Francisco Toledo (1940-2019)

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Hay algo conmovedor en la forma en que la comunidad cultural mexicana recibiรณ el pasado 5 de septiembre la noticia de la muerte de Francisco Toledo. No creo haber leรญdo a nadie que, al lamentar la desapariciรณn del artista portentoso, no se refiriera tambiรฉn al actor social ejemplar, y sรญ a muchos que pusieron en ello el acento: el hombre generoso de clara conciencia ciudadana preocupado intensamente por su comunidad, en la que supo alentar el desarrollo de la sensibilidad estรฉtica y el sentimiento de solidaridad de la mejor manera posible: dรกndoles espacios y medios para florecer. Asรญ, en la Casa de la Cultura de Juchitรกn, la primera de las instituciones que creรณ, logrรณ reunir un acervo de setecientas piezas arqueolรณgicas gracias a las donaciones, primero, de sus amigos y, despuรฉs, de la gente del pueblo; es decir que logrรณ reunir algo mรกs que piezas arqueolรณgicas: logrรณ reunir a la gente, sumar voluntades, crear lazos y, como se dice ahora, fortalecer el tejido social. Lo mismo puede decirse del Instituto de Artes Grรกficas de Oaxaca, del Centro Fotogrรกfico Manuel รlvarez Bravo, del Museo de Arte Contemporรกneo de Oaxaca, del Taller Arte Papel de Etla, del Jardรญn Etnobotรกnico de Oaxaca: sin la participaciรณn ciudadana no se habrรญan desarrollado.

En cada uno de esos lugares โ€“en sus galerรญas y salas de exposiciones, en sus vastas bibliotecas, sus talleres, sus tiendas, sus jardinesโ€“ cada uno, ademรกs de encontrarse consigo mismo y con los suyos, se encontraba con su tradiciรณn, con el corazรณn de su comunidad. Espacios propicios a la contemplaciรณn y el recogimiento tanto como a la conversaciรณn y el reconocimiento, los que Francisco Toledo creรณ y mantuvo vivos son admirables no solo por lo que contienen sino, sobre todo, por lo que irradian y articulan. Puede decirse, sin temor a exagerar, que ni Oaxaca ni los oaxaqueรฑos serรญan hoy lo que son, para sรญ mismos y para el mundo, sin la red de instituciones creadas por Toledo. Confieso que escribo con incomodidad la expresiรณn โ€œcreador de institucionesโ€: parece mรกs apropiada para elogiar a un polรญtico. Pero Toledo lo fue, ejemplarmente. No fue desde luego un miembro de โ€œnuestra clase polรญticaโ€ sino un ciudadano con plena conciencia de su responsabilidad polรญtica. ยฟCuรกles fueron sus causas? La ecologรญa, la conservaciรณn del patrimonio, la defensa de los bosques y del agua, la coherencia del paisaje arquitectรณnico, la revitalizaciรณn de la lengua zapoteca, la difusiรณn de la poesรญa en todas sus formas. Toledo no fue un revolucionario, ni en el arte ni en su activismo: fue en muchos sentidos โ€“pero no en el moralistaโ€“ un conservador.

Me gusta tambiรฉn que nadie se haya referido a รฉl con esa frase ridรญcula que brota de los labios de cualquier funcionario al que, en la hora de las exequias, le plantan una grabadora: โ€œun mexicano universalโ€, pues muestra con quรฉ claridad este artista, cuyas obras eran requeridas y preciadas por museos y coleccionistas de todo el mundo, supo definirse como un hombre de su lugar. O sus lugares: Oaxaca, Juchitรกn, el Istmo. Lo fue no solo porque a ese lugar lo atรณ amorosamente una vocaciรณn cรญvica que, si lo distrajo de la obra grรกfica, no lo apartรณ ni un momento de la creaciรณn artรญstica, sino porque de ese lugar se nutriรณ su obra toda: de su lengua y sus mitos, que alimentaban sus visiones, de su tierra y sus materias, de los que extraรญa sus colores, sus telas, sus papeles, y de su luz, que supo atrapar de tantas maneras. La presencia de Oaxaca en la obra de Toledo es ante todo material: es visible y audible, palpable y paladeable. Muy notoriamente, su obra grรกfica no apela a los ojos sino a todos los sentidos y cada una de sus creaciones se despliega no sobre una superficie sino en una espesura. Moldear arcilla, bruรฑir metales, teรฑir textiles, meter las manos en la tierra: la creaciรณn tiene cuerpo, el mundo es un cuerpo. Esta pasiรณn suya por la materia y los materiales (sobre la que ha ensayado con perspicacia Alberto Ruy Sรกnchez) estรก en el origen de su impulso creador, como si en รฉl sobreviviera siempre el niรฑo que juega con la tierra, raya en la pared y descubre el sabor de la cal, y es indisociable de su atenciรณn a las metamorfosis, es decir de su visiรณn poรฉtica (recordemos que Canetti, aludiendo a Ovidio, definiรณ al poeta como โ€œel guardiรกn de las metamorfosisโ€). La lรญnea en el papel puede penetrar y ser una muesca, el papel puede doblarse y ser un papalote, el aire puede ser un lecho y un asiento, esta silla volverรก a ser una planta pero ahora es un animal. Todo estรก en camino de ser otra cosa y de ahรญ que cada una de las obras de Toledo dรฉ la impresiรณn de inacabamiento y proliferaciรณn. Esto es claro sobre todo en la naturaleza salvajemente erรณtica de su obra. Nada quiere persistir en su ser: todo quiere ser verga y vulva y boca, todo quiere penetrar y ser devorado, la creaciรณn entera es felizmente deseante y todas las especies โ€“animales pero tambiรฉn vegetalesโ€“ se tocan, se acarician, se olfatean, se exploran, se encienden y arden sin consumirse nunca. Pero basta con poner un poco de atenciรณn para advertir que lo que ahรญ ocurre no es pura sexualidad: hay ahรญ anรฉcdotas y acaso historias. Porque ese mundo festivo y carnavalesco estรก nutrido por muchas lecturas (Toledo fue un gran lector y un finรญsimo editor) y, sobre todo, por el universo mรญtico de su lugar. Aunque Toledo ilustrรณ deliciosamente la Zoologรญa fantรกstica de Borges, es claro que su imaginaciรณn estaba mucho menos cerca de las enciclopedias y los grabados que frecuentaba el bibliotecario que de los animales sonrientes y las plantas fecundas del Popol Vuh, y mรกs aรบn de los mitos y leyendas de Oaxaca y del Istmo. Ese caudal de historias y canciones y poemas se transfigura, en manos del artista, en una nueva vastรญsima mitologรญa, que aรบn espera sus exรฉgetas. Toledo fue nuestro Ovidio. ~

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