Io sono una autarchica

Todo se nos regala y está por todas partes, pero mientras las ofrendas se nos extienden nos dedicamos a hacer las más raras contorsiones.
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Me pasa por la mente esto: uno se cree que todo tiene que procurárselo por su cuenta. A fuerza de leer que todo lo que necesitamos lo llevamos en nosotros acabamos ya no por creerlo, sino por tratar denodadamente de que se cumpla, por la vía de merecerla, esa descripción homeostática. En realidad todo se nos regala y está por todas partes, pero mientras las ofrendas se nos extienden nos dedicamos a hacer las más raras contorsiones, que nos parecen la prueba de nuestro esfuerzo y el mérito que ofrecemos a cambio. ¿Trazas de coacción? Aristóteles dice que la virtud está en lo que se hace sin esfuerzo. Jesús en el Evangelio de Tomás, que el reino de Dios está esparcido por toda la tierra, pero que el hombre no lo ve. Luego me acuerdo de esa película de Nanni Moretti, Io sono un autarchico, en que está tan joven, con 23 años. Luego me digo que pensar que todo hay que hacerlo solo es tan indecente como creer que todo hay que pagarlo, y que la frase que dice que todo lo que necesitamos para ser felices lo llevamos dentro no quiere decir lo que parece.

Una niña que conozco me invita a la función de fin de curso que monta con su clase, así que voy al colegio con sus padres. Es una obra de piratas, que también son autárquicos. Cuando se abre el telón suena una música épica y los actores nos miran desafiantes, salvo alguno más chiquitillo que se ha quedado estupefacto al ver al público y mira a sus compañeros para asegurarse de que no hay un hechizo. Al principio un niño al que los rizos se le escapan del pañuelo nos informa con voz cavernosa de que el galeón se llama El caimán negro, y se suceden las declamaciones ostentosas que cantan hazañas sanguinarias, pero pronto queda claro que hay un intento de compromiso social, instigado por la profesora. Lo bueno es que el texto se desactiva a sí mismo y acaba defendiendo lo contrario de lo que se pretendía. Hay escenas caóticas y al final los niños se olvidan de que tienen que cantar una canción, pero cuando lo recuerdan lo hacen con gran entusiasmo. Los padres devuelven el entusiasmo con aplausos. Cuando al acabar los niños quieren ir a jugar al parque, se suceden interesantes intentos de escaqueo por parte de los padres. Como estos no son actores adultos, no pueden irse a celebrar el estreno por su cuenta, pero tienen las mismas ganas. 

“No dejes que la rinitis nuble tu día”, dice un anuncio. ¿Por qué no dice “no dejes que la rinitis te nuble el día”? Así parece que cada uno tiene su día propio, que no vivimos todos en el mismo día sino en días simultáneos pero estancos, con suerte contiguos. Me parece angustioso y me hace sentir aislada. La versión con “te nuble el día” admitiría que todos estamos moviéndonos en un territorio compartido, donde las afecciones de cada uno se reconocen como subjetividades que nos sirven para relacionarnos con lo que es común a todos. En los dos casos La Rinitis se impone como una diosa griega, o como un personaje deslenguado de zarzuela. 

Estoy tumbada en el sofá hablando por mensajes con un amigo que se llama Josetxo. La luz de la tarde se derrama plácida por el balcón, etcétera. Entonces se enciende sola la radio, cosa que no me ha pasado nunca, y la locutora le dice al entrevistado “Entonces, Josetxo, cuéntanos cómo compusisteis…”. Me quedo demasiado sorprendida como para contárselo al Josetxo del lado de acá. Ahora pienso que debí dejar la radio encendida.

Me manda mi madre una foto antigua en la que aparecemos de frente, una junto a la otra, una perra que tenían mis tíos y yo. La perra parece estar no registrada por sino posando para la cámara, con una gran presencia. También parece haber un gran entendimiento entre nosotras. La foto es buena, ha captado algo psicológico de las dos. A partir de ahora, cuando vea cuadros de niños y animales, me fijaré en la relación que se establece entre ambos como criterio para decidir si son buenos. Cuando la perra se murió la enterramos en el jardín, y luego quedó un montículo en el prado. En fin, como el retrato doble es tan bonito me la pongo como foto de whatsapp. Al cabo de un rato de hacer el cambio recuerdo que hace unos días también cambié el lema que acompaña a esa foto: lo saqué de unos poemas de Charles Reznikoff que estaba leyendo y dice “the dog close to me and I no longer afraid” (“el perro a mi lado y yo ya no tenía miedo”). Imagen y palabras parecen gemelos. El verso ha convocado a la foto.

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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