En mayo de 2020 comenzaron a circular noticias sobre varios documentos históricos, prehispánicos y novohispanos, que estaban siendo robados, vendidos, sacados del país y subastados.
El historiador texcocano Javier Eduardo Ramírez López avisó que la casa Morton ofreció, en la subasta del 21 de julio de 2020, varios importantes padrones del siglo XVIII, que pertenecieron al Archivo de la parroquia del Sagrario de la Catedral Metropolitana de México. Otros historiadores, como Sebastián van Doesburg, María Isabel Grañén Porrúa, Michel Oudijk y Michael Swanton en Oaxaca, también lo supieron y avisaron a las autoridades. La Academia Mexicana de la Historia se manifestó sobre este y otros robos. Al conocer la situación, la casa Morton, muy correctamente, retiró el lote de padrones de la subasta y emitió un comunicado manifestando su compromiso formal de cuidar la proveniencia de los documentos subastados. Comenzó el lento y sinuoso proceso de reincorporar los padrones al archivo al que originalmente pertenecieron.
La sustracción es antigua, quizá de mediados de los años ochenta. Lo sabemos porque los documentos ofrecidos fueron microfilmados en 1961 por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (los mormones), pero ya no aparecen en el detallado registro de Los “padrones” de confesión y comunión de la parroquia del Sagrario Metropolitano de la ciudad de México, publicado en 2009, hecho en la década de 1990 por los historiadores Óscar Mazín, del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, y Esteban Sánchez de Tagle, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. La casa Morton entregó los documentos al INAH el 23 de julio del año pasado, pero no han sido reintegrados al Archivo de la Catedral. Tal vez el tiempo que ha pasado desde la sustracción justifique que los padrones del Sagrario pertenezcan ahora al Estado y no a la Iglesia. No se sabe. O más bien la pregunta sería, en las condiciones actuales, qué institución podrá conservar con más cuidado el patrimonio cultural a su cargo.
También por Javier Eduardo Ramírez López se supo que, en abril de 2019, la casa Swann subastó varios libros parroquiales del siglo XVIII, de los pueblos de Chimalhuacan, Teotihuacan y Ayapango, pertenecientes a la diócesis de Texcoco. Existen microfilms de los libros parroquiales –tomados en los años sesenta– que conocieron las autoridades, pero no se detuvo la subasta.
Al mismo tiempo, llegó la noticia de la sustracción y puesta en subasta por la casa Morton, el 8 de septiembre de 2020, de un acta de la fundación de la Archicofradía del Santísimo Sacramento, igualmente tomada del Archivo General de la Nación (AGN), cuya presencia en el ramo Cofradías y Archicofradías se pudo documentar. Marco Palafox Schmid, director jurídico del AGN, reaccionó con todos los instrumentos de la ley para detener la subasta.
Adicionalmente se supo de la carta del padre José María Morelos, cuya subasta por la casa Morton se detuvo, y fue restituida a la Biblioteca Lafragua de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, a la que pertenece, gracias a la información histórica aducida por la historiadora poblana Rosalva Loreto López y sus colegas.
Más grave y difícil es la situación que salió a la luz en mayo de 2020, sobre nueve documentos relativos a Hernán Cortés que fueron robados del ramo Hospital de Jesús del Archivo General de la Nación, sacados del país, subastados y vendidos a precios muy altos en los años de 2017, 2019 y 2020 por las galerías Swann, Christie’s y Bonham’s, todas de Nueva York, y Sanders, de Los Ángeles.
((Los documentos cortesianos se encuentran en el ramo Hospital de Jesús porque así se llamó a partir del siglo XVII al Hospital de la Inmaculada Concepción que fundó Cortés en 1521, donde se guardaron sus documentos y los de su Marquesado del Valle, antes de que pasaran en 1929 al Archivo General de la Nación.
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Lo bueno, en este caso, es que la historiadora María del Carmen Martínez Martínez, de la Universidad de Valladolid, España, ha estado realizando un índice razonado de todos los documentos cortesianos, y pudo precisar la signatura en el ramo Hospital de Jesús del AGN de los nueve documentos, que ella pudo consultar y fotografiar en ese mismo archivo en 2010. La comparación de las fotos subidas a internet en los catálogos de las casas neoyorquinas de subastas y las que Carmen Martínez había tomado en el AGN muestra cómo las hojas fueron arrancadas y lastimadas, y son prueba conclusiva del robo perpetrado. En una publicación hecha con varios colegas, Carmen Martínez publicó los juegos de fotos pareadas, con un resumen de su contenido, los precios pagados en la subasta y, en contados casos, su comprador y destino.
((Sebastian van Doesburg, Rodrigo Martinez Baracs, María del Carmen Martínez Martínez y Michel Oudijk, “El saqueo de documentos mexicanos”, en Aristegui Noticias, domingo 13 de septiembre de 2020.
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En tal situación está una carta de Cortés a Diego de Guinea, escrita en Cuernavaca el 22 de noviembre de 1538, vendida el 27 de abril de 2017 en la galería Swann por 37,500 dólares. Informó Carmen Martínez que el documento “fue incluido en el catálogo de la Colección Pedro Corrêa do Lago expuesta en The Morgan Library and Museum en Nueva York, quien, al parecer, lo adquirió”. Pedro Corrêa do Lago, por lo visto, ha reunido la mayor colección privada de cartas y manuscritos autógrafos del mundo.
Uno de los documentos fue ofrecido por Swann en la subasta del 10 de marzo de 2020, pero finalmente no fue vendido: una “Real cédula de la reina Isabel al Presidente y Oidores de la Audiencia de la Isla Española para que faciliten al Marqués del Valle y a su mujer (Juana de Zúñiga) lo que necesiten en su viaje”, fechada en Madrid, el 13 de diciembre de 1529.
Una carta orden de Cortés a su contador Rodrigo de Baeza del 28 de agosto de 1534, ofrecido por la casa Nate D. Sanders de Los Ángeles el 25 de mayo de 2017, parece haber sido sustraída del AGN en tiempos anteriores, porque ya no lo encontró Carmen Martínez en 2010, y estaba curiosamente restituida por una copia mecanografiada.
El 24 de septiembre de 2020, la casa Swann ofreció para subasta un décimo documento cortesiano, más temprano que los anteriores, del 12 de diciembre de 152. El documento tiene la novedad de que menciona al conquistador Pedro de Alvarado como alcalde ordinario del cabildo de la ciudad de Temistitan, que provisionalmente se encontraban en Coyoacán, mientras se reconstruía la ciudad. La subasta fue cancelada por las presiones de los historiadores y el INAH.
Las gestiones luego pasaron a la Secretaría de Relaciones Exteriores, que tomó contacto con las autoridades policiacas de Estados Unidos. El objetivo inmediato, por supuesto, era la devolución del documento de 1521 no subastado, pero también era necesaria la devolución de los documentos subastados en 2017, 2019 y 2020, del documento que no se subastó, y de los que fueron sustraídos y no alcanzaron a ser ofrecidos. Asunto ciertamente delicado, sobre el que nada se supo desde septiembre pasado hasta ahora, si no fuera por un reportaje de Drazen Jorgic en la agencia de noticias Reuters que muestra que las cosas, aunque lentamente, se están comenzando a mover.
Jorgic entrevistó a las casas subastadoras, que contestaron vaguedades o nada. Pero al parecer las “investigaciones detectivescas” como las de Carmen Martínez, que exhibieron pruebas de las sustracciones, despertaron otras pesquisas tanto en México como en los Estados Unidos, por parte de la U.S. Homeland Security Investigations (HSI). Y la Secretaría de Relaciones Exteriores pidió ayuda al Departamento de Justicia de los Estados Unidos para repatriar los diez manuscritos sustraídos, según lo declaró Alejandro Celorio, consejero legal de la SRE, que está cooperando con el fiscal federal del distrito de Nueva York.
Al mismo tiempo, Jorgic logró encontrar al comprador brasileño de uno de los documentos cortesianos subastados por la casa Swann (supongo que el ya mencionado coleccionista Pedro Corrêa do Lago), quien dijo que ya lo había regresado a la casa de subastas. Jorgic también entrevistó a Alexandra Nelson, encargada de ventas de Swann Galleries, quien aseguró que siempre tratan de verificar la proveniencia de las antigüedades que venden, para evitar ofrecer objetos robados. Pero Robert Wittman, antiguo agente del Art Crime Team del FBI, dijo que “las grandes casas de subastas no están haciendo lo suficiente para asegurar las antigüedades del mundo”, y abundó: “No están en el negocio de recuperar propiedad robada o de proteger la propiedad cultural, están en el negocio de comprar y vender”.
Jorgic también habló con el mencionado Marco Palafox Schmid, director de Asuntos Jurídicos del AGN, quien señaló que en un primer momento no trataron de parar la subasta de septiembre de 2020 porque, más allá de las fotografías pareadas de Carmen Martínez, no podía establecer que los documentos pertenecen al AGN, por falta de un catálogo adecuado. Pero pronto encontró que la Sociedad Genealógica del estado de Utah, de la mencionada Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, realizó una microfilmación amplia en 1993 en el AGN, en la que se hallaron los documentos cortesianos con el hueco de los robados. De este modo, en octubre Marco Palafox mostró a los investigadores de Estados Unidos tanto las fotos pareadas de Carmen Martínez como las del microfilm de 1993. El agente Wittman mencionó la posibilidad de que las casas de subastas sean citadas para que identifiquen a los vendedores y los consignatarios que transportaron los documentos, con el fin de rastrear la cadena de participantes hasta llegar al mismo robo en el AGN, que acaso permita repatriar los documentos robados y sacados del país pero no vendidos. Supongo que también habrá que identificar a los compradores, con el fin de que los documentos subastados puedan ser restituidos al AGN.
Las cosas, parecería, van bien: las casas de subastas de México, de Estados Unidos y de otras partes están advertidas y bajo escrutinio, y no será tan fácil que las ventas de documentos robados continúen en los próximos años. Es posible que México obtenga la recuperación de los archivos cortesianos robados, y que los ladrones sean identificados y castigados. Por cierto, las casas de subastas también deben ser sancionadas por su participación en el ilícito. Robar documentos que pertenecen al patrimonio cultural del país y de la humanidad es un delito muy grave, diría que una traición.
