Imagen: George Romney

CorrupciĆ³n: mantra acusatorio

El combate a la corrupciĆ³n ā€“ya sea moral o materialā€“ es una poderosĆ­sima arma polĆ­tica. MĆ©xico, una sociedad corroĆ­da, es un campo fĆ©rtil para su uso.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

El emperador de facto chino, Xi Jinping, adoptĆ³ en 2012 el combate a la corrupciĆ³n como mantra acusatorio tras su veloz ascenso al poder. La corrupciĆ³n, acusaba Xi, era el mal de males en el corazĆ³n del establishment polĆ­tico chino desde la revoluciĆ³n cultural maoĆ­sta. Desde los mĆ”s altos funcionarios del partido hasta Ć­nfimos servidores civiles, pasando por numerosas cabezas de las fuerzas armadas, estaban cobijados por un pacto tĆ”cito de impunidad. Pero el secretario general del Partido Comunista chino no utilizĆ³ la cacerĆ­a para llegar al poder tanto como para consolidarlo. Desde entonces, mĆ”s de 100 mil personas han sido inculpadas por corrupciĆ³n, incluidos algunos de los principales miembros del politburĆ³, el ejĆ©rcito, polĆ­ticos locales y empresarios. La clave de la campaƱa fue el miedo: cualquiera podĆ­a ser acusado y, dado que las resoluciones residĆ­an en Xi y sus esbirros, todo mundo se cuadrĆ³. Que nadie se atreviera a moverse un centĆ­metro, tanto mĆ”s cuanto que el mal denunciado ā€“la corrupciĆ³nā€“ era en efecto repudiado por el grueso social, y el acusador era percibido como virtuoso. Una tradicional cacerĆ­a de brujas.

La sociedad china conoce bien este tipo de purgas. El propio Mao se lanzĆ³ en los aƱos 60 contra otra forma de corrupciĆ³n, la moral, que engendraba al capitalismo y debĆ­a ser extirpada de la nueva generaciĆ³n. Murieron millones. Y tampoco son exclusivas de las sociedades autoritarias. No hace falta evocar el gulag: los estadounidenses vivieron la paranoia del macartismo con sus debidas listas negras de potenciales traidores que portaban el virus comunista, lo que llevĆ³ a Arthur Miller a revivir a las brujas de Salem en su memorable El crisol. PodrĆ­a uno regresar a las histerias masivas de siglos religiosos, pero abundan ejemplos actuales, especĆ­ficamente con la corrupciĆ³n: desde las cacerĆ­as putinistas contra los oligarcas de Boris Yeltsin, hasta las redadas anticorrupciĆ³n en el Egipto post-Mubarak, las limpias de Mohamed bin SalmĆ”n en Arabia SaudĆ­, y las campaƱas de Maithripala Sirisena en Sri Lanka. Pareciera que el combate a la corrupciĆ³n ā€“ya sea moral o materialā€“ es una poderosĆ­sima arma polĆ­tica.

QuĆ© buen caldo de cultivo es MĆ©xico, como sabemos una sociedad corroĆ­da. La degeneraciĆ³n es de antaƱo, pero despuĆ©s de un sexenio tan fastuoso como el de PeƱa Nieto fue muy fĆ”cil vender una cruzada anticorrupciĆ³n. Y a LĆ³pez Obrador le fue concedido el beneficio de la duda, en gran medida porque ā€“es ciertoā€“ nunca ha sido sospechoso de corrupciĆ³n, o no al estilo Atlacomulco, Ć©sa de casas y relojes. Sostengo que el uso clientelar que habitualmente hace de los recursos pĆŗblicos es corrupciĆ³n, ademĆ”s de que estĆ” rodeado de enormes y coloridos dinosaurios, pero ciertamente tiene un halo de ascetismo monĆ”stico que lo vuelve intocable. Y en este paĆ­s basta con parecer santo. AdemĆ”s, los tiempos de demagogia y efervescencia social dieron permiso. AsĆ­ que la mĆ”xima promesa de campaƱa se podĆ­a convertir en abluciĆ³n masiva.

