La tertulia literaria y cultural más longeva y de mayor influencia en nuestro país fue la llamada “tertulia del mate”, que convocó el padre Octaviano Valdés y que estuvo activa –domingo a domingo– de 1932 a 1991.
Una tertulia es una reunión de amigos organizados para conversar. En Letras Libres Gabriel Zaid ha escrito que “la tertulia es milenaria, pero la palabra tertulia es muy tardía”. De acuerdo a Zaid, el Diccionario de Autoridades (1737) define así a la tertulia: “La junta voluntaria o congreso de hombres discretos para discurrir en alguna materia”. Las de Platón en los jardines de Academo eran tertulias, lo mismo las de Sócrates en los parques y las plazas públicas. Las tertulias son instituciones (Zaid) de la amistad y la opinión pública.
Tertulias en México
En México se organizan tertulias desde hace siglos. Se sabe de una animada tertulia en casa de Hernán Cortés. Octavio Paz, en su libro sobre Xavier Villaurrutia, comenta que en 1938 “Xavier y Octavio G. Barreda me invitaron a su tertulia, en el Café París”. Esta tertulia tuvo dos épocas. La primera, en la calle de Gante, la frecuentaron Jorge Cuesta, Luis Cardoza y Aragón, Xavier Villaurrutia, Rubén Salazar Mallén, José Gorostiza “y, cuando estuvo en México, Antonin Artaud”. En la segunda época, en la calle 5 de mayo, solían reunirse todos los días, salvo los fines de semana, entre las tres y las cuatro de la tarde. Según Paz, lo más asiduos eran Octavio G. Barreda, Xavier Villaurrutia, Samuel Ramos, Eduardo Luquín, José y Celestino Gorostiza, José Moreno Villa, León Felipe, Jorge Cuesta, Elías Nandino, Bernardo Ortiz de Montellano, Rodolfo Usigli, José Luis Martínez y Alí Chumacero. “En una mesa distinta, a la misma hora, se reunían Silvestre Revueltas, Ermilo Abreu Gómez y otros escritores más o menos marxistas” (O. Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra).
“En nuestra mesa –dice Paz– se discutía y se contaban chismes literarios y políticos”. Ese y no otro es el meollo de las tertulias: literatura y política, argumentos, anécdotas, chistes y chismes. Un espacio predominantemente masculino, aunque, señala Paz, en su tiempo concurrían “varias mujeres notables: María Izquierdo, Lola Álvarez Bravo, Lupe Marín y Lya Kostakowsky”.
Me tocó participar, a finales de los ochenta, en la animada tertulia a la que acudían José de la Colina, Jorge López Páez, Juan José Reyes en algunas cantinas del centro de la Ciudad. Hasta dónde sé, José Luis Martínez S. es el centro de una tertulia que sigue activa.
He mencionado algunas, pero tertulias ha habido decenas, en la Ciudad de México y en otras ciudades del país. Pero sin duda, la que mayor alcance y duración tuvo fue la animada por el padre Octaviano Valdés.
Las tertulias católicas
Dentro del conjunto mayor de las tertulias culturales y literarias destaca el subconjunto de las tertulias católicas en México. Paso rápida revista a algunas de ellas. Un grupo de teólogos y curiosos de asuntos religiosos, conocido como los Oblatos, acostumbraba reunirse en el café Betis, en 16 de septiembre, bajo la égida de Dom Lemercier. Otra tertulia, en la calle de Berlín, en la Colonia Juárez, frecuentaba Gaspar Elizondo y sus amigos, muy cercana a Biblia, Arte y Liturgia, centro de irradiación católica de avanzada.
Una tertulia de intelectuales católicos se daba cita en La taberna literaria, un café situado en el pasaje Bolívar, que presidía Jesús Guiza y Acevedo, “pero en más de un sentido el lugar olía a viejo”, escribió Miguel Ángel Granados Chapa en Al aroma de café (IMDOSOC, 1998). Una tertulia católica más, a la que concurrían el líder anarquista David Orozco Romo, Vicente Leñero, Gaspar Elizondo y Ernesto Ortiz Paniagua, acostumbraba reunirse en un café ubicado en el pasaje Génova, en la Zona Rosa, propiedad de Jacobo Glantz.
Más cercana en el tiempo destaca la célebre tertulia Chesterton, a la que por años acudieron, y tal vez lo sigan haciendo, varios de los intelectuales más destacados de México: Ramón Xirau, Gabriel Zaid, Álvaro Mutis, Elsa Cecilia Frost, Javier Sicilia, Pablo Soler Frost, Armando González Torres, Julio Hubard, Vicente Leñero, Hugo Hiriart, Jean Meyer, Paco Prieto e Ignacio Solares, por mencionar solo algunos.
Orígenes de la tertulia del mate
Me he referido a “la tertulia del mate” cuando en realidad tres tertulias compartieron ese nombre. De acuerdo a Alfonso Castro Pallares, “la costumbre de hacer tertulia en torno al mate [té cebado con yerba mate paraguaya] la trajo a México don Jesús Castro Pallares cuando regresó del Colegio Piolatino de Roma en 1915”. La primera “tertulia del mate” fue la de los padres del Seminario Conciliar. La segunda fue la de los alumnos seglares del mismo seminario, con el padre “Chón” Hernández. La tercera fue la que fundó el padre Octaviano Valdés.
