Foto: Mariana Sevilla de los Ríos / Cortesía editorial Anagrama

Entrevista a Álvaro Enrigue: “Especular sobre las posibilidades de un mundo mejor es lo menos que puedes hacer como escritor.”

Una entrevista con el escritor mexicano a propósito de su última novela, Ahora me rindo y eso es todo.
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De una gran historia de resistencia y dignidad. De eso va buena parte de la novela Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama 2018) de Álvaro Enrigue. Sin embargo, no todo se queda en estos dos importantes niveles, ya que son muchas las vertientes de torno a una novela de ensamblaje narrativo complejo, de historias de emblemáticos personajes, de guerreros, de apaches, de líderes y de una dignidad que actualmente se encuentra en una de sus peores crisis frente a fenómenos sociales como la inmigración, los derechos de los pueblos indígenas, la construcción del tren maya y el completo exterminio de un pasado que resistió tanto como pudo y que hace mucho está enterrado.  

¿Por qué alguien tenía que contar la historia de un pasado tan sin memoria y extinto como el de los apaches?
No me parece que nadie esté obligado a contar nada. Sin embargo, creo que el proceso de “levantamiento” de una novela es distinto y hay, efectivamente, un momento en el que como autor te comprometes, y si se trata de una historia tan intensamente política, y si tiene tanto que ver con tu realidad personal (la mía es una realidad binacional entre México y Estados Unidos), por supuesto que comienzas a sentir un “deber” como escritor.

¿Cuál fue ese “deber”?
Dicho proceso tiene que ver más con el mecanismo duchampiano de los objetos encontrados. Yo tenía un interés personal, seguramente con alguna raíz infantil, en la figura de Gerónimo (uno de los personajes principales de la novela), ya que siempre me había intrigado la idea de un indio legendario del oeste norteamericano del que conservamos material: fotografías, autógrafos, incluso una autobiografía.

¿Fue este el punto de partida para Ahora me rindo y eso es todo?
Durante toda mi vida recolecté materiales, y esta recolección eventualmente se convirtió en una urgencia por contar una historia, ahí sí motivado por razones políticas, por lo que el reclamo inicial, que es muy obvio en Ahora me rindo y eso es todo, es que si Gerónimo es mexicano, igual que todos los jefes enormes con los que pelea, Mangas Coloradas o Cochis, quien particularmente es mi héroe, ¿por qué no aparecen en nuestra mitología y sí en la mitología estadounidense, país que ocupó ese territorio cuando ellos eran mexicanos? Este primer motivo, no tan importante en una primera instancia, o importante solo en la medida que es guadalupano, se fue poco a poco transformando en una urgencia por contar una historia que intenta explicar muchas de nuestras historias como mexicanos, que tenemos un pie a cada lado de la frontera, pero también las historias de los mexicanos, de los gringos y de los españoles comunes, porque la gran guerra de resistencia de los apaches fue contra dos naciones poderosísimas, México y Estados Unidos, y un imperio, el español. Se ha publicado información según la cual el acuerdo entre los apaches y el imperio fue más bien de orden pacífico. Eso no es cierto: la guerra apache comenzó durante el periodo imperial español (hay mucha bibliografía acerca de ello). Se trata de un cosmos minúsculo que termina por revelar grandes verdades sobre el cosmos gigante en el que vivimos.  

Hay una de las historias, el diario de viaje, en Ahora me rindo y eso es todo que es meramente referencial, incluso autocomplaciente. ¿En qué momento se te ocurrió que una historia así, tan familiar, tan cotidiana, tan autobiográfica, se podía incorporar a la novela? Te hago esta pregunta porque creo que, a mi juicio, bien se puede prescindir de esa historia sin que el contenido total del andamiaje narrativo se vea afectado.
Me encanta esta pregunta porque me da la oportunidad de defenderme contra mí mismo, ya que tampoco soy un fan de la literatura autoreferencial o autobiográfica. En primer lugar hay que señalar que, como tú bien sabes, cuando algo entra en la ficción se convierte también en ficción; es decir, algunas cosas del diario de viajes por el que preguntas son reales, pero la mayoría son ficticias.

Es un juego narrativo…
Sí, me interesa el juego de la referencialidad literaria con los nombres de mis hijos y de la que entonces era mi mujer. Como lector me intriga saber qué es real y qué no en las novelas que leo y me parecía interesante plantear ese juego que señalas.

