La inteligencia de un árbol

Más que sacar unas conclusiones tajantes, en este ensayo se trata de que entremos en un cierto estado de comprensión del mundo guiados por el poeta.
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Este año se ha cumplido el centenario del nacimiento de Carlos Edmundo de Ory, poeta gaditano que vivía en Amiens. Pienso en él tanto como en la catedral cuando oigo mencionar la ciudad, en su bigote y en sus torres asimétricas. Por ese aniversario, se puede ver en muchos escaparates una gruesa antología de su poesía, recién publicada. Aunque lo cierto es que la obra de Ory no ha llegado nunca a caer del todo en el olvido o menosprecio que sigue a la muerte de algunos escritores, también lo es que nunca llegó a ser un superventas. En todo caso, desde que se murió, en 2010, no ha sido infrecuente la recuperación de algún libro suyo o nuevas ediciones a partir de textos reunidos.

Yo acabo de leer un ensayo suyo dedicado a la vida espiritual de los árboles, inédito hasta ahora y publicado por Athenaica: Humanismo del árbol. Se trata de una conferencia impartida en la Fundación Juan March en 1967, aunque se sabe que en 1957 Ory ya había dado otra con el mismo nombre en Perú. Y en los diarios aparece en 1955 una primera mención al deseo de escribir sobre ese tema. La pertinencia de esta publicación va más allá del centenario de su autor, porque ahonda en una sensibilidad y una vía de estudio muy al día, que tiene que ver con la inteligencia de las plantas. 

En la contracubierta del libro se nos informa de que más que un ensayo es un “estudio o meditación”, y sí que parece más adecuado el nombre, ya que la sensación es la de ir metiéndonos en una fronda que solo se puede ir asimilando paso a paso, como si nos fuésemos internando en un bosque cada vez más espeso (y más encantado). Por eso le va bien calificarlo de meditación, porque más que sacar unas conclusiones tajantes que nos podrían ahorrar la lectura del texto hasta las páginas finales, se trata de que entremos guiados por el poeta en un cierto estado de comprensión del mundo, provocado por la invocación de las imágenes.

Ory canta la vida de los árboles a partir de sus intuiciones de poeta, pero aquí se detiene a explicar o exponer el desarrollo de esas intuiciones, las suyas y las de otros poetas, sobre las que ha construido el estudio. Los títulos de algunos de los fragmentos nos pueden dar una idea de los temas que aborda: Botánica trascendental, El árbol parlante: encantamiento y magia, El árbol oracular y otras visiones febriles, Árboles y música o Sobre ninfas y otros espíritus. A lo largo de los breves episodios se sucede una condensada historia cultural de la humanidad en lo que afecta a nuestras relaciones con lo numinoso, lo inexplicable, lo inabarcable, muy atenta al papel que han desempeñado los árboles como símbolo, sí, pero también como ejemplo, como compañía, como referencia, como encarnación de ideas y anhelos y casi como agente activo, pues llegamos a no dudar de que la personalidad que detectamos en algunos árboles, quizá uno en un jardín familiar, el visto desde el coche en un trayecto habitual, el que vimos todos los días desde una ventana de nuestra infancia, es una percepción certera y no una antropomorfización. 

La manera natural para Carlos Edmundo de Ory de mostrarnos la relación sagrada que conserva el ser humano con los árboles es buscar la ayuda de otros poetas, y así se cita a menudo a William Blake o a Whitman, o a un poeta tan diferente a ellos como Quevedo, o a Heine, pero también se detiene en los árboles de los pintores (“No hay artista que no vea en los árboles una forma perfecta y distinta entre sí”), entre los que destaca a Durero. También aprendemos sobre el asombro que producía en los exploradores el descubrimiento de árboles desconocidos en sus latitudes y en definitiva cómo la presencia, la compañía y la manera de ser de los árboles han sido cruciales para nosotros. Todo esto lo expone Carlos Edmundo de Ory con entusiasmo y erudición, con una capacidad de asociación que parece sencilla y que nos sumerge en el asombro, sin caer nunca en el desmelenado batiburrillo que podría ser tan fácil dado el tema. Es muy sorprendente el tono apasionado pero riguroso con el que escribe estas páginas, una manera modélica de abordar un tema importante pero tradicionalmente algo lateral. Se incluye una bibliografía no muy larga, más útil por eso, relacionada con la mitología, la historia de las religiones y la simbología.

La conferencia de Ory va acompañada de un texto actual de Jorge Riechmann que se presenta como epílogo: Humanismo (no antropocéntrico) del árbol. En efecto, como subtítulo indica que se escribió “dejando resonar un texto de Ory”, y entre las citas que lo abren está una del mismo, sacada del estudio que acabamos de leer: “La palabra bosque es una palabra que desearía conocer en todas las lenguas”. 

A pesar de que se presente como epílogo, y a pesar de las constantes alusiones al texto de Ory, el breve ensayo de Riechmann funcionaría por sí mismo, como texto independiente. Sin abandonar el interés por la poesía de la conferencia originaria, hace un repaso a la posición actual de muchos científicos con respecto a la inteligencia vegetal. Es pedagógico y ligero, y combina las citas científicas con las literarias; la página puede empezar con Stefano Mancuso y seguir con Mary Oliver. Proporciona información asimilable sobre la manera de funcionar de las plantas y trata la poesía como una vía de conocimiento. Y allí donde Ory evocaba la Edad de Oro (“¿Será nuestra imaginación una tumba donde reposan ninfas y hadas?”), Riechmann anima a proyectar una vida que tenga en cuenta que “no se trata de ‘proteger el medio ambiente’, sino de aprender a vivir en esta Tierra”.

Humanismo del árbol
Carlos Edmundo de Ory
Epílogo de Jorge Riechmann
Athenaica, 2023
142 páginas

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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