César Hinostroza Pariachi tiene sesenta y dos años. Se peina con raya al costado y su cabello permanece tieso gracias a la gomina. De gesto socarrón, gusta usar expresiones como “hermanito”, que dentro de la costumbre peruana significa que existe la confianza necesaria para sacar ventaja de un vínculo. Todos los peruanos lo hemos escuchado repetir “hermanito” más de una vez gracias a los audios que el portal de investigación IDL Reporteros ha revelado en los últimos meses. Las grabaciones ponían en evidencia supuestos arreglos judiciales, como en un caso de violación a una niña de diez años. “¿Qué es lo que quieren? ¿Qué le baje la pena o que lo declaren inocente?”, pregunta Hinostroza, dejando en evidencia la podredumbre del sistema judicial. Este exjuez llevaba la mitad de su vida como funcionario. Y treinta años son muchos hermanitos dentro y fuera de los despachos judiciales.
El pasado domingo siete de octubre los peruanos estábamos pendientes de las elecciones municipales. Hinostroza debía estar descansando en su casa y sin posibilidad de beber ni una cerveza si se le acababan las de su nevera, pues existe la Ley Seca que prohíbe la venta de alcohol durante cuarenta y ocho horas cuando hay elecciones. Pero mientras los ciudadanos iban a votar bajo pena de multa, porque en Perú el voto es obligatorio, el exjuez decidió violar el impedimento de salida del país que le habían dictado. Nadie se acordó de él durante los siguientes diez días. La marea de las elecciones ya había bajado y volvíamos a ver la misma basura en la orilla. Fuerza Popular, la agrupación política de los Fujimori, que tiene mayoría en el Congreso, había blindado a Hinostroza en las comisiones de investigación del caso “Los Cuellos Blanco del Puerto”, una banda integrada por jueces, asesores legales, abogados y empresarios que se dedicaban a traficar con sentencias entre otros delitos. Lo habían excluido. Pero el escándalo pudo más y al tremendo juez lo destituyeron y lo acusaron de ser otro cuello blanco, el presunto hermano mayor de los hermanitos. Entonces los periodistas corrieron a su casa para obtener sus declaraciones, lo llamaron con insistencia, y la única respuesta fue que el exjuez no iba darles el titular de esa noche o del día siguiente.
Keiko Fujimori es la lideresa de Fuerza Popular. Su agrupación política cuenta entre sus congresistas con cinco investigados por presunta falsificación de sus certificados de estudios (uno de ellos ni siquiera habría terminado la primaria). A Keiko no se le conoce ningún trabajo anterior a la política. En 1994 y con solo diecinueve años fue primera dama de su padre, el ex presidente Alberto Fujimori, en reemplazo de su madre, enclaustrada después de denunciar a los hermanos de su marido por el supuesto tráfico de ropa donada por Japón para los niños pobres del Perú. Mientras Hinostroza se fugaba, Keiko era detenida por el presunto lavado de dinero. No son casos aislados. Keiko ha sido acusada de reunirse con el exjuez. Porque a estas alturas cualquier vínculo con Hinostroza ya es una acusación.
La fuga de Hinostroza el 7 de octubre fue por la frontera con Ecuador, gracias a la ayuda de una inspectora de Migraciones cuya jefa es esposa de un congresista de Fuerza Popular. Diez días más tarde aterrizó en Madrid y pidió asilo político en una comisaría. Se lo denegaron. El veinte de octubre lo detuvieron por una alerta roja que emitió la Interpol y de momento permanece en la cárcel de Soto del Real. Después de los peruanos que se dedicaban a asaltar en las carreteras hace ya varios años, Hinostroza debe ser el pez más gordo que la justicia española haya tenido que capturar entre mis compatriotas. Lo que el exjuez sabe puede sepultar para siempre la carrera política de Keiko. Pero a Hinostroza hay que preguntarle antes por qué no se fugó a Miami, donde tiene una casa. ¿Acaso con treinta años de carrera como juez no se había enterado del tratado de extradición entre Perú y España y que su caso encaja con los requisitos para que lo devuelvan? ¿Cómo es posible que un hombre que es el supuesto jefe de una organización criminal cometa un error semejante? ¿Vino pensando en comprar una casa para obtener la residencia y luego la nacionalidad? ¿Con qué dinero?
Es más que una coincidencia que el expresidente Alan García Pérez haya regresado a su residencia en Madrid, justo en los mismos días de la tormenta política en Perú. Residente en España desde hace unos años, Alan García se ha librado hasta ahora de todas las acusaciones judiciales en su contra y vivía frente al Parque del Oeste pese a que sus ingresos declarados no eran suficientes para afrontar el alquiler. Para la mayoría de los peruanos se trata del mejor ejemplo de cómo los políