Ahora que empezaron, ¡oficialmente!, las campañas electorales, veo a algunos muy prestos a hacer adaptaciones locales de la frase “If you want a friend in Washington get yourself a dog” (que se le atribuye equivocadamente a Truman) para advertirnos que si buscamos a nuestros amigos durante estas campañas, es mejor que nos consigamos un perro[1]. Y en las redes sociales empiezo a ver con más frecuencia declaraciones que van desde las buenas intenciones –“Este año electoral no voy a perder amigos”–, a las advertencias sin cortapisas –“Voy a permitirme bloquear a los [priistas / morenos / panistas / frentistas] de mi línea de tiempo durante las próximas doce semanas”–, pasando, claro, por los memes:
¿Así de frágiles son nuestras “amistades”, así de flaco es nuestro compromiso con el debate, así de delgado tenemos el cuero?
En México no hay investigaciones al respecto, pero en 2014 el Pew Research Center publicó los resultados de su estudio Political Polarization & Media Habits. Este arrojó que los encuestados identificados como “consistentemente conservadores”[2] eran dos veces más propensos que el usuario típico de Facebook a ver las opiniones políticas en esta red social que estuvieran alineadas con sus propios puntos de vista. Los “liberales consistentes”, en promedio, escuchaban un espectro mucho más amplio de puntos de vista, pero no solo no adoptaban parte de las opiniones contrastantes, sino que cuatro de cada diez (44%) señalaron que habían bloqueado a alguien en esta red social porque no estaban de acuerdo con lo que esa persona había publicado sobre política. Esto, comparado con el 31% de los “conservadores consistentes” y el 26% de todos los usuarios de Facebook que han hecho lo mismo, deja muy mal parados a los liberales:
Más aun, los liberales consistentes son más propensos a dejar de hablar con alguien debido a la política: 24% declaró haberlo hecho, en comparación con el 16% de los conservadores consistentes y alrededor del 10% de los que tienen opiniones políticas más variadas.
Es posible que nuestros candidatos a la presidencia le impriman un grado de dificultad a la ecuación “amigos + afinidades políticas divergentes”, pero si nos rehusamos a escuchar y a tratar de comprender el punto de vista del otro, ¿cómo pensamos entonces incidir en las decisiones que le dan y le darán rumbo a este país durante los próximos seis años?
Quizá para estas doce semanas podríamos practicar un poco la “amistad cívica” propuesta por Sibyl A. Schwarzenbach, la cual no implica estrechar o hacer nuevos amigos individuales, sino mantener un grado mínimo de buena voluntad para con los otros, todos los otros, con el compromiso constante de asumir una igualdad moral para todos. La campaña electoral la hacen ellos. No dejemos que nos dividan.
[1] Ya hasta por ahí me tocó alguien que pusiera en evidencia mi nulo alemán con aquello de ¡Feind—Todfeind—Parteifreund! que, de acuerdo con la traducción de Google, es algo así como “enemigo, enemigo mortal; amigo, miembro del mismo partido”.
[2] El estudio contemplaba un espectro de cinco posibilidades en la escala de consistencia ideológica: Consistentemente conservador, mayormente conservador, combinación (mix), mayormente liberal y consistentemente liberal.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.