Al principio se prometĆ­a cazar a los saqueadores de arriba. DespuĆ©s la cosa cambiĆ³ un poco para perdonar a los culpables del pasado (buena parte de los cuales se habĆ­an sumado a la transformaciĆ³n histĆ³rica) pero no tolerar a los de aquĆ­ en adelante. Y finalmente quedĆ³ en unos cuantos: de alto perfil hasta el momento sĆ³lo Rosario Robles y Juan Collado (y falta ver quĆ© sucede con Emilio Lozoya). De modo que no ha habido, ni mucho menos, una purga general, pero el mantra acusatorio sigue intacto y creĆ­ble.

El mantra, que en sĆ”nscrito significa ā€œinstrumento mentalā€, es una admoniciĆ³n virtual que el rĆ©gimen emite ubicuamente a todos los sujetos. Hasta ahĆ­ es una advertencia. Se vuelve acusatorio cuando se pronuncia. La pronunciaciĆ³n es la transiciĆ³n del mantra, de un poder persuasivo (el miedo) a un poder coercitivo (la difamaciĆ³n o la cĆ”rcel). Es muy poderoso porque es monopĆ³lico, es decir, solo el acusador lo puede practicar, de manera que Ć©l nunca sea objeto del mismo. Y, aunque es general, estĆ” especĆ­ficamente diseƱado para el control y reorganizaciĆ³n de ciertas Ć©lites, pues son ellas las antagonistas de la ecuaciĆ³n. DifĆ­cilmente se aplicarĆ­a contra el pueblo en MĆ©xico, en cuyo nombre el mantra es pronunciado.

Generalmente se ejerce desde la conferencia maƱanera, donde se ha acusado a empresarios, funcionarios, doctores y periodistas. Son juicios sumarios en plaza pĆŗblica que no pasarĆ­an la prueba del siglo XIX, pero rara vez han tenido consecuencias judiciales (aunque sĆ­ morales). Y precisamente por ello ā€“porque hay que mantener el mantra vivoā€“ se requerĆ­an instrumentos de poder coercitivo verosĆ­miles. Uno fue la inclusiĆ³n de la corrupciĆ³n como delito grave, merecedor de prisiĆ³n preventiva oficiosa en casos de enriquecimiento ilĆ­cito y abuso de funciones, lo que en esencia significa que cualquier persona acusada de corrupciĆ³n puede ser aprehendida sin presunciĆ³n de inocencia. Y otro, el policĆ­a financiero Santiago Nieto, usado para librar obstĆ”culos a la concentraciĆ³n de poder, como ejemplifican bien las amenazas al exmagistrado Medina Mora.

De tal suerte que, a juzgar por lo sucedido hasta ahora, el mantra acusatorio cumple tres funciones. Primero, mantener y administrar el pacto de impunidad con actores del pasado: se persigue a unos pocos ā€“quienes mĆ”s bien fungen de chivos expiatoriosā€“, y se protege a otros. Segundo, blindar al politburĆ³: el rĆ©gimen y sus judiciarios, como Manuel Bartlett y NapoleĆ³n GĆ³mez Urrutia, quedan impunes. Y tercero, tener a la mano la intimidaciĆ³n futura. AsĆ­, las piezas estĆ”n puestas para que todos se cuadren si es necesario, sobre todo a travĆ©s de lo que el maestro Miguel Ɓngel Granados Chapa llamaba la ā€œcensura ambientalā€: el rĆ©gimen manda las seƱales, pone los lĆ­mites, y cada quien sabe hasta donde llega. No es necesaria la represiĆ³n, salvo en casos extremos, pues los actores se autocontrolan al son del poder. Pasar la charola a empresarios, eliminar a un juez, o capturar una instituciĆ³n se vuelve factible. La lucha obradorista contra la corrupciĆ³n es un arma polĆ­tica. AhĆ­ siguen las adjudicaciones directas, el uso clientelar de recursos pĆŗblicos, el compadrazgo, el nepotismo. Lo Ćŗnico que cambiĆ³ es que el persecutor queda absuelto a priori y sus opositores se la tienen que pensar dos veces.

+ posts

Es periodista, articulista y editor digital


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā