Lee aquรญ otras entregas deย Memorias de un leedor.
Soy un asiduo lector de diarios. Gusto no ajeno al chisme, ese motor de la literatura, es fascinante tener la oportunidad de asomarse a la vida privada de un escritor y conocer sus facetas mรกs รญntimas, sus entusiasmos y sus angustias, sus certezas y vacilaciones, sus pequeรฑos triunfos y derrotas, su vida cotidiana y domรฉstica. Claro estรก que no todos los diarios de escritores son diarios รญntimos, verdaderamente privados; algunos estรกn escritos desde el origen para el lector y la posteridad. El diarรณfilo sabe apreciarlos todos, los realmente รญntimos y los mรกs eminentemente pรบblicos y literarios. Quizรก el gran diarista es aquel que solo o fundamentalmente escribe su diario (Amiel, cuyo Diario รญntimo frecuentรฉ mucho en mi adolescencia y que lamento haber dejado fuera de estas memorias) o al que el diario se termina imponiendo al resto de su obra. He leรญdo y disfrutado muy diversos diarios (Gide, Lรฉautaud, Stendhal, los Goncourt, Woolf, C. S. Lewis, Pla, Bioy, Pigliaโฆ), pero los que repasรฉ obsesivamente en mi adolescencia fueron dos: el de Franz Kafka y el de Cesare Pavese.
Los de Kafka los leรญ inicialmente en la ediciรณn en dos volรบmenes de Libro Amigo de Bruguera (otra vez), en la traducciรณn de Feliu Formosa (Barcelona, 1983). Despuรฉs aparecerรญan ediciones mรกs completas, en donde se corrigen las intervenciones de Max Brod, pero esta era la รบnica a la que tenรญa acceso entonces. No sรฉ por quรฉ, leรญ mucho mรกs el volumen dos, que abarca de 1914 a 1923, que el uno. En la portada aparece una de las clรกsicas fotos de Kafka (en realidad todas son clรกsicas, son muy pocas), con esas maravillosas orejas de murciรฉlago un poco recortadas por el marco de la foto. El libro estรก particularmente mal impreso, manchado, con la tipografรญa en algunos pรกrrafos muy oscura y en otros muy clara. Como todos mis primeros libros (abandonarรญa esta costumbre despuรฉs) ostenta en la primera pรกgina mi nombre y la fecha: septiembre, 1993.
Creo que el diario de Kafka โsu vida y obra enterasโ es, ante todo, la historia de una vocaciรณn literaria, del triunfo de una vocaciรณn literaria. No solemos asociar la nociรณn de triunfo con nada kafkiano, pues el carรกcter opresivo y pesadillesco de su mundo opaca todo lo demรกs (y eso es parte del mismo triunfo), pero en realidad Kafka consiguiรณ una enorme victoria en la arena que mรกs le importaba, la รบnica que contaba para รฉl: la de la literatura y la creaciรณn de una obra. La preocupaciรณn por escribir es el hilo conductor de los Diarios, su verdadero nรบcleo, el tormento permanente: ยฟtendrรฉ, alguna vez, tiempo para escribir?, ยฟserรฉ capaz de escribir lo que me propongo?, ยฟpodrรฉ expresar mi vida interior a travรฉs de la escritura? Y es precisamente la duda constante, el no tener nunca la certeza plena de que lo estรก consiguiendo, aquello que lo impulsa a hacerlo.
Muy pronto, el 20 de diciembre de 1910, escribe: โยฟCรณmo puedo disculpar que aรบn no haya escrito nada hoy? De ningรบn modo. Sobre todo teniendo en cuenta que el estado en que me encuentro no es el peor. Continuamente tengo en mis oรญdos una invocaciรณn: โยกOjalรก vinieses, tribunal invisible!โโ. Pero no hay tribunal mรกs exigente e implacable que รฉl mismo o su consciencia โel โinterlocutor cruelโ, como lo llamaba Elias Canetti, notable lector de Kafkaโ, que todo el tiempo estรก azuzรกndole a escribir.
La vida entera de Kafka es un combate encarnizado en defensa de la escritura y contra todo lo que pudiera estorbarlo (familia, trabajo, amor, matrimonio, hijos, etc.). Persuadido de la extrema debilidad de su constituciรณn orgรกnica, cree angustiosamente que solo concentrรกndose de manera exclusiva en su vocaciรณn y prescindiendo de todo lo demรกs lograrรก hacer algo. Hay jornadas gloriosas, como aquella noche del 22 al 23 de septiembre de 1912, cuando escribe La condena de un tirรณn y cuya descripciรณn causa escalofrรญos: โcasi no podรญa sacar de debajo del escritorio mis piernas, que se me habรญan quedado dormidas de estar tanto tiempo sentado. La terrible tensiรณn y la alegrรญa a medida que la historia iba desarrollรกndose delante de mรญ, a medida que me iba abriendo paso por sus aguas. Varias veces durante esta noche he soportado mi propio peso sobre mis espaldas. Cรณmo puede uno atreverse a todo, cรณmo estรก preparado para todas, para las mรกs extraรฑas ocurrencias, un gran fuego en el que mueren y resucitanโฆ Solo asรญ es posible escribir, solo con esa cohesiรณn, con total abertura del cuerpo y el almaโ.
