A la tercera fue la vencida y, por fin, la afición española pudo celebrar un triunfo de la selección en esta Eurocopa 2020, en un partido que se convirtió en un despiporre que acabó en goleada por 5-0 a Eslovaquia. La sobrada victoria es mérito, sin duda, del equipo dirigido por Luis Enrique, ya que encerró al combinado centroeuropeo durante todo el encuentro, pero, en mayor medida, de la paupérrima actuación del rival en la soleada tarde en La Cartuja. Es difícil hacerlo peor sobre un terreno de juego. No es descabellado pensar que el club Estrella Polar –de la, por otra parte, olvidable película El penalti más largo del mundo– hubiese vencido ayer a esta Eslovaquia.
Luis Enrique hizo algunos cambios en el once inicial. Pau Torres se quedó en el banquillo y entró Eric García, por lo que la defensa la formaron los dos centrales suplentes del Manchester City de Guardiola. Arriba entró Sarabia por Olmo; Busquets –que fue el mejor del partido– sustituyó a Rodri, y Azpilicueta entró en el lateral en detrimento de Marcos Llorente. Este último, probablemente, sea el futbolista más en forma de la selección, pero el entrenador asturiano ha decidido que lo mejor es alinearlo en una posición en la que no pueda destacar, en vez de situarlo en su habitual demarcación, en la que resulta diferencial.
En realidad, los ingredientes presagiaban otra comedia grotesca de España, y la primera media hora no defraudó. El centenario Luis García Berlanga hubiera disfrutado de estos primeros treinta minutos, y le habría salido un mediometraje desternillante, con guion de Ennio Flaiano. La farsa comenzó antes del minuto diez, cuando el árbitro pitó un penalti por clara falta sobre Koke. Media plantilla de Comedy Central estaba en este momento deseando que cogiese el balón Morata y, por supuesto, que errase la pena máxima. El delantero, en su continua desventura en este campeonato, no defraudó a nadie y no anotó el tanto. Baste recordar que Morata solo mete goles cuando cree estar en fuera de juego y que, al mismo tiempo, España ya falló un penalti el otro día. Igual Luis Enrique debería pensar en De Gea para el próximo lanzamiento desde once metros: tal es el esperpento que es probable que lo meta.
Superado el bache anímico, los minutos pasaban y España seguía generando ocasiones, pero sin éxito. Camacho, de forma sorprendente, parecía más comedido que en capítulos anteriores, mientras Kiko insistía en pronunciar su habitual coletilla: “Con el tema de…”. Antes del minuto 15 del partido ya lo había dicho en cinco ocasiones, todo un récord de la reiteración. Y es que, ante la falta de gol, parecía que el crítico tuviese que buscar el espectáculo en lo paratextual, por citar a Gerard Genette o, si se prefiere, al propio comentarista: “Con el tema de Genette”.
Pero todo cambió en el minuto 30, momento en que Berlanga habría puesto el excepcional broche a su filme grotesco: Sarabia lanzó un tiro desde fuera del área que dio en el larguero y subió más alto que el cohete de Calabuch, pero en su descenso, en el intento de despejar la pelota, el guardameta eslovaco Dúbravka la palmeó hacia su portería, anotando un absurdo gol en propia puerta. Un despeje más típico de un cazador de mariposas que de un portero, un error patético y grosero que puso el 1-0 en La Cartuja.
A partir de aquí comenzó el martilleo de la selección y la tormenta se desató sobre el débil combinado de Eslovaquia que, además, queda eliminado de la competición. Antes del descanso, Laporte –en su estreno goleador de la selección, con tan solo cuatro partidos disputados– cabeceó el segundo, y ya en la segunda mitad Sarabia y Ferrán Torres pusieron el tercero y el cuarto, respectivamente. El quinto, de nuevo, fue marcado por un jugador rival en su portería, en este caso, Kucka. Es el enésimo gol de Don Propia Puerta en esta Eurocopa que, como dice el periodista deportivo Enrique Ballester –autor del extraordinario libro Barraca y Tangana–, es el pichichi destacado de la competición.
Ante semejante diluvio goleador la afición pudo respirar y empezar a pasárselo bien. La grada coreó insistentemente el nombre de Adama Traoré, pidiendo al técnico español que le diese unos minutos de juego, y este hizo realidad los deseos del respetable y el jugador del Wolverhampton saltó al terreno de juego, con sus brazos embadurnados en aceite, para felicidad de todos. Incluso Luis Enrique pareció esbozar una sonrisa. El técnico no ha dejado de estar en el foco desde que empezó la Eurocopa, tanto por lo deportivo como por lo extradeportivo: en la jornada de ayer se viralizó una fotografía suya montado en monopatín, con una indumentaria más propia del vestuario de Élite que su desenfadado look. En La Cartuja, de hecho, volvió por sus fueros, con esos pantalones que harían las delicias de cualquier comercial de Coronel Tapioca.
Lo que es cierto, más allá del ruido generado en esta fase de grupos, es que tanto el seleccionador como la plantilla española se pueden tomar un necesario respiro por la mejor imagen mostrada ante la selección centroeuropea. Pero la vida no volverá a ser de color dorado y, tras el festín, llega la verdadera fase dura de la competición. La mala noticia es que en octavos de final espera Croacia, subcampeona del mundo, con Modric como estrella. La buena noticia, como dice el cineasta Luis Deltell –en una sentencia de lo más divertida y berlanguiana– es que si todos los equipos juegan como Eslovaquia, España será campeona. Lo sería, incluso, si le señalasen penaltis a su favor.
Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).