La levedad y la mirilla

Mudarme a Madrid hace unos meses fue una oportunidad que apareciรณ como un relรกmpago. Por supuesto lleguรฉ con la idea equivocadรญsima de que ya no me quedaba nada por saber de mรญ misma.
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Cuando me fui a vivir a Berlรญn estaba convencida de que yo era del norte, de que mi carรกcter era del norte y todos los tรณpicos huecos que suelen asociarse a los naturales de esas latitudes. Bastรณ llegar, toparme con el autรฉntico frรญo, el verdadero cielo gris y la burocracia alemana para darme cuenta de que mi idea era un clichรฉ absurdo, una frase vacรญa repetida mil veces que habรญa tomado como propia. Poco a poco me di cuenta no solo de que mi carรกcter no tenรญa nada que ver con el de aquellas latitudes sino tambiรฉn de que incluso aquellos que hemos nacido en el lado atlรกntico de la penรญnsula llevamos con nosotros una herencia mediterrรกnea fuerte e indeleble. 

He tardado aรฑos en entenderlo. Aรฑos y miles de kilรณmetros, para ser exacta. 

Esto tiene aรบn mรกs mรฉrito si pensamos que irse a Berlรญn tampoco es viajar al centro mismo del espรญritu germรกnico, mรกs bien al contrario. Quien llegue a Berlรญn buscando la pulcritud y el orden impoluto va a sentirse irremediablemente decepcionado. En esta ciudad el orgullo reside en que todo estรก casi roto, casi destruido, casi reconstruido y, milagrosamente, casi todo funciona. Forma parte de la identidad esa actitud de quien ha interiorizado que esta ciudad ya ha sobrevivido a todo y que es absurdo preocuparse por minucias. Da igual que se averรญe un tranvรญa o que colapse el servicio de correos, โ€œesto es Berlรญnโ€.

Este principio tan sencillo tiene, en realidad, la profundidad de un proverbio milenario y funciona siempre. Si algo va bien, a pesar del delicado equilibrio de una ciudad reconstruida mil veces y de las mรกs de doscientas nacionalidades conviviendo en ella, serรก porque โ€œesto es Berlรญnโ€. Y si algo va mal, salvo raras excepciones, no serรก un problema para nadie, quien se tope con el inconveniente salvarรก el obstรกculo chasqueando la lengua en seรฑal de fastidio y seguirรก su camino porque โ€œesto es Berlรญnโ€. El ying y el yang de la existencia cosmopolita resumido en tres palabras que, para dar el tono adecuado, hay que pronunciar con un encogimiento de hombros y una levรญsima sonrisa irรณnica, casi una mueca. Practiquรฉ durante aรฑos pero nunca conseguรญ hacerlo bien del todo, lo que para mรญ era un gesto impasible siempre resultรณ exagerado.

Mudarme a Madrid hace unos meses fue una oportunidad que apareciรณ como un relรกmpago, de un momento para otro, por eso tambiรฉn la marcha fue un zafarrancho sin apenas tiempo para pensar en nada mรกs allรก del horizonte prรณximo del desembarco. Por supuesto lleguรฉ con la idea equivocadรญsima de que ya no me quedaba nada por saber de mรญ misma.

El primer dรญa, cuando la casa estaba vacรญa aรบn, escribรญ mi nombre en el buzรณn y una seรฑora, que se presentรณ como mi primera vecina conocida, me asaltรณ y me preguntรณ cรณmo me llamaba, cuรกnto tiempo pensaba quedarme en esta casa, si vivรญa solaโ€ฆ Me dijo cรณmo se llamaba y que estaba muy preocupada porque habรญa que โ€œponer orden en el edificioโ€. Yo me reรญ porque se recordaba al personaje de Vicenta de Aquรญ no hay quien viva y contestรฉ a todas sus preguntas dรณcilmente como si me las hiciese una policรญa de paisana. Preguntaba con una candidez y una intromisiรณn implacables que no dejaban opciรณn a no responder, o al menos yo no la vi en aquel momento. Despuรฉs de aรฑos siendo completamente anรณnima en una gran ciudad que una desconocida me hablase tanto me parecรญa encantador, tenรญa la guardia completamente baja.

Nos pasamos la vida tratando de explicarnos a nosotros mismos quiรฉnes somos pero no siempre nos contamos la historia correcta. No es por voluntad de mentir, en realidad la mayor parte del tiempo el problema es que no tenemos ni idea y nos hacemos una especie de esbozo de personalidad basado en trozos de lugares conocidos y aparentemente seguros. Es necesaria la distancia, tanto fรญsica como temporal, para conseguir entender exactamente cuรกl es la diferencia entre lo que pensรกbamos que รฉramos y lo que realmente somos, un parรฉntesis que aporte una dosis suficiente de levedad a esos argumentos que a veces parecen inamovibles. Solo de esa manera alguien como yo, a quien tanto le gustaba el anonimato y el bullicio de una gran metrรณpoli, descubre un dรญa el encanto de tener vecinas que se asomen a la mirilla cuando subo las escaleras y para las que es importante poner orden en el edificio.  

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Bibiana Candiaes escritora y periodista. Ha publicado con Ediciones Torremozas dos poemarios 'La rueda del hรกmster' y 'Las trapecistas no tenemos novio', el libro de relatos 'El pie de Kafka', y el artefacto narrativo 'Fe de erratas' con Franz ediciones.


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