Pese a su (auto)proclamada fragilidad, pese a la hipocondrรญa y a la enfermedad, que finalmente terminรณ por alcanzarlo, hay en Kafka una voluntad de hierro para llevar a cabo su tarea, como consignรณ el 31 de julio de 1914: โahora recibo la paga de la soledad. Por lo demรกs, no es exactamente una paga; la soledad reporta castigos. De todos modos, me siento poco afectado por toda mi miseria, y mรกs resuelto que nuncaโฆ Escribirรฉ a pesar de todo, indefectiblemente; es mi lucha por la supervivenciaโ. Es elocuente que la รบltima entrada del diario, el 12 de junio de 1923, prรกcticamente un aรฑo antes de morir, sea una ambigua reflexiรณn sobre la escritura y termine, de hecho, con lo que podrรญamos considerar una nota optimista: โcada vez me da mรกs miedo escribir cosas. Es comprensible. Cada palabra, retorcida en manos de los espรญritus โeste impulso de la mano es su movimiento caracterรญsticoโ, se convierte en una lanza dirigida contra el que habla. Y asรญ hasta el infinito. El consuelo serรญa solo: ocurrirรก, quieras o no. Y lo que tรบ quieres, te sirve de bien poco. Mรกs que un consuelo, serรญa esto: Tambiรฉn tรบ tienes armasโ.
Pensemos ahora en el efecto que estos textos pueden tener en la cabeza de un adolescente de diecisiete aรฑos que recientemente ha descubierto la literatura y su vocaciรณn. En la juventud, la lectura de Kafka es como un bautizo de fuego, y el sacerdote exige una adhesiรณn total. La concepciรณn kafkiana de la literatura es extremadamente grave y dramรกtica. No es, desde luego, la รบnica posible; era la รบnica posible para un escritor como รฉl, por supuesto, esa rarรญsima clase de escritor โPascal, Dostoievsky, Kierkegaard, su familia espiritualโ que parece casi condenada a extraer las รบltimas consecuencias de la angustia y a la que pocos, muy pocos pertenecen. Con el tiempo me darรญa cuenta que hay otras, menos trรกgicas, pero no menos vรกlidas. Sin embargo, me parece bien que sea una idea como esta la que forme nuestro primer acercamiento a la literatura. Es una prueba de rigor, de energรญa. Si no hay, por lo menos, un momento en la vida de un joven que lee y aspira a escribir, en que las palabras de Kafka no le parezcan, no digo ciertas, sino las รบnicas capaces de ser ciertas, dudarรญa de la seriedad de sus propรณsitos.
Cada que vez que inicio un curso de literatura, leo a mis alumnos en la primera clase la famosa cita de la carta a Oskar Pollak: โen general, creo que solo debemos leer los libros que nos muerdan y nos hieran. Si el libro que leemos no nos sacude como un golpe en la cabeza, ยฟpara quรฉ nos molestamos en leerlo? ยฟPara que nos haga felices, como dices? Dios mรญo, serรญamos igual de felices si no tuviรฉramos libros en lo absoluto; libros que nos hicieran felices podrรญamos escribirlos nosotros mismos. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia, como la muerte de alguien a quien amamos mรกs que a nosotros mismos, que nos hagan sentir como si nos hubieran exiliado en un bosque, alejados de toda presencia humana, como el suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros. Eso es lo que creoโ.
Intento hacer ver a mis estudiantes que leer literatura โleerla en serioโ es algo muy distinto a lo que les han dicho o a lo que quizรกs han pensado hasta entonces. Que es una operaciรณn absolutamente vital, potencialmente trascendente, que exige un compromiso total de nuestra parte y que implica riesgos que Kafka entendรญa a la perfecciรณn. Todos poseemos una visiรณn del mundo, hecha de una serie de ideas, valores, creencias, etc. Y de pronto llega el libro, ese libro-hacha del que habla, que la destroza por completo o la vulnera seriamente, y entonces ocurre una transformaciรณn en nuestro interior: ya no podemos seguir viendo el mundo de la misma forma. Somos unos antes de leer tal autor o tal obra y somos otros, despuรฉs. La lectura nos ha marcado para siempre. Pocos escritores como Kafka nos enseรฑan la trascendencia de ese acto.
(Xalapa, 1976) es crรญtico literario.