Una carta de amor

En El libro de Tamar, Tamara Kamenszain invierte el gesto del prosista que escribe un poema y se torna en poeta que investiga a travรฉs del ensayo, la memoria, las citas y las referencias a otros libros.
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Una hoja arrugada de papel bond, tamaรฑo A4, polvorienta como un departamento hace tiempo deshabitado. Sobre ella, e impreso en los caracteres inconfundibles de una Olivetti, una serie de anagramas del nombre Tamar: โ€œArma trama, Ama: / ยกara mar! / Ata ramaโ€. Quince aรฑos despuรฉs de la muerte de su autor โ€“vale la pena hacer, como se verรก mรกs adelante, el juego de palabras con la cรฉlebre expresiรณn de Roland Barthesโ€“, Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947) rescata la รบltima carta que le escribiรณ Hรฉctor Libertella (1945-2006), el padre de sus hijos, compaรฑero de viaje durante dos dรฉcadas, editor a domicilio o, simplemente, como ella lo llama de manera a la vez irรณnica y tierna, su ex.

ยฟQuรฉ tantos mensajes cifrados se esconden en realidad en esos โ€œbolsones semรกnticosโ€ โ€“como llama Libertella de manera pomposa y sintomรกtica a esas combinacionesโ€“? ยฟPor quรฉ un prosista severo como รฉl optรณ por escribir un poema como รบltimo gesto literario a la mujer de su vida? ยฟEs un poema amoroso o sรณlo un ejercicio formal y hermรฉtico, propio de alguien como Libertella, capaz de titular un libro de ficciรณn como El รกrbol de Saussure o La arquitectura del fantasma a su autobiografรญa?

De esas incรณgnitas surge El libro de Tamar (Eterna Cadencia), donde la destinataria de una carta deslizada debajo de una puerta cuando el matrimonio estaba mรกs que acabado va desglosando palabra por palabra, letra a letra, las claves de un viejo amor asentado por el tiempo y, aunque no se diga en voz alta, del duelo. Kamenszain, a fuerza de relecturas y autoescrutinio, encuentra en esas cinco lรญneas un medio para rebobinar memorias, signos y chistes de esos que solo tienen sentido en pareja. Los anagramas, a primera vista insignificantes, comenzarรกn a cobrar sentido y a recuperar memorias perdidas, como la vez que Hรฉctor matรณ a una rata en el departamento que la pareja reciรฉn habรญa alquilado en Nueva York, el hecho de que Tamara se llame oficialmente Tamar (pues cuando naciรณ los bebรฉs sรณlo podรญan llevar por ley nombres registrados en la Biblia) y, por supuesto, la โ€œtaraโ€ del alcoholismo que marcarรญa el destino de Libertella.

โ€œHacรญa rato que el hechizo lenguajero que nos habรญa mantenido unidos se venรญa resquebrajando. Dos escritores que durante veinticinco aรฑos se habรญan amado bajo la invocaciรณn de la literatura empezaban a protagonizar, casi sin darse cuenta, una crisis que los terminarรญa separandoโ€.

El recuerdo y el reclamo de otra embriaguez recorre el libro, la de aquella รฉpoca donde grandes conceptos como Discurso, Escritura y Texto movilizaron a toda una generaciรณn de artistas e intelectuales, suscriptores de la revista Tel Quel y latinoamericanos que veรญan en la Teorรญa una utopรญa mรกs sublime que la novela total o el realismo mรกgico. El contraste entre esa escuela โ€“o ese neobarroquismo, como lo llama Kamenszainโ€“ que querรญa borrar toda pista de la โ€œvida personalโ€ del autor (y del lector), con el empleo sin empacho del yo como instrumento de interpretaciรณn, es una de las paradojas felices de este libro personalรญsimo.

Kamenszain invierte el gesto del prosista que escribe un poema y se torna en poeta que investiga a travรฉs del ensayo, la memoria, las citas y referencias a otros libros; pero tambiรฉn la (re)escritura, el engordamiento (como lo entenderรญa Pablo Katchadjian) y el photoshopeado del texto original. Alrededor circulan las historias de amor de otras parejas de artistas, como sus compatriotas Josefina Ludmer y Ricardo Piglia, Julia Kristeva y Phillipe Sollers, Sylvia Plath y Ted Hughes. Gente que se amรณ pero muchas veces era incapaz de escribir las palabras mรกs cariรฑosas y emotivas. ยฟNo es acaso el armazรณn teรณrico y literario tambiรฉn una excusa para no escribir las palabras de amor mรกs simples?

โ€œEsperaba de mi exmarido algรบn mensaje contundente del tipo โ€œte extraรฑoโ€, โ€œvolvamosโ€, โ€œestoy dispuesto a cambiarโ€, etc. (โ€ฆ) esperaba que me lanzara algรบn dardo en una lengua efectiva o, mejor dicho, afectiva (โ€ฆ) una lengua apoรฉtica, expresiva y a bocajarro, con todas sus flagrantes limitacionesโ€.

Para invitar al lector a esta hermenรฉutica amorosa o glosa convertida en viaje por el tiempo, valga la pena recordar el pasaje de otra carta cรฉlebre, la que Franz Kafka le escribรญa a Milena Jesenskรก hace mรกs de un siglo: โ€œLos besos escritos no llegan a su destino, son bebidos por los fantasmas en el camino.โ€ Pues todos los amores se creen รบnicos; pero todos sucumben y entregan un poco de su aura a esos mausoleos, asรญ terminen opacos y amarillentos, que son las cartas de amor.

 

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