Es necesario que los archivos mexicanos, civiles y religiosos, reciban el apoyo necesario, de fondos públicos y privados, para que puedan realizar el trabajo de conservación, restauración, digitalización, estudio y difusión de los documentos a su resguardo. Esta tarea se ha visto gravemente amenazada en los últimos tiempos, con el ataque presupuestal que han sufrido nuestras instituciones culturales, como es el caso de la Fonoteca Nacional, imposibilitada para realizar su tarea elemental de conservación del patrimonio sonoro de la nación debido al recorte drástico de su personal. Las dificultades presupuestales han impedido que se enfrente la situación de alarma que vive el importante Archivo de Notarías de la Ciudad de México desde la inundación que sufrió en junio de 2020, pese al apoyo eficaz y oportuno que recibió de la asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas, patrocinado por la Fundación Alfredo Harp Helú. Y ya se viene la temporada de lluvias de 2021.
Que los documentos sean robados impunemente de México no debería ser una fatalidad. Precisamente estaba yo viendo con varios colegas la manera de alertar a la opinión pública sobre el robo, salida del país y venta de varios documentos cortesianos, cuando María Guadalupe Ramírez Delira, de la Biblioteca de México, quien de manera adicional se ocupa de catalogar el archivo de mi padre, José Luis Martínez, me mandó las cuatro cartas que intercambió mi padre en 1988 con la escritora Margo Glantz, relativas a la subasta por la casa Sotheby’s de Londres de un documento firmado por Hernando Cortés, sustraído del fondo Hospital de Jesús del Archivo General de la Nación. Mi padre se encontraba entonces trabajando en su libro Hernán Cortés y en su complemento, los cuatro tomos de Documentos cortesianos (publicados por el FCE y la UNAM en 1990-1992), por lo que conocía perfectamente el documento, que ya había incorporado a su edición. Se trata de una carta que escribió Cortés a su procurador García de Llerena, de fines de 1530 (según mi padre) o septiembre de 1531 (según Carmen Martínez), desde el pueblo de Miacatlan, sujeto de la villa de Cuernavaca, donde se encontraba unos días dedicado a cazar (recién casado con doña Juana de Zúñiga), para decirle entre otras cosas que a su regreso a Cuernavaca se ocuparía del interrogatorio de descargo en alguno de los juicios que llevaba ante la Segunda Audiencia (1531-1535) para resarcirse de los daños que le había hecho la Primera (1528-1530).
El intercambio epistolar entre Margo Glantz y José Luis Martínez comenzó cuando Margo, que fue agregada cultural de México en Londres entre 1986 y 1988, le escribió a mi padre el 13 de abril de 1988 y le dio información sobre un manuscrito autógrafo de Cortés que estaba siendo subastado por la casa Sotheby’s de Londres. El 2 de mayo mi padre le mandó información para probar que la carta de Cortés a García de Llerena pertenecía al AGN. El 27 de mayo, Margo le pidió datos más precisos para poder argumentar el caso y en la última carta, del 29 de junio, mi padre le dio la información, además de fotocopias, y le contó que se había suspendido la venta de la carta y que ahora estaba en cuestión su restitución a México.
Al publicar la carta en el segundo tomo de sus Documentos cortesianos en 1991, mi padre puso una nota a pie de página en la que explicó las circunstancias de la carta de Cortés y lo relativo a su robo del AGN. Me permito citarlo:
El original de la presente carta de Cortés a García de Llerena, con firma autógrafa, que formaba parte del Archivo General de la Nación, bajo el rubro Hospital de Jesús, legajo 265, expediente 9, y que fue publicada en los Documentos inéditos relativos a Hernán Cortés y su familia (Publicaciones del Archivo General de la Nación, XXVII, Talleres gráficos de la Nación, XXVII, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1935, p. 5), fue sustraída del AGN y en abril de 1988 se ofreció en subasta, como ítem 160, por la casa Sotheby’s de Londres. La descripción correspondiente del documento, llena de inexactitudes, concluye así:
Autograph material by Cortés is of the utmost rarity. The present, apparently unrecorded, example is the most important letter by Cortés to have been offered for sale at auction this century. L 20 000-25 000.
Agradezco a Margo Glantz, agregada cultural de México en Londres, los informes que me envió de esta subasta. La denuncia correspondiente fue hecha por la Embajada de México en aquella capital.
Las gestiones de Margo Glantz y la Embajada, con el apoyo de mi padre, fructificaron. María del Carmen Martínez Martínez me informó que la carta de Cortés a García de Llerena fue restituida al AGN, donde probablemente se conserva en la bóveda de seguridad, como documento reservado, que se puede consultar de manera digital en la galería 4. Lástima que los demás documentos cortesianos del AGN no fueron igualmente bien resguardados. De cualquier manera, queda constancia del empeño de los historiadores por la conservación de nuestro patrimonio cultural.
(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.