Carlos Urzúa era considerado el baluarte de la moderación en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador. Se decía que su presencia en ese equipo aportaba seriedad y credibilidad al gobierno, algo que no sale sobrando en estos tiempos. Sin embargo, Urzúa renunció abruptamente al cargo, sugiriendo en una dura carta lo que muchos temían: AMLO es su propio secretario de Hacienda y no está tomando buenas decisiones. ¿Qué podemos decir de la forma en la que se ha comunicado esta situación?
- La carta de Urzúa es demoledora y confirma los peores temores respecto a la conducción del gobierno. El exsecretario no se guardó sus opiniones y renunció citando:
- Discrepancias en materia económica con el presidente;
- Decisiones tomadas sin el suficiente sustento;
- Una política económica que no está basada en evidencia, que no cuenta con cálculos de sus efectos, y que además no está libre de extremismos;
- La “inaceptable” imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública;
- Y el “conflicto de interés” en el que incurrieron “personajes influyentes del actual gobierno” al impulsar a esos funcionarios.
- Es positiva la rapidez con la que el presidente anunció quién entraría al relevo. Una hora después de la renuncia, el presidente López Obrador subió a sus redes sociales un video en el que anunció que Arturo Herrera será el nuevo secretario de Hacienda. Esto es positivo, porque de haberse demorado mucho la decisión presidencial, los mercados no hubieran reaccionado nada bien. Como anécdota queda lo que las redes sociales hicieron notar: el rostro preocupado de Herrera mientras escuchaba al presidente, tal vez recordando las muchas ocasiones en las que su jefe lo contradijo públicamente.
- El mensaje presidencial no se enfocó en dar certidumbre, sino en explicar que quien no está con él, o es débil, o no entiende, o es corrupto. En su mensaje, el presidente buscó deslegitimar los argumentos de Urzúa y atacó a su exsecretario de Hacienda. Aseguró que tiene “un compromiso por cambiar una política económica que se ha venido imponiendo desde hace 36 años”, pero que “a veces no se entiende que no podemos seguir con las mismas estrategias” de “corrupción y lujos” y que “no se puede poner vino nuevo en botellas viejas”. Con ello, el presidente traza en el discurso su tradicional línea de “ellos” contra “nosotros” y coloca retóricamente a Carlos Urzúa del lado de “ellos”, los que “no entienden” y quieren seguir con la “corrupción y los lujos”, o que no comprenden, dudan y titubean. Parece más un mensaje de rencor para quien se va, y de amenaza para quien se queda, que un discurso de liderazgo para brindar tranquilidad y confianza a los mercados. Ese mensaje quedó en manos del nuevo secretario, y el tiempo dirá si logra comunicarlo bien.
- Hay dos narrativas en pugna. En los próximos días, veremos la lucha de dos narrativas sobre este hecho. Una, que señalará que el país está cada vez más cerca de caer en una grave crisis económica por las malas decisiones del presidente, que ve en la carta de Urzúa la evidencia. La otra, impulsada por el presidente y sus voceros, asegurará que el cambio del titular de Hacienda no es tan importante, y que el país va por muy buen camino.
- A la carta de Urzúa solo le faltó un soundbite. La última vez que un secretario de Hacienda renunció por estar en desacuerdo con la política económica fue en 1986, cuando Jesús Silva Herzog dejó el gabinete de Miguel De la Madrid. Harto de tener que implementar decisiones de las que no estaba convencido, el secretario dejó el cargo en un breve memorándum en el que sólo decía que se iba “por motivos personales”. Pero un secretario de Hacienda previo, Hugo B. Margáin, sí dejó el cargo con una frase más memorable. Cansado de no poder frenar la política populista de su jefe Luis Echeverría, Margáin renunció en 1973 diciendo: “La deuda externa y la deuda interna tienen un límite. Y ya llegamos al límite”. Tal vez lo único que le faltó a la carta de Urzúa fue un buen soundbite. Se aceptan sugerencias.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.