¿La consideras una especie de victoria como narrador?
¡Claro! Y sé que esto suena pesadísimo, pero me emociona que me preguntes por el diario de viaje porque revela que la trampa narrativa funcionó, que el truco que utilicé como escritor, la estrategia que me saqué de la manga, también lo hizo en el sentido de que tu pregunta hace énfasis en la parte menor del diario de viaje del narrador, los hechos familiares, que son, además, realmente mínimos en la novela, y no en lo sustancial, que es el escritor que, mientras va viajando, va contando la historia de los jefes apaches que rodearon a Gerónimo, porque, como sabes, él no era un jefe sino un chamán de guerra que sirvió a una serie de jefes, quienes a su vez fueron guerreros gigantescos. No obstante, esta historia no la aprendemos, por lo que como novelista estaba obligado a contarla, porque de lo contrario no entiendes nada acerca de Gerónimo, como, por ejemplo, que era ahijado de Mangas Coloradas, lugarteniente y genio estratégico de Cochis, el más letal de todos los jefes apaches del siglo XIX, amigo íntimo de Nana, etc. Y esas historias, junto con la historia de Victorio, las cuenta el narrador mientras le ofrece al lector el anzuelo de un viaje familiar a la apachería. Yo veo una novela como una ecuación donde A es igual a B más C menos 3. Y en ese sentido el diario de viaje que señalas cumple una función fundamental: la de rellenar los huecos que nuestra formación dejaron vacía en el noroeste de México.  

En Ahora me rindo y eso es todo planteas, de alguna forma, distintas Américas, cada una con sus propias necesidades. ¿Con cuál de todas ellas te quedas, la de los conquistadores españoles, la de los que perdieron las batallas o la que planteas como una constante en la novela?
Pues tenemos la América que tenemos, ¿no crees? No hay nada que se pueda hacer. Aun así creo que siempre es bueno plantearse (al menos yo lo he hecho en todos mis libros, sobre todo en los dos últimos) una especulación hacia el pasado. Es decir, ¿cómo sería el mundo si hubiéramos sido mejores?, ¿cómo sería el mundo si la guerra de ocupación de las Américas hubiera sido mucho menos violenta de lo que fue?, ¿si las guerras de exterminio no hubiesen existido? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de integrar forzosamente a las culturas americanas al discurso europeo, hubiéramos integrado el discurso europeo a las culturas americanas? Lo hicimos en algunos territorios, ahora mismo pienso en el territorio de la cocina, y me parece, si se piensa en este caso, que lo que surgió de la mezcla, dominada por la cocina autóctona indígena mexicana, es infinitamente superior a lo que entregó la cocina europea… entonces, ¿qué tal si lo hubiéramos hecho así?, ¿si además de comer tortillas con salsa, siguiéramos hablando náhuatl y hubiéramos sostenido las tradiciones médicas del mundo prehispánico? ¡Yo creo que el mundo sería mejor! Para empezar, los anticonceptivos se habrían descubierto cuatrocientos años antes, por lo que la revolución feminista habría ocurrido antes de Sor Juana y ahora viviríamos en un mundo infinitamente más justo. Son tan solo dos ejemplos de como la  opción de exterminar lo distinto no era tan buena idea. Por lo tanto, creo que especular sobre las posibilidades de un mundo mejor es lo menos que puedes hacer como escritor en cuanto que se trata de un gesto político.

¿Cómo se consigue una narrativa a través de lo histórico, dónde acaba el trabajo del historiador y dónde comienza el trabajo del novelista?
Un historiador y un novelista ven el mismo fenómeno desde cumbres distintas. Sin embargo creo que el novelista tiene la ventaja, y la desventaja, de que sus ideas en torno al problema que estudia en una novela no requieren de comprobación de ningún tipo, aunque sí, hasta cierto punto, y es el caso de Ahora me rindo y eso es todo, de comprobación documental. El archivo de la novela me parece que en general es correcto, y me tomé muchísimas menos libertades que en Muerte súbita (Anagrama 2013), lo cual, creo, no la vuelve una novela histórica sino una meditación política sobre el espacio de la frontera. Creo que las novelas siempre son políticas y creo que la escritura literaria es una forma de la especulación racional, solamente que utilizando las armas de la ficción en lugar de las armas de la demostración.

