“Los adultos en el cuarto” fue el mote que la prensa estadounidense le puso a los cuatro generales que servían como funcionarios del gabinete de Donald Trump y que, se decía, eran los únicos con el suficiente carácter para enfrentarlo y detener sus decisiones más irracionales.
En México, parece que “los adultos en el cuarto” han hablado. Y lo han hecho con vigor y claridad a través de un general del Ejército que ha pronunciado un fuerte discurso. No es para menos. Ante el desastre de Culiacán, hemos presenciado un manejo de crisis orientado a confundir a la sociedad. Los mexicanos exigíamos que el presidente rindiera cuentas claras. Queríamos saber las razones exactas por las que el operativo fracasó y cuáles miembros del gabinete fueron responsables. Y, sobre todo, cómo se haría justicia para los muertos y heridos y qué medidas se tomarían para evitar que algo así de grave se repita.
En vez de eso, en la conferencia de prensa del 31 de octubre pudimos ver a un presidente actuando fuera de sí, afirmando que los reporteros que le hacen preguntas que le desagradan son como animales mal agradecidos que “muerden la mano a quien les quitó el bozal”. Vimos al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas siendo incapaz de emitir un mensaje de solidaridad con los familiares de los militares fallecidos y con los heridos. Peor aún, lo vimos endosando completamente al Ejército el desastre de Culiacán, llegando al extremo de señalar con nombre y apellido a un coronel como responsable del fracaso. La imprudencia de exponer a este militar a represalias del narcotráfico no tiene precedentes.
El presidente parece no ver que las palabras con las que se expresa de los militares importan mucho, por la simple razón de que él es su jefe. Él sigue afirmando que “en el pasado” la política de seguridad era de “masacres” y “exterminio”, sin comprender que, al emplear esos términos demagógicos, los militares se sienten injuriados. Esto no es nada nuevo, pues los militares lo escucharon por años hablar en esos términos. Además, lo han oído decir, con todas sus letras, que si por él fuera “desaparecería al Ejército”. Lo han oído rechazar apoyo de la Iniciativa Mérida, porque “México no necesita helicópteros artillados”, cuando el desastre de Culiacán hizo evidente todo lo contrario, al costo de sangre militar. Han visto cómo el presidente ha recortado el presupuesto a las Fuerzas Armadas, bajado sus salarios y prestaciones y ha cancelado programas de modernización de equipo indispensable, pero al mismo tiempo los ha puesto a repartir libros de texto, a distribuir gasolina, a repatriar los restos de un cantante fallecido y a construir un aeropuerto civil en su principal base aérea.
¿Qué opinan los militares de todo esto? En días recientes conocimos la respuesta, al filtrarse a medios un discurso pronunciado por el General Carlos Gaytán Ochoa, exsubsecretario de la Defensa, quien afirmó que a los militares les “preocupa el México de hoy” y que se sienten “agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”. Para el General Gaytán, estamos en una situación tan grave como aquellas en las que “el pueblo resultó lastimado, la economía entró en crisis, y el país tuvo que emprender su recuperación, casi desde cero.”
El diagnóstico que ofrece el discurso es que el presidente está usando mal el gran poder que le dieron sus votantes:
No podemos soslayar que el hoy titular del Ejecutivo, ha sido empoderado legal y legítimamente. Sin embargo, es también una verdad inocultable, que los frágiles mecanismos de contrapeso existentes han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo, que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad. Ello nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país.
El general habló de una sociedad polarizada y de un elevado descontento del Ejército, y lanza una dura pregunta retórica a los altos mandos, presentes en el evento, según la prensa:
¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de “halcones” que podrían llevar a México al caos y a un verdadero estado fallido?
El presidente ha optado, como lo señala el primer paso de su manual de manejo de crisis, por negar y minimizar este nuevo problema y enmarcarlo en su narrativa demagógica: “Gaytán habla así porque fue subsecretario con Calderón”, nos dice con sonrisa condescendiente. Pero el hecho es que el mal manejo de la crisis de Culiacán ha llevado la tensión entre el presidente y las Fuerzas Armadas a un punto muy delicado.
Ante el caos, los “adultos en el cuarto” ya hablaron. Ya sabemos que el presidente hará como que no escuchó, pero seguramente sí tomó nota. La decisión que tome respecto a cómo quiere relacionarse de ahora en adelante con los militares marcará el rumbo de su gobierno, y del país.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.