La brecha salarial no debe discutirse desde la trinchera del feminismo

Reducir la brecha laboral, económica y salarial de las mujeres no es una lucha feminista, ni siquiera debería ser una lucha de justicia social. Las mujeres no necesitamos justicieros: solo queremos ganar lo mismo por el mismo trabajo. 
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Desde 2006, The global gender gap report reporta “los avances” (es un decir) que hacen los países con miras a la paridad de género en cuatro áreas: participación y oportunidades económicas, educación, salud / supervivencia y empoderamiento político. El reporte del año pasado, que trabajó con los datos de 144 países, señala que la brecha económica de género volvió a la posición que tenía en 2008, y que, de continuar con el ritmo de “avances” actual, cerrarla a nivel global, nos tomará ¡217 años! Para entonces probablemente ya no habrá planeta Tierra y quizá nos estaremos disputando la paridad con los male cyborgs. 

México y Brasil fueron los dos países de Latinoamérica que retrocedieron es sus “avances” hacia la paridad de género en el reporte de este año. Nuestro país volvió a ampliar la brecha de género en igualdad salarial y en salud / supervivencia.

Seguir ampliando la brecha salarial de género es una ciega necedad. La Organización Internacional del Trabajo ha calculado que el simple hecho de reducir en 25% la brecha de género para el año 2025 podría aumentar el PIB mundial en 5.3 billones de dólares. Además con los impuestos adicionales que pagarían las mujeres, derivados de equiparar su salario al de los hombres, se recaudarían cerca de 1.4 billones de dólares. Lo que significa que cerrar la brecha salarial ¡es autosustentable!

Pero en México preferimos mirar hacia otro lado, como lo muestra el PwC Women in work. Index closing the gender pay gap:

El problema con esta brecha es que muchas de esas mujeres no están “no trabajando”, sino trabajando de manera no remunerada. De acuerdo con Care work and care jobs for the future of decent work, en México, 67.3% del total de mujeres que está en edad de trabajar declaró que no había podido hacerlo por tener que cuidar a niños en edad escolar, o a familiares enfermos o con discapacidad, sin recibir pago por esa labor. Este mismo estudio muestra que cada día se emplean 16,400 millones de horas en trabajo de cuidado no remunerado. Esto equivale a 2 mil millones de personas que trabajan 8 horas al día sin recibir pago alguno. En todo el mundo, las mujeres y las niñas están realizando más de las tres cuartas partes de estos trabajos. Repito: en todo el mundo, incluidos esos 104 países que impiden a las mujeres trabajar en minería, manufactura, construcción, energía, agricultura, agua y transporte. Incluidos esos 29 países que consideran que las mujeres pueden deslomarse en dobles o triples jornadas sin pago alguno, pero no pueden trabajar el mismo número de horas que los hombres en el turno nocturno. 

Reducir la brecha laboral, económica y salarial de las mujeres no es una lucha feminista, ni siquiera debería ser una lucha de justicia social. Discutir el tema desde esa trinchera le quita el peso a la racionalidad económica. No necesitamos justicieros: solo queremos ganar lo mismo, por el mismo trabajo. 

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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