Ilustración: Letras Libres. Fotos: unsplash.com y needpix.com.

Ante el ascenso iliberal en Europa, el diálogo

Con las posiciones moderadas en declive, hay que evitar caer en la trampa de la confrontación promovida por los populismos de los extremos iliberales.
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El 9 de junio de 2024, las cámaras del Parlamento Europeo estaban listas en el hemiciclo para dar los resultados de las elecciones más esperadas desde su constitución. La Unión Europea (UE), un proyecto de paz, diálogo y unión, que fue concebido tras dos guerras mundiales causadas por el nacionalismo más atroz, estaba a punto de presenciar unas elecciones que podrían poner en juego su estabilidad. Los resultados confirmaron la sospecha: las derechas no liberales en Europa habían entrado con fuerza en la Eurocámara. 

En Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen duplicó con 30 escaños los resultados de la coalición de gobierno de Emmanuel Macron; en Alemania, Alternativa por Alemania quedó segunda fuerza por delante del partido socialdemócrata del Canciller Olaf Scholz; y en países como Bélgica, Austria, Hungría, Países Bajos o Polonia los resultados fueron semejantes. Mientras la extrema derecha celebraba entrando la madrugada, los italianos del grupo liberal de centro todavía tenían puesta la esperanza en los resultados de Roma; finalmente, los partidos de Giorgia Meloni y Matteo Salvini arrasaron con 32 escaños –más que la suma del resto de formaciones políticas– y los liberales pasaron de ser la tercera fuerza del parlamento a ser la quinta. La gran coalición formada por conservadores, socialistas y liberales estaba en peligro y con ello la moderación y la centralidad del futuro de Europa. 

Actualmente, soy asesora política del grupo liberal en el Parlamento Europeo y pertenezco a esta ideología política en España desde los tiempos de Albert Rivera. He visto desde dentro el crecimiento y el declive del centro político y el liberalismo en España y Europa; también he oído en numerosas ocasiones la frase “en algún momento yo también os voté”. Pero, ante todo, me siento una ciudadana que nació y creció en una Europa libre, próspera y segura, preocupada por lo que el futuro nos depara. Es por ello que considero necesario analizar, desde la autocrítica y la honestidad, la razones por las cuales los ciudadanos europeos dejaron de confiar en la moderación para votar a la creciente derecha iliberal. 

Desenmascaremos a la derecha iliberal en Europa

Fue el politólogo estadounidense Fareed Zakaria quien introdujo por primera vez el concepto “democracia iliberal” en 1997. Con este término se refirió a los regímenes elegidos democráticamente que, una vez en el poder, abusan de las herramientas del Estado con fines antiliberales. Son los casos de las revisiones de la constitución para suprimir a las minorías, el control del ejecutivo sobre los nombramientos para los cargos relevantes y el cuestionamiento a la separación de poderes. En la Unión Europea, el caso más notorio ha sido el de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Además de declarar abiertamente en el 2014 que estaba creando un “Estado iliberal” contra los “dogmas” del mundo occidental, el amigo y aliado de Vladimir Putin ha debilitado el poder judicial y cambiado el trazado de los distritos legislativos para asegurar el dominio de su partido, además de arremeter contra la libertad de prensa y suprimir los derechos de las minorías, como los de la comunidad LGTBI. 

Tras las pasadas elecciones europeas, Orbán lideró la construcción del tercer grupo más grande de esta legislatura, Patriotas por Europa. Esta coalición acoge a 84 eurodiputados pertenecientes a partidos de 12 países, incluyendo a Vox de España, la Agrupación Nacional de Francia y el FPÖ de Austria. A la derecha ideológica de este grupo se ha constituido otro de índole iliberal y ultraconservadora, Europa de las Naciones Soberanas, liderado por el partido Alternativa para Alemania. ¿Qué tienen en común estos partidos? En un contexto de incertidumbre y múltiples crisis, explotan el descontento y el miedo de la ciudadanía para reintroducir el nacionalismo, el autoritarismo y el proteccionismo. Además, utilizan técnicas populistas con el fin de distorsionar la realidad, confrontar a la sociedad y atraer al votante. Las redes sociales les permiten enviar mensajes cortos y sensacionalistas, atrayendo de este modo a las generaciones más jóvenes de votantes primerizos. 

El partido español Vox es experto en este tipo de acciones. Por ejemplo, se compara la pensión que recibe “tu abuela” con las ayudas proporcionadas a los inmigrantes menores no acompañados, una simple manipulación de datos sin contexto que busca la confrontación de grupos sociales. Respecto al cambio climático, la derecha iliberal es negacionista y aboga por contradecir la ciencia para socavar su credibilidad como institución de conocimiento. Alternativa para Alemania se ha comprometido a abolir todas las leyes climáticas a nivel nacional y europeo, por considerarlas intervenciones de Bruselas en la vida personal del ciudadano. Con relación a la lucha por la igualdad de género y la libertad sexual, se promueve un concepto tradicional de la familia y de los roles de género, incentivando el enfrentamiento en el seno de las sociedades y atacando las libertades del individuo. En Italia, el partido de Meloni ha exigido a los ayuntamientos que dejen de registrar a los hijos de padres homosexuales o de madres lesbianas con el nombre de ambos miembros de la pareja, para evitar de esta manera el reconocimiento legal de la homoparentalidad. 

