Nora Ephron ha vuelto. El primer libro de Nora Ephron (Nueva York, 1941-2012) era una colección de ensayos publicados en su mayoría en Esquire, la revista en la que trabajaba. Ensalada loca. Algunas cosas sobre las mujeres apareció en 1975; Anagrama lo reedita ahora, aprovechando que Nora Ephron ha vuelto a las mesas de novedades con No me acuerdo de nada, el último libro que publicó y que Libros del Asteroide sacó la pasada primavera. Se reedita también Se acabó el pastel, la novela más o menos basada en la ruptura de su matrimonio con Carl Bernstein, uno de los periodistas que destapó el Watergate.
Todos los casos del detective están relacionados. Una de las piezas de Ensalada loca es sobre Garganta profunda, la película porno, no el confidente de los periodistas. Ephron acude al cine a ver la película; “se hablaba muchísimo y se escribía muchísimo sobre la película; no haberla visto parecía en cierto modo… abandono, negligencia”. La película horrorizó a Ephron (“Entré [al cine] sintiéndome absolutamente inconmovible y salí del local como una ñoña estremecida fanática”), en especial, la escena en la que “un hombre introduce un consolador hueco de vidrio en la señorita Lovelace”. Habla con la actriz por teléfono, “sostenemos una conversación que deja algo que desear”.
Salseo breve para iniciados. Nora Ephron y Bernstein estaban casados cuando él investigaba el caso, ella adivinó quién era “garganta profunda” al ver en las notas de Bernstein las iniciales M.F., Mark Felt, lo contó aquí.
Algunas cosas sobre las mujeres. Uno de los artículos más interesantes del libro es “Miami”, Ephron acude a Miami para cubrir la conferencia de prensa que la Junta Política Nacional de Mujeres va a dar un día antes de la Convención Demócrata. Es 1972, es el enfrentamiento por el liderazgo del Movimiento entre Betty Friedan y Gloria Steinem (contado también en la serie Miss America). A Friedan no le gustó el artículo de Ephron, aunque tampoco creo que a Steinem le gustara mucho. “Gloria no es, en realidad, indiferente al poder. Y sí, consigue mantenerse por encima del enfrentamiento personal, pero eso se debe en parte a que, a diferencia de Betty, dispone de amistades dispuestas a jugar sucio por ella. Aún así, es difícil no estar de acuerdo con ella. Betty Friedan, en su odio totalmente irracional a Steinem, ha dejado de preocuparse por si los efectos de ese odio son buenos o malos para el movimiento feminista”. En esa convención, se votó por lista la propuesta del aborto, que era la petición de la Asamblea Política Nacional de Mujeres. La propuesta fue “rechazada por una mayoría muy respetable”, es decir, no una derrota estrepitosamente humillante. George McGovern, elegido candidato demócrata en esa convención, retiró su apoyo a la propuesta después de que la Asamblea Política Nacional de Mujeres hubiera cedido doscientos votos a McGovern. Nora Ephron cierra la crónica con una conversación con Martha McKay, que de un modo discreto, viene a decir que mientras hay problemas mucho más graves, le enerva que se peleen por el poder en la Asamblea.
Cosas de mujeres. Hay ensayos sobre no tener pechos grandes, como era su caso. Una decepción consigo misma de la que nunca se repuso, a pesar de que sus amigas de pechos grandes le decían que “Ellas lo pasaron mucho peor”. Ephron concluye: “He pensado en sus comentarios, he intentado ponerme en su lugar, he considerado su punto de vista. Creo que lo que dicen es puro cuento”. En los setenta se puso de moda un spray desodorante para mujeres, un spray vaginal que ni siquiera decía vagina en su publicidad, era todo puritanamente eufemísitico. Ephron dedica unas treinta páginas a este producto, sobre todo a la mentira que inoculó para crear la necesidad en las mujeres de comprar el producto. Nora Ephron da una lección de cómo se desmontan las mentiras, no desde el desprecio, sino tomándose en serio al adversario para ir señalando una a una sus incoherencias. Y lo hace además sin perder gracia ni tensión ni por supuesto sentido del humor. Habla también de los grupos de concienciación que surgieron en los setenta, con el objetivo de “Desarrollar la sensibilidad personal hacia los diversos niveles y formas que adopta la opresión en nuestras vidas diarias”. No es lo que sucedió en el grupo de Ephron. “Me encantaba la concienciación. Me gustaba de veras. El proceso desencadena una especie de oleada emocional, una especie de viaje. Hay tanta confesión, tanto apoyo, tanta solidaridad, tanta hermandad aparente… ” Pero “Éramos demasiado refinadas (o eso pensábamos) para perder el tiempo discutiendo conceptos básicos del movimiento. De lo que queríamos hablar era de los hombres. Y, así, al final todo se convirtió en un novelón”, y de ahí en un grupo de terapia en grupo sin guía.
Contradicciones. Lo que hace Nora Ephron de un modo divertido y ágil es señalar algunas contradicciones con las que vive como feminista, es decir, cuenta qué le sucede a ella, feminista convencida, cuando trata de llevar su teoría al día a día. Por ejemplo, “Sí, quiero que me traten como a una igual y no como a un apéndice o una posesión o una costilla, pero también quiero que cuiden de mí”. En ocasiones, esa contradicción le afecta en su trabajo, como cuenta en “La verdad y sus consecuencias”, a propósito de un libro flojo, pero que es útil al Movimiento de Liberación de la Mujer. “Esto es lo que se conoce en el movimiento de las mujeres como fraternidad femenina, y es buena política, supongo, pero no es buena crítica. Ni honradez. Ni la verdad. (Además resulta tan condescendiente como el tipo de crítica que los hombres aplican a los libros sobre mujeres en estos tiempos: ese tono inconscientemente paternalista que trata los libros escritos por mujeres, y que tratan de ellas, como una especie de subgénero de literatura al margen de la corriente general, no muy notable, pero interesante realmente.)” La inteligencia y gracia de Ephron son un regalo que tal vez no hayamos terminado de entender.
Bola extra: en la cocina con Nora. A Nora le fascinaba la cocina. La protagonista de Se acabó el pastel es escritora de libros de cocina, la última película de Ephron fue Julie and Julia [Child, la escritora de El arte de la cocina francesa]. En No me acuerdo de nada hay un texto sobre el pastel de carne que llevó su nombre en un restaurante. En Ensalada loca, además del título, hay una pieza sobre los concursos de cocina: “lo que me interesa a mí del asunto [la cocina] es, por el contrario, su absoluta estupidez y su certeza matemática”.