Foto: Martin Hearn, flickr.com/photos/martinhearn/45884513415, CC-BY-2.0

Brexit: hacia el desenlace

En vรญsperas del Brexit, quienes estaban convencidos de las ventajas de la insularidad, titubean. Cuatro aรฑos de separaciรณn de Europa los han hecho mรกs conscientes de las consecuencias de sus actos.
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Hasta los dramas con mayor รฉxito tienen fecha de caducidad, y el Brexit no es la excepciรณn. La saga de la salida del Reino Unido (RU) de la Uniรณn Europea (UE) empezรณ en 2016 y termina este diciembre. En su recta final, el impasse que se esperaba resolver permanece igual que al principio, aparentemente ajeno a cualquier posible soluciรณn.

Durante los cuatro aรฑos transcurridos desde el triunfo de los Brexiters, el cine inglรฉs no ha permanecido indiferente a la necesidad de glorificar la identidad nacional basada en un pasado ideal. En el 17, Dunquerque arde en el corazรณn de quienes entonan โ€œRule Britanniaโ€, emocionados ante las acciones humildemente heroicas de quienes respondieron a la urgencia del momento. El fantasma de Churchill domina el imaginario nacional. Es el himno de la victoria, el talismรกn contra la esclavitud, el instante en el que la glรกndula impera sobre la razรณn.

La xenofobia no es nueva y expresa el resentimiento de una cultura que se imaginaba โ€œpuraโ€ al menos hasta la crisis de la llegada, en 1948, de la generaciรณn Windrush, que debe su nombre al barco que transportรณ a la primera oleada de afrocaribeรฑos que viajaron al RU respondiendo al llamado para reconstruir un paรญs que, al formar parte del Commonwealth, consideraban propio.

En la mentalidad del oriundo nacionalista, el paรญs es una fortaleza asediada actualmente por refugiados que reviven el temor de una invasiรณn, esta vez emprendida por la UE. La eurofobia no necesita sostenerse en datos. Forma parte de una concepciรณn de la vida, del modo de entender el espacio, las costumbres y el clima. Tambiรฉn es el caldo de cultivo mรกs fรฉrtil de los prejuicios, que no son distintos de las plagas.

Sin embargo, cuatro aรฑos desinflan los รกnimos mรกs acendrados. Quienes en 2016 estaban convencidos de las ventajas de la insularidad, hoy titubean. Cuatro aรฑos de separaciรณn de Europa los han hecho mรกs conscientes de las consecuencias de sus actos, es decir, han madurado. Los medios de informaciรณn y las nuevas tecnologรญas de comunicaciรณn que promueven el temor a conspiraciones fantรกsticas han batallado en lo que parece ser el callejรณn sin salida de otro paรญs dividido en el que las oposiciones son enconadas. Aรบn en los que votaron por abandonar la UE hay un desplazamiento de la euforia al desencanto. Todavรญa hasta el inicio del primer confinamiento en marzo habrรญa sido posible una prรณrroga que diera tiempo extra para alcanzar una soluciรณn. Actualmente es demasiado tarde, porque de hecho la Ley del Mercado Interno afirma la elecciรณn de Boris por una salida abrupta.

La administraciรณn de Boris Johnson se encuentra asediada desde varios frentes y corre el riesgo de ser incapaz de contener el torrente nacionalista escocรฉs que amenaza con reemplazar el Brexit con su separaciรณn del RU. En 1997, el gobierno laborista de Tony Blair restituyรณ poderes de autogobierno a los reinos asociados. La nociรณn de โ€œautonomรญaโ€ puede ayudarnos a comprender la relativa independencia de los parlamentos que forman parte del RU. La idea de Blair era que el reconocimiento de la autonomรญa parlamentaria renovarรญa los lazos con Westminster, que retenรญa su poder decisivo como el vรฉrtice de poder en el que se unen Escocia, Gales e Irlanda del Norte, que ofrece una situaciรณn peculiar donde el cambio demogrรกfico ya decidiรณ la integraciรณn al resto de la isla. Ademรกs, en Stormont, sede del ejecutivo de Irlanda del Norte, hay un gobierno mixto conformado por unionistas y nacionalistas, convivencia que el Acuerdo de Belfast de 1998 hizo posible y que representa uno de los obstรกculos primordiales para lograr un tratado entre el RU y la UE.

Los recientes comentarios del actual primer ministro acerca de la โ€œcatรกstrofeโ€ que significรณ la devoluciรณn de poderes han confirmado los motivos para desconfiar de Westminster y no han pasado desapercibidos para Nicola Sturgeon, la primera ministra escocesa, quien corroborรณ que la รบnica forma de preservar los derechos inalienables de sus compatriotas es separarse de Inglaterra.