Estos posicionamientos han polarizado a la sociedad europea y han generado desconfianza en las instituciones democráticas. El debate político –marcado por ataques, desinformación y publicidad sensacionalista en la era de la comunicación rápida– ha relegado la moderación, como ha sido el caso de España. Por una parte, desapareció del parlamento nacional el partido de centro liberal Ciudadanos. Por otra, la creciente crispación política entre el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha significado alianzas con organizaciones iliberales; el primero, al día de hoy requeriría del apoyo de Vox para gobernar, mientras el segundo ha formado gobierno con la coalición de extrema izquierda Sumar y el apoyo de partidos nacionalistas. Es cierto que en las últimas elecciones del Parlamento Europeo, España fue uno de los pocos países donde conservadores y socialistas ganaron a la derecha iliberal: el PP y el PSOE obtuvieron 22 y 20 escaños respectivamente, mientras que Vox solo 6. No obstante, los extremos políticos afectan el debate, las políticas públicas y la gobernabilidad. Mientras el PSOE es criticado por sus concesiones a nacionalistas para seguir en el gobierno, la dependencia del PP respecto a Vox lo mantiene fuera del poder, dos situaciones que perjudican la estabilidad del país. 

Escuchemos al ciudadano descontento

Considero importante diferenciar la crítica a los partidos de extrema derecha de los ciudadanos que deciden votarlos. En mi opinión, es en este punto donde debe empezar la autocrítica y el diálogo. Juzgar a este electorado como racista, negacionista ambiental, machista y homófobo es un grave error y significa caer en la trampa populista. La reducción del descontento a estos calificativos tan solo polariza a la sociedad, incrementa la brecha entre ciudadano y representante público y fomenta la imagen de una clase política elitista lejana a la realidad del pueblo. 

Existen tres grandes temas que preocupan a la ciudadanía y explotan las derechas iliberales. El primero es la inmigración irregular y poco integrada. Ante una Europa que envejece a pasos agigantados, el continente necesita trabajadores con diferentes perfiles, especialmente en las áreas de la agricultura, la construcción o los servicios del cuidado. Sin embargo, la gran llegada de extranjeros indocumentados y menores no acompañados, así como la falta de políticas efectivas de integración, están desbordando a las ciudades de acogida. La formación de guetos y la saturación de los servicios públicos en las ciudades de llegada y concentración migratoria son una realidad en muchas ciudades europeas. Ante esta realidad, la UE aprobó a finales de la legislatura pasada el Pacto sobre Migración y Asilo, cuya implementación, a cargo de cada país, será clave en los próximos años.

El segundo tema es la transición ecológica. El cambio climático y la degradación del medio ambiente han llegado hasta nuestras casas, como bien lo ejemplifican los veranos de sequía en el sur de Europa y las recientes inundaciones al este del continente. Las políticas que aseguren la sostenibilidad de nuestro planeta son necesarias; sin embargo, estas no pueden ahogar económicamente a agricultores, pequeñas y medianas empresas, trabajadores y ciudadanos, quienes, en cuestión de unos años, tendrán que actualizar el sistema eléctrico de sus casas y actualizar sus coches. La transición ecológica debe ser inclusiva y progresiva para asegurar que cada ciudadano pueda formar parte de ella. 

El tercer tema es la lucha por la igualdad de género y la libertad sexual. Como mujer, siento indignación al ver cómo una misión que debería unir a la sociedad la está dividiendo, cuando estamos hablando de requisitos democráticos básicos. Todos debemos tener los mismos derechos, obligaciones y oportunidades, en el entendimiento de que la discriminación laboral, la desigualdad económica o la violencia nos afectan como sociedad y las debemos combatir unidos. Politizar esta lucha y crear bandos no es el camino a seguir. Tenemos que centrarnos en políticas concretas que aseguren una conciliación laboral efectiva para todo tipo de familias, leyes que luchen contra la violencia en cualquiera de sus formas y la visibilización de la discriminación. 

Sigamos la conversación 

La democracia es un bien preciado que no puede darse por sentado. Si no queremos que se desvanezca, toca abordar estos temas y buscar soluciones efectivas. Lamentablemente, tanto la derecha como la izquierda iliberal la están acechando, tratando de imponer una manera de entender la sociedad de espaldas a la pluralidad de la ciudadanía. Lo más grave es que están utilizando las herramientas electorales y parlamentarias con el fin de alimentar la confrontación y la división social, claves para la destrucción de la democracia desde su mismo seno. 

En un mundo globalizado, las preocupaciones por la democracia en la Unión Europea deben extenderse a otras partes del mundo, en especial a América Latina. La represión y las atrocidades que han cometido y siguen cometiendo los regímenes autoritarios de Venezuela, Nicaragua o Cuba, bajo el paraguas de la izquierda, son manifestación del otro polo antiliberal. Se trata de regímenes que colaboran y se apoyan para alterar las democracias liberales, con una política de alianzas con países como Rusia, China e Irán. Europa y América Latina deben darse la mano para luchar contra ambos polos iliberales, los dos lados de la misma moneda.

Ante el declive de la moderación, no caigamos en la trampa de la confrontación promovida por los populismos de los extremos iliberales; en vez de ello, ocupémonos en pensar y buscar respuestas unidos a preguntas como estas: ¿cómo podemos convencer a los ciudadanos que dejaron de votar que vale la pena participar en la democracia? ¿Qué papel debe jugar el centro político ante la creciente polarización? ¿Es posible vencer al populismo en la era de la comunicación rápida? 

Volvamos a poner de moda el escuchar, el equivocarse y el cambiar de opinión; en otras palabras, el diálogo. En tiempos de inmediatez y confrontación en las redes sociales, es un acto de valentía. 

Las opiniones expresadas en este artículo responden exclusivamente al punto de vista personal de su autora.

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es asesora política del grupo Renew Europe en el Parlamento Europeo, en el cual gestiona las relaciones de la UE con América Latina. Posee formación ejecutiva en Inteligencia Artificial y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard (E.U.), una maestría en Políticas Públicas de la universidad Hertie School of Governance (Alemania) y una licenciatura en Artes y Ciencias Liberales de la Universidad de Maastricht (Países Bajos).


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