Foto: © Matthias Oesterle ZUMA Wire

¿Una transición justa para América Latina?

Observadores, medios y organizaciones sociales empiezan a impacientarse por la falta de resultados de la Cumbre del Clima. Solo queda un día y los temas calientes siguen sin resolverse.
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El reloj sigue corriendo en esta Cumbre de Clima, y aún no se ven compromisos concretos sobre la mesa. Observadores, medios y organizaciones sociales empiezan a impacientarse por la falta de resultados. Solo queda un día y los temas calientes de esta cumbre siguen sin resolverse. Las negociaciones continúan y según se rumorea serán días largos.

La Cumbre Social que se celebra paralelamente, algunas actividades de la COP25, la masiva Marcha por el Clima del pasado viernes 6 de diciembre y la acción que hubo ayer 11 de diciembre frente al plenario, donde se reunían los ministros del mundo, tienen una cosa en común: la necesidad de poner en el centro de la discusión ambiental los derechos humanos.

Los últimos informes del IPCC presentados antes de la COP25 dicen que vamos en camino de incrementar la temperatura media del planeta más de 3 grados, a no ser que los países más contaminantes bajen sus emisiones de carbono drásticamente. América Latina también es responsable. La mayoría de los países tienen matrices energéticas casi enteramente fósiles y esto tendrá que cambiar muy rápidamente. Significa que, si queremos seguir viviendo en un mundo parecido al que tenemos, muchos trabajos se transformarán, miles se perderán y millones de personas se verán afectadas en todo el mundo.

La emergencia climática deja pocas opciones para el libre albedrío de los países. La pregunta entonces es: ¿cómo hacer una transición ecológica sin morir en el intento antes de que el planeta lo haga?

La mayoría de las economías de los países latinoamericanos están poco diversificadas y entre un 60% y 80% de su energía es fósil. Según Adrián Martínez, de la ONG costarricense la Ruta por el Clima, en América Latina esta transformación se dará en países con economías frágiles y con amplias desigualdades: “Si la transición no se hace con precaución y teniendo en cuenta cómo afectará este cambio económico, podría incrementarse la tensión y los conflictos que ya vive la región”. En Jamaica, Costa Rica, México, Argentina, Guatemala, Honduras y Perú ya se han comprometido a avanzar en una política de transición justa, pero no se sabe cómo implementarán estos cambios.

En la Organización Internacional del Trabajo (OIT) realizaron un análisis global para ver qué pasaría con el trabajo si cada país cumple con su plan nacional de reducción de emisiones (NDCs). Descubrieron que a nivel mundial se crearían 24 millones de puestos de trabajo nuevos y se destruirían 6 millones, la mayoría en sectores como gas, petróleo y carbón. En América Latina se crearían 3 millones y se destruirían 1.5 millones de empleos.

Según Ana Sánchez, coordinadora regional de la OIT, en América Latina aún no se está dando la transformación, es decir, la economía verde y la economía contaminante están creciendo a la vez. Por ejemplo, en México Argentina y Colombia se están creando empleos en economía verde o en economía circular. “Se están enfocando mucho en crear ese tipo de empleo no tanto a que Vaca Muerta, el yacimiento petrolero argentino, cierre”, dice Sánchez. En Chile, en cambio, pasa algo parecido a lo que ocurre en Europa. Las plantas eléctricas a carbón cerrarán, por lo que los trabajadores tendrán que ser relocalizados, y no solo ellos serán los afectados, también se tendrá que atender a las poblaciones que viven indirectamente de ese tipo de industria. Tarde o temprano, si se quiere cumplir con la neutralidad de carbono, los combustibles fósiles se tendrán que dejar a un lado y los trabajadores lo sufrirán.

Para la OIT, la base de una transición justa está en la implementación de políticas macroeconómicas que faciliten el empleo en sectores no contaminantes, a través de la capacitación y formación de la ciudadanía. Sin olvidarse de la protección social. Según cuenta en Madrid la coordinadora de la OIT, los desastres naturales afectan mucho, a veces las empresas tienen que cerrar y algunas lo hacen para siempre. “Si no hay políticas de protección social que sostengan a la gente en esos momentos, la gente cae en la pobreza y no sale”.