¿Qué termina por ser un personaje tan carismático, tan bien dibujado, como Gerónimo, alguien que pierde la dignidad a fin de cuentas, aquel que triunfa a pesar de todo o el gran estratega que termina con “una sonrisa como el día” cuando en una de las escenas finales de la novela carga al bebé “rojo” de la señora McMillan?
Lo que permite escribir una novela sobre Gerónimo es lo que haría imposible escribir una novela sobre un personaje como Cochis o como Victorio, que fueron guerreros de una sola pieza con una claridad política y una especie de limpieza y de intenciones que Gerónimo nunca tuvo. Lo que hace fascinante a Gerónimo es que era extraordinariamente contradictorio: era un mexicano que odiaba a los mexicanos, en primer lugar, era un guerrero admirable y el hombre más valiente de su tiempo, pero también era el responsable de claudicar, porque en los tiempos de Naiche era un jefe que hablaba poco y que tenía ya poca representación. Y luego, durante la mayor parte de su vida, Gerónimo peleó al lado de Juh, quien era tartamudo, por lo que nunca hablaba cuando se llevaban a cabo las conversaciones de paz.

Luego Gerónimo trabaja para Cochis…
Quien es otro gran jefe que nunca más se sentó a hablar con nadie después del episodio de la tienda rajada [donde se narra una de las tantas masacres de indios, y comienza dentro de una tienda de campaña] que también se cuenta en la novela, que nunca volvió a negociar con ningún militar sino hasta el final de su vida, cuando, por cierto, negoció con los Estados Unidos una claudicación del ejército norteamericano. Era un jefe tan temible que le dieron lo que pidió con tal de que hiciera sus asaltos y ataques solamente en México y no en Estados Unidos. Y murió mientras ese pacto estaba todavía vigente. Todos esos personajes, digamos, de pureza clínica y política, son personajes fascinantes, pero no tienen la riqueza de un personaje como Gerónimo, quien era complicado, amado y odiado por su propia gente, siempre castigado por los jefes porque no era del todo sólido en sus actos; un hombre lleno de amor y de pasión. Eso es algo que no se cuenta en la novela, pero Gerónimo tuvo muchas esposas y muchas complicaciones eróticas. Lo que hace a Gerónimo un personaje tan rico es que es al mismo tiempo un personaje tremendamente digno, pero capaz de negociar cosas que ninguno de los jefes a los que sirvió hubiera negociado. De no ser por su temple, los chiricahuas se hubieran extinguido mucho antes.

Al final, lo que Gerónimo permitió, para bien o para mal, es que jefes como Nana, Naiche, guerreros memorables, como la india Lozen, murieran de viejos. No me parece un logro corto en un mundo donde la mayoría de las mujeres se morían de parto y los niños no la libraban para llegar a la vida adulta, y cuando la libraban morían en combate. Sin embargo, yo no soy nadie para juzgar. Si te fijas, en la novela los apaches nunca hablan; dicen las cosas que dijeron en su momento pero nunca vemos el mundo interior de un apache, porque yo no me siento autorizado de ninguna manera para imaginar qué es lo que pensaban y cómo lo pensaban; pertenecían a ese mundo que comenzó a extinguirse cuando agarraron a Cuauhtémoc y cayó la Ciudad de México, lo agarraron en una barca en el lago de Texcoco, y terminó justo con la rendición de Gerónimo. Es un mundo que tenía algunas mejores y peores cosas, y que lo atroz es que lo hayamos exterminado y lo sigamos haciendo, porque tampoco es que protejamos más los derechos de los indígenas hoy en día, tampoco es que el Estado esté haciendo un gran papel, ni en México ni en Estados Unidos, devolviéndole la tierra a quien le perteneció. Tampoco es que haya dejado de haber masacres, ve el problema del tren turístico de Chiapas, ve las masacres de indocumentados, que son fundamentalmente gente de sangre indígena. Seguimos en lo mismo, es por eso que Ahora me rindo… no es una novela histórica, es una novela que hace una pregunta sobre el mundo en el que vivimos, que sigue siendo un mundo atroz si eres un habitante original de América.

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ha publicado en Newsweek en español, GQ México, Laberinto, Replicante Revista Cultural, Opera Mundi, Forbes México, Milenio, así como en distintas antologías.


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