El fantasma invocado por Boris es el nacionalismo exclusivo centrado en uno de los cuatro reinos asociados cuya prevalencia se ha resentido especialmente en el contexto de las formas de luchar contra la pandemia. La falta de una estrategia รบnica, los titubeos de Londres, los resultados negativos en ciertos lugares como Manchester y Liverpool, que han protestado contra las reglas decididas en Londres, la ineficacia que ha costado ya 56 mil vidas, evidencia diferencias insoslayables de gobierno y de expectativas. Ningรบn primer ministro inglรฉs desea pasar a la historia como aquel que cortรณ las hebras que sostenรญan las articulaciones de una bandera hecha de despojos, pero el riesgo de que Boris quede asociado con la implosiรณn del RU es real, y estรก por decidirse el prรณximo mayo en las elecciones escocesas.

La capacidad de negociaciรณn de Boris ademรกs estรก limitada por la presiรณn de la derecha nacionalista y aislacionista que Nigel Farage intenta reunir en Reform UK, el partido que surgiรณ en 2018 de las cenizas de UKIP. La reacciรณn populista contra los valores liberales ha disminuido, pero en modo alguno desaparecerรก.

En el caso del Brexit, los euroescรฉpticos no necesitan recordar la fallida invasiรณn de la Armada Invencible. Bastan las mentiras que Boris contribuyรณ a difundir bajo la direcciรณn de Dominic Cummings, artรญfice de la campaรฑa a favor del voto por dejar la UE, y luego, de la que garantizรณ el รฉxito de Boris Johnson. Por ello, la reciente expulsiรณn de Cummings es tardรญa, porque debiรณ haber ocurrido cuando este desobedeciรณ el confinamiento, y demuestra la debilidad de Boris ante intrigas dignas de la corte de los Tudor, como la que se librรณ entre Carrie Symonds, compaรฑera del primer ministro, y quien fuera conocido como Rasputรญn Cummings.

Muchos esperan que la salida de escena de Cummings darรก la oportunidad para que Boris renueve su mandato no solo mediante seรฑales verdes (energรญa eรณlica, nuclear, uso de hidrรณgeno, promociรณn de vehรญculos elรฉctricos) sino tambiรฉn en lo que se refiere al acuerdo comercial con la UE, que permanece varado ante el triple escollo de la soberanรญa marรญtima, la inversiรณn estatal en empresas consideradas prioritarias y el Acuerdo de Belfast. Hasta el momento ningรบn lado estรก listo para asumir las consecuencias burocrรกticas, infraestructurales, legales, comerciales y polรญticas que serรกn onerosas sobre todo para el RU, y cuya primera seรฑal de alarma es el desabastecimiento de ciertos alimentos a partir de enero.

Los kilรณmetros de colas de camiones a la espera de cruzar el estrecho al continente, el alza de precios en artรญculos de primera necesidad, la disrupciรณn de las armadoras que dependen de circuitos globales de abastecimiento, la caรญda de 10 a 4 por ciento del producto nacional bruto, la dificultad para proporcionar servicios financieros a Europa, son razones suficientes para desinflar la euforia nacionalista.

Las condiciones nacionales del RU son adversas, y una es el desencanto de los votantes que en rechazo de Jeremy Corbyn, exlรญder del Partido Laborista, apoyaron a los conservadores. Las promesas de Boris para โ€œnivelarโ€ el paรญs, sobre todo atender a los olvidados del norte de la isla, no se han cumplido, sino que con el Brexit se espera un mayor deterioro. Para empeorar el dilema de Boris, las elecciones en Estados Unidos anulan el idilio que Trump entablara con esa versiรณn suya en miniatura llamada cariรฑosamente Bojo, y Keir Stammer, cabeza del laborismo, es, al contrario de Jeremy Corbyn, un reemplazo plausible en Downing Street.

Brexit no ocurre en el vacรญo, y es conveniente recordar que ya en su discurso de renuncia al gabinete de Margaret Thatcher, el 13 de noviembre de 1990, Geoffrey Howe alertaba sobre el peligro de aislarse de Europa, porque significaba comprometer el futuro del Reino Unido. 30 aรฑos despuรฉs, la pequeรฑa Inglaterra se empeรฑa en su excepcionalidad eclipsada hace dรฉcadas, cuando la posguerra de la Segunda Guerra Mundial liquidรณ su influencia en el mundo, deslizรกndola hacia una posiciรณn en la que, fuera de la UE, resulta prescindible.

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