Crisis de identidad

¿No le parece anacrónico que en la época de la globalización un grupo insista en definir su identidad con un criterio tribal?
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En la víspera de la elección del 21 de diciembre Cataluña está partida. Nadie sabe con certeza si la mayoría de los catalanes quiere independizarse de España o si se siente catalana y española al mismo tiempo.

La declaración unilateral de independencia posterior al referendo del 1 de octubre no tiene ninguna validez porque no contó con el apoyo mayoritario de los catalanes y porque estuvo plagada de irregularidades.

Los organizadores dijeron que de los 5,3 millones de posibles votantes, 2 millones votaron por la independencia. Una cifra inverificable dada la naturaleza del referendo pero que en todo caso representaría un universo de un poco más del tercio de los posibles electores y nos llevaría a concluir que dos tercios de los catalanes no favorecen la independencia.

Lo evidente es que más que la ciudadanía, han sido los intereses partidistas de ambos bandos los que han querido suplantar la voluntad popular. En vez de sentarse a dialogar para establecer bases sensatas que permitieran acordar un referendo pactado, los partidos políticos de uno y otro bando se apresuraron a manipular el delicado y complejo asunto.

Aunque en la elección de diciembre no se votará directamente a favor o en contra de la independencia, es evidente que cualquiera que sea el resultado, Cataluña continuará políticamente dividida. Quizá en dos partes más o menos iguales o con una ligera mayoría privilegiando la permanencia dentro de España.

Según el sondeo de Metroscopia recién publicado por el diario El País, tanto la suma de partidos políticos que defienden la integridad española como la de los partidos que abogan por el independentismo obtendrían ambos el 46% de los votos.

Quienes argumentan en favor de la independencia tanto como los que están en su contra dicen basar sus argumentos en la ley, la historia, la lengua común, la cultura el concepto de nación y las diferencias entre “nación” y “nacionalidad”.

Y como si el enredo no tuviera suficientes complicaciones al debate nacional se ha sumado una nueva discrepancia entre un sector de la prensa extranjera y la prensa española que es sumamente ilustrativo. Los desencuentros entre ambas visiones son muchos y algunos de ellos son sustanciales. El más importante, creo yo es el referente al derecho al voto.

Para el gobierno, la prensa y la mayor parte de la opinión pública española, a diferencia de las leyes en Gran Bretaña o Canadá, el texto de la Constitución española no permite la celebración de un referendo unilateral porque la soberanía nacional reside en todo el pueblo español.

En este sentido, cualquier referendo debería ser votado por el conjunto de los españoles, no solo por los catalanes. También argumentan que la reforma de los artículos primero y segundo de la Constitución equivaldría a renunciar a toda la Constitución. Una alternativa que es anatema para la mayoría de los españoles. La Constitución fue refrendada masivamente en toda España, también en Cataluña.

El argumento legal, sin embargo, no convence a un puñado de periodistas extranjeros, sobre todo ingleses y norteamericanos, que argumentan que lo democrático sería permitir un referendo para saber si quieren independizarse o permanecer dentro de España. Para darle peso a su argumento nos recuerdan que hubo un momento en la historia en el que la esclavitud fue legal, hasta que se cambió la ley.

Desde mi punto de vista, es profundamente anacrónico que en la época de la globalización que nos ha obligado a convivir con múltiples identidades: de género, étnicas, raciales, religiosas y sexuales, todavía exista un grupo que insiste en definir su identidad basado en un criterio tribal monolítico. ¿Cómo me autodefino yo? ¿Soy mexicano? ¿Chicano? ¿Americano? ¿Heterosexual? ¿Blanco? ¿Mestizo?

Sostener, como lo han dicho los políticos independentistas catalanes, que su causa es democrática es una aberración porque insiste en negar la pluralidad de la sociedad española actual. Porque tergiversa el significado de la palabra al excluir a quienes no piensan como ellos.

Sé que la solución al asunto catalán no es sencilla pero sé también que la vía para resolverlo exige aceptar la pluralidad, rechazar la identidad unívoca y jugar limpio políticamente.

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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