hueso. Por eso lo vemos conversando y a veces discutiendo con su mujer, doña Concha, a la que tanto quería. También jugando con sus hijos. O dando clase. En esta novela, el amor tiene mucha presencia. En ella Unamuno se debate entre el amor-costumbre, el amor arraigado en el dolor, y el amor-pasión, que es el que siente por Teresa, de la que no puede evitar enamorarse. El amor puede ser, en efecto, una vía de conocimiento y de autoconocimiento. En este sentido, debo confesar que yo empecé a escribir esta novela cuando estaba inmerso en una ruptura muy dolorosa. Yo echaba tanto de menos a la persona que amaba que creé el personaje de Teresa para poder seguir estando de alguna forma con ella. Y al final acabó convirtiéndose en protagonista junto con Unamuno. De alguna forma, los personajes tienen autonomía y vida propia.
Sus novelas pretenden ser una invitación a seguir leyendo y aprendiendo de forma amena y apasionada con un importante proceso de documentación.
Enseñar deleitando, aprender divirtiéndose, no hay tarea más noble y placentera que esa, y yo soy el primero que disfruta con la escritura. En mis novelas, y especialmente en esta, trato de amalgamar el entretenimiento con la enseñanza y la emoción. De ahí la importancia de la intriga. Es el cebo para que el lector quiera seguir leyendo y conociendo hasta el final. El mecanismo parece fácil, pero no hay nada más complicado que lo sencillo.
Por último, ¿habrá nuevos casos, nuevas aventuras de Unamuno?
El personaje de Unamuno da para mucho y mi proyecto es escribir una serie de novelas en las que Unamuno vaya investigando crímenes que tengan que ver con las circunstancias históricas y sociales de su tiempo y sus propias vivencias personales. Quiero hacer una novela por década para que así vayamos viendo cómo cambia y evoluciona el personaje y también la España de la época. El último caso sería una especie de epílogo y tendría lugar en la Salamanca de 1936, ocupada por el bando sublevado a las órdenes de Franco. Esto no quita para que, entre medias, pueda haber nuevos casos.