La tertulia del mate nació en 1932 como una extensión de la gran amistad entre Octaviano Valdés y los hermanos Méndez Plancarte, sus compañeros de estudio en la Universidad Gregoriana de Roma.
La tertulia tenía lugar en la casa del padre Valdés, en la calle de Protasio Tagle, en Tacubaya: “Sin programa ni propósito predeterminado se inició la tertulia con el padre Alfonso Méndez Plancarte, el poeta Alfonso Gutiérrez Hermosillo y el anfitrión, atraídos por la común pasión por la literatura” (Octaviano Valdés, Domínicas del mate, Editorial Hojas del mate, 1975).
La tertulia del padre Octaviano
Todos los domingos, por la mañana y hasta antes de las dos de la tarde, se reunía un numeroso grupo de intelectuales, escritores, artistas, sacerdotes, a la ceremonia del té. “El té paraguayo, conocido con el nombre de mate, posee la virtud social de promover y propiciar en torno suyo la agradable conversación y la amistad”, escribió el padre Valdés, nacido en Cacalomacán, Estado de México, en 1901.
La tertulia se caracterizó por su apertura intelectual y el nivel de su erudición. Un humanismo de puertas abiertas. Durante casi 60 años, “anteponiendo a las diferencias implícitas la capacidad del diálogo, un grupo de amigos se aventuró a dejar en segundo plano el credo inviolable y la certeza de la razón unívoca en beneficio de la libre reflexión intelectual”.
El padre Octaviano Valdés –poeta, humanista, crítico, cronista y narrador– fue el centro ecuménico de esas reuniones. Escribe Andrés Henestrosa: “La tertulia dominical del padre Valdés es la otra imagen de México que yo quisiera para todos: aquella en que por encima de diferencias de credo político y religioso, unos mexicanos se reúnen para conversar de las cosas que los unen de las dos repúblicas, igualmente amadas por todos”.
El padre Octaviano Valdés murió el 29 de mayo de 1991 y con él terminaron “las tertulias del mate”.
Ábside, la revista que surgió de la tertulia
A principios del siglo XX, los católicos mexicanos apoyaron a Madero y en términos culturales se situaron a la vanguardia. Pero la Revolución la ganaron los sonorenses que impusieron un jacobinismo que hundía sus raíces en los liberales de la Reforma. La Constitución de 1917 fue un golpe a los creyentes y, poco después, estalló con fuerza la rebelión cristera. En 1929 la cúpula eclesiástica pactó con Calles la paz, “benéfica para el país y para los creyentes” (G. Zaid, “Muerte y resurrección de la cultura católica”). Desde entonces, se excluyó a los católicos de la vida pública. Podían participar en política, sin salir del closet de su religiosidad. Podían participar en los espacios de la cultura revolucionaria y liberal, sin revelar su condición de creyentes. El gobierno dejó de perseguirlos, los católicos aceptaron ese arreglo y se refugiaron en la cultura humanística, primero en los conventos y más tarde, secularizados, en la Academia (en la Universidad, en su rama de Humanidades; en la Academia de la Lengua y en la Secretaría de Educación Pública, con Agustín Yáñez a la cabeza).
Es tiempo de revalorar el extraordinario aporte de la cultura católica. Destaco su importancia en varias ramas: en el periodismo, los católicos Julio Scherer, Enrique de la Maza, Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados Chapa al frente de Proceso; en las humanidades: el mayor humanista mexicano del siglo XX, Antonio Gómez Robledo (traductor de Platón, Aristóteles y Marco Aurelio, estudioso a profundidad de Dante, Maquiavelo y Vitoria; la más completa colección de traducciones y estudios clásicos de nuestro idioma (la Bibliotheca Scriptorum et Romanorum Mexicana, desarrollada en la UNAM casi en su totalidad por estudiosos creyentes seculares); en la literatura, nuestros mayores narradores: Juan Rulfo, Juan José Arreola, Agustín Yáñez, Elena Garro.
De singular importancia para el estudio y comprensión de la cultura católica moderna es el rescate y la próxima puesta en línea de la revista Ábside (1937-1963, trimestral, 160 números, una de las revistas culturales de mayor duración en México).
Cuatro años después de reunirse cada domingo a conversar y tomar mate, el grupo encabezado por Octaviano Valdés se propuso hacer una revista: “Si podían reunirse cada semana varios intelectuales de fuste y de alta formación, también podían crear una revista cultural”, escribió Tarsicio Herrera Zapién, uno de los últimos sobrevivientes de los tertulianos del mate. En una visita que Octaviano Valdés hizo con varios amigos a la parroquia de Otumba, donde oficiaba y radicaba Ángel María Garibay, se encontraban “a la sombra del ábside, o sea, la fachada posterior abovedada del altar parroquial de Otumba”. Allí nació la idea de fundar una revista y de llamarla Ábside.
La importancia de Ábside para la cultura mexicana no solo radica en la pluralidad y calidad de sus colaboradores, sino en su propósito de integrar el catolicismo en la sociedad. Los editores de Ábside representaban un humanismo real, no idealizado. El gran estudioso de Jorge Cuesta, Luis Panabiere, escribió sobre Ábside que “la gran mayoría de los que ahí escribieron parecían tener una conciencia de su función de contrapeso” de la cultura revolucionaria y la liberal, dominantes en el México de la postrevolución.
La revista Ábside trajo a “la conciencia nacional zonas completas soterradas: las literaturas indígenas (Ángel María Garibay), la vastísima poesía virreinal (Alfonso Méndez Plancarte), el pensamiento mexicano del siglo XVIII (Gabriel Méndez Plancarte)”, G. Zaid, Tres poetas católicos.
Se preguntaba el padre Octaviano Valdés respecto a los 26 años que estuvo Ábside en circulación: “¿Cuál otra revista de tipo cultural ha logrado en sobrevivir tan largo tiempo?” Vuelta se publicó durante 21 años, Letras Libres este año cumplió 25 años y el próximo año alcanzará la marca de Ábside.
Los integrantes de la tertulia
Nada da una mejor idea de la importancia de la tertulia del mate que la calidad y pluralidad de sus integrantes. El núcleo duro lo constituyeron Octaviano Valdés y los hermanos Alfonso y Gabriel Méndez Plancarte, a los cuales se les sumaron Ángel María Garibay, Alfonso Gutiérrez Hermosillo y Alfonso Juco (que dirigiría Ábside durante muchos años). La lista es en verdad impresionante: Antonio Gómez Robledo, Agustín Yáñez, Alí Chumacero, Andrés Henestrosa, Francisco Liguori, Alfonso Noriega, Alfredo Maillefert, Federico Cantú, Ricardo Garibay, Ernesto Mejía Sánchez, Jorge Hernández Campos, Sergio Méndez Arceo, José Rojas Garcidueñas, Rafael Aguayo Spencer, Juan José Arreola, Guadalupe Dueñas, Horacio Espinoza Altamirano, Florencio Sánchez Cámara, Arturo Azuela, Ricardo Ferré, Enrique González Rojo, José Luis Martínez, Francisco José Cabrera, Francisco Monterde, Ángel Zárraga, Fernando Leal (padre e hijo), Salvador Díaz Cíntora, Pablo González Casanova, Antonio Martínez Báez, Ernesto Santop López, Ricardo Guerra, Tarsicio Herrera Zapién, Jaime García Terrés, Emmanuel Carballo, Emma Godoy, Concha Urquiza, Octavio G. Barreda, Javier e Ignacio Gómez Robledo, Miguel Darío Miranda, Aurelio Espinosa Polit, Manuel Ponce, Francisco Zendejas, Manuel Calvillo, Porfirio Martínez Peñaloza, Benjamín Jarnés. Todos ellos autores, artistas y pensadores de distintas ideologías sin los que sería imposible entender la cultura mexicana.
Cultura es conversación
Agradezco a Adolfo Castañón su guía respecto a la cabal importancia para nuestra historia cultural de la tertulia del mate: me allegó materiales, me proporcionó citas, me señaló el camino.
A la sombra de los tres altos cipreses del jardín que cultivaba al fondo de su casa se encontraba la biblioteca del padre Octaviano Valdés, sede del círculo del mate. En esa tertulia dominical convivieron ateos, agnósticos, marxistas, católicos laicos y sacerdotes, liberales y librepensadores. A pesar de que el centro animador de esas reuniones era un sacerdote, “en ella se plantean –escribe Andrés Henestrosa–, sostienen y desmenuzan temas literarios, artísticos y aún políticos, estando excluido, implícitamente, cualquier tema de carácter religioso”.
El centro, el eje de esa tertulia que se prolongó durante casi seis décadas fue la conversación. Lo señaló así Antonio Gómez Robledo: “El arte de la conversación es algo que ha desaparecido del mundo y de México, ex urbe et urbe, y se conserva apenas en raros islotes entre los “rari nantes” del piélago de la insulsez y la vulgaridad, o para ponerlo con los sustantivos propios, televisión y mass media. Uno de estos islotes se ubica, en las claras mañanas dominicales de Tacubaya, en la morada del padre Valdés”.
La conversación, el libre comercio de las ideas, el diálogo espiritual e intelectual, fueron las divisas de esa tertulia dominical. Las tertulias hoy casi han desaparecido. La polarización es extrema. Los gritos y los ademanes exagerados priman para llamar la atención. Impera el mal uso del lenguaje. Ha desaparecido la cortesía intelectual, la erudición y la escucha respetuosa. Hoy tenemos redes sociales donde se insulta y se agrede a la menor provocación.
“La cultura es conversación”, ha escrito Gabriel Zaid. La conversación inteligente sube el nivel del lugar en donde se practica. El padre Octaviano Valdés, que casi no acostumbraba hablar en las reuniones que organizaba en su casa, dispuso su hospitalidad como hogar de las ideas y la tolerancia. Sirvan estas líneas para motivar su ejemplo. ~