Para paliar estas consecuencias del cambio climático, los países en vías de desarrollo, las pequeñas islas del Caribe y del Pacífico y los países más vulnerables piden que haya más financiamiento para superar los daños y pérdidas generados por huracanes, sequías u otros eventos climáticos extremos. Los países desarrollados, sobre todo Estados Unidos, no están a favor de dar más recursos, por lo que el tema está aún que quema en las salas de negociación. Según el principal negociador de Costa Rica, Pascal Girot, se está avanzando pero aún no se sabe si habrá entendimiento o países como Estados Unidos bloquearán el texto final.

¿Qué pasará con las mujeres?

Otra de las grandes preocupaciones será cómo afectará la transición a las mujeres y a los colectivos LGBTI. En la OIT dicen que afectará de manera diferenciada. Sánchez asegura que las mujeres no están teniendo las mismas oportunidades que los hombres en el acceso al empleo verde. “Las mujeres están poco presentes en las energías renovables, a nivel internacional solo representan un 35% de los 10 millones de empleados en sectores limpios”. Además, explica, las mujeres que están empleadas son las peores pagadas y quienes sufren peores condiciones laborales. “Lo que está ocurriendo es que la economía verde está replicando las desigualdades de la economía anterior. Si no se legisla para incluir a las mujeres, las desigualdades podrían incluso ampliarse”.

Por eso sería importante que el género se tenga en cuenta en el texto final que salga de esta COP25. Según Amparo Martínez, una de las negociadoras de México y directora del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, el género y el tema de transición justa se han estado discutiendo en todos los puntos de negociación, de momento está presente en el preámbulo y en algunos textos que aún están por cerrar, pero la idea es que esté en todos los artículos del Acuerdo de París, porque según dice “la mujeres son más afectadas por el cambio climático y esto se tendría que tener en cuenta en el financiamiento para adaptación, en los proyectos de reducción de emisiones, en los recursos para las “Pérdidas y Daños” y en la transición energética”.

¿Podría el sistema actual ser sostenible?

Algunos colectivos ambientales y organizaciones sociales ven muy difícil que este cambio se pueda dar si no se replantea el sistema económico y social que conocemos hasta el momento. De manera especial en América Latina, “se tiene que repensar no sólo cómo se va a estructurar nuestra sociedad y nuestro ambiente, también qué modelo de desarrollo queremos crear y eso no implica imitar a Europa o volver a la soluciones que conocemos hasta ahora. No debemos olvidar qué fue lo que nos trajo esta crisis climática”, afirma Adrián Martínez de la ONG La Ruta por el Clima desde la Feria de Madrid. La clave sería la participación ciudadana en el proceso de cambio que estamos viviendo.

“La transición justa es una oportunidad, pero dependerá de la participación que tengamos, porque si no otros van a seguir haciendo negocios, teniendo la tecnología y consolidando el mismo mundo que teníamos pero bajo en emisiones. El parámetro de Acuerdo de París es un mundo justo, más igualitario y sostenible, y se debería implementar en este sentido”, destaca Martínez.

Este y otros temas siguen atrancados entre párrafos y palabras que no acaban de definirse. Aunque las negociaciones terminan mañana, ya se ha avisado a los trabajadores de la limpieza y al personal de seguridad que la cumbre quizá se extienda hasta el sábado o el domingo por falta de consenso. Para aquel entonces sabremos cómo se redimensionarán la relación entre los países del Sur global y los del Norte y de qué manera entrarán las reivindicaciones feministas en la implementación del Acuerdo de París.

Mientras tanto, las calles rugen de impotencia, la presidencia de la COP25 exige “acción y compromiso”, los países en vías de desarrollo y los más vulnerables insisten en el financiamiento y los países desarrollados salvaguardan sus recursos. El tema parece moverse entre la contradicción y la posibilidad, entre el compromiso y la voluntariedad. ¿Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva época o reformularemos los mismos patrones?

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es periodista especializada en medioambiente, energía, género y derechos humanos.


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