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Mis raras, I: Marosa di Giorgio

ยฟQuรฉ hace rara a una escritora? ยฟSer poco conocida (o menos conocida de lo que deberรญa), excรฉntrica, marginal, rebelde? ยฟNo adaptarse a las normas sociales de su tiempo? Tres entregas sobre las raras propias, comenzando por la uruguaya Marosa di Giorgio.
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Cuando supe que el nรบmero de agosto de Letras Libres rendirรญa homenaje a escritoras โ€œrarasโ€, me entrรณ comezรณn por definir ese tรฉrmino. ยฟQuรฉ hace rara a una escritora? ยฟSer poco conocida (o menos conocida de lo que deberรญa), excรฉntrica, marginal, rebelde? ยฟNo adaptarse a las normas sociales de su tiempo?

En la rareza caben, sin duda, una grandรญsima variedad de caracterรญsticas, pero una cosa es cierta en todos los casos: lo raro nos causa curiosidad y nos impulsa a descifrarlo. Quizรก la virtud del tรฉrmino descansa justamente en su amplitud. Se dice que algo es raro siempre en contraste con la normalidad, y la normalidad no existe. ยฟCรณmo definir algo que existe en relaciรณn a lo que no existe?

En mi caso, la mayor parte de las raras que propusieron las escritoras invitadas al nรบmero de agosto de la revista resultaron hallazgos. Aunque de algunas conocรญa al menos un texto, en varios casos era la primera vez que leรญa sus nombres: Concepciรณn Estevarena, Marรญa Virginia Estenssoro, Christina Stead. Eso, por decirlo de algรบn modo, me contagiรณ: yo tambiรฉn quiero contarle al mundo de mis raras, de las escritoras que me han abierto sus puertas y desafiado a entrar a espacios que me dan ganas de quedarme contemplando mucho tiempo. A eso dedicarรฉ las prรณximas tres entregas, empezando por la rara de raras, alma de magnolia, hermana de los hongos que nacen en silencio: Marosa di Giorgio.

โ€ข

De todas las posibles definiciones de rara, Marosa di Giorgio (Salto, Uruguay, 1932-2004) no encaja en la de ser poco conocida. Al contrario: en vida, la poeta uruguaya de origen italiano viajรณ por el mundo y recibiรณ homenajes dentro y fuera de su paรญs; su obra, principal pero no exclusivamente poรฉtica, ha sido traducida a varios idiomas e incluida en un sinfรญn de antologรญas. Pero sรญ encaja en todas las demรกs acepciones del tรฉrmino: es sobresaliente o excelente en su lรญnea, se comporta de un modo inhabitual โ€“dicen que se acostaba desnuda a tomar el sol sobre las tumbasโ€“, es extravagante de genio o de comportamiento y propensa a singularizarse.

La originalidad radical de Di Giorgio estรก la mitologรญa personal que creรณ en su obra, para lo cual tuvo que crear primero un personaje para sรญ misma, una mรกscara que fuera cambiando, adaptรกndose, renaciendo (Vine a la luz en este florido y espejeante Salto del Uruguay hace un siglo, o ayer mismo, o mismo ahora, porque a cada instante estoy naciendo). Enamorada del disfraz, dicen quienes la conocieron que se vestรญa y maquillaba de modo atรญpico, digamos, lo cual aunado a su increรญble lucidez verbal y capacidad interpretativa hizo de ella un personaje excepcional. En los aรฑos cincuenta y sesenta ya le decรญan โ€œla raraโ€, segรบn recuerda el periodista Ramรณn Mรฉrica:

Era una seรฑor extraรฑa: el pelo muy lago que se desplomaba sobre la espalda desnudรญsima en verano, que se enredaba en los chales en invierno (โ€ฆ), la cintura muy fina, quizรก muy apretada por aquellos cinturetes, collares interminables, aquellos tacos que parecรญan salir de debajo de la tierra y clavarse en sus zapatos, aquellos tacos sobre los que ella evolucionaba, ausente, enhiesta, la mirada sin saber a dรณnde iba porque estaba velada por unos anteojos en punta hacia arriba, me parece que con piedritas brillantes, aunque creo que no miraba nada, mucho menos vidrieras. Eso sรญ: todo el mundo la miraba a ella.

O en palabras de Ana Llurba:

Dicen que era coqueta y que hasta en las elecciones de su vestimenta se identificaba con los animales: colgante con murciรฉlago, broche de mariposa, mantones con alas, antifaz de gato y el pelo como si estuviera siempre en llamas coloradas o naranjas.

 

Pero la singularidad de Di Giorgio rebasa sus aptitudes teatrales (participรณ en mรกs de treinta representaciones) y la gama de colores de su pelo, collares y vestidos, alcanzando todo un imaginario sensorial repleto de criaturas en las que ella se esconde y se construye. Desde los primeros poemas que publicรณ en el periรณdico estudiantil Adelante, a los 14 aรฑos, su literatura se fue abasteciendo โ€“por no decir poblando, porque las palabras tambiรฉn son entes vivosโ€“ de un lenguaje poderosamente visual, metafรณrico, camaleรณnico:

Tiesos y rosados, desbordaban las canastas, las cajas y nidales, y otros intersticios de las paredes y el techo.

A medio camino entre objetos y seres.

Guardianes tan jรณvenes y encastrados, yo permanecรญa muda entre las sรกbanas.

Afuera, el mundo. Gigantes vacas y caballos, hombres sin alas y con alas, y tambiรฉn toda otra cosa.

A veces, un huevo quedaba negro y al entreabrirse dejaba pasar un monstruo, una comadreja diminuta.

Di Giorgio avanza a tientas por la oscuridad con las palabras como frascos llenos de luciรฉrnagas, haciendo un atento registro del entorno, anotando los matices mรกs delicados de la emociones humanas. En las escenas familiares y domรฉsticas mรกs comunes, introduce un elemento del misterio, algo extraรฑo, un objeto que no encajarรญa en ningรบn mundo mรกs que en รฉste, de trenes que parten en dos al bosque, mujeres con coronas de higos negros y sopas con ingredientes secretos:

Necesito dos hongos. Uno para poner en la olla, desmenuzado, que disuelva y dรฉ aroma y gusto. Dรฉ brรญos a la sopa. Y el otro, el mรกs importante, misterioso, quedarรก entero, brillante y afelpado, flotarรก sin lรญmites.

Di Giorgio era un imรกn de otros raros. Como no le gustaba tomar cafรฉ en su casa, se reunรญa con frecuencia con su amplio grupo de amigos en los bares y cafรฉs del barrio, como el viejo Sorocabana de la plaza Cagancha, el Luzรณn o el Mincho Bar (ambos todavรญa en servicio en Montevideo). La poeta encontrรณ en la vida nocturna de la ciudad un lugar de pertenencia y un sitio estratรฉgico para ser ubicada por colegas, periodistas, interlocutores. Su reinado, cuentan, era sutil: dejaba que las conversaciones fluyeran, estimulaba y enriquecรญa el diรกlogo y solucionaba con un pequeรฑo gesto cualquier discusiรณn que estuviera por pasarse de tono. Hablaba poco pero escuchaba mucho: se conservaba tรญmida incluso en el centro de la atenciรณn. 

A la luz de todo esto, no es extraรฑo que Di Giorgio haya elegido el tรญtulo Los papeles salvajes para su obra poรฉtica reunida. Es una descripciรณn puntual: en la ediciรณn mรกs reciente de libro, la ediciรณn definitiva publicada por Adriana Hidalgo, se incluyen mรกs de 650 pรกginas de eso, papeles salvajes, anotaciones audaces, provocadoras, delirantes.

Marosa nunca se casรณ ni tuvo hijos. En 1993 fue diagnosticada con cรกncer en los huesos y de eso muriรณ en 2004. Dueรฑa absoluta de sรญ misma, viviรณ su vida como literatura y escribiรณ literatura como su vida, libre de poses y en total coherencia entre la persona, el personaje y la obra: Me interpreto a mรญ misma con mucho gusto.

Me gusta pensar que fue feliz.

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(Ciudad de Mรฉxico, 1984). Estudiรณ Ciencia Polรญtica en el ITAM y Filosofรญa en la New School for Social Research, en Nueva York.ย Esย cofundadora deย Ediciones Antรญlopeย yย autora de los libros Las noches sonย asรญย (Broken English, 2018), Alberca vacรญaย (Argonรกutica, 2019) y Una ballena es un paรญs (Almadรญa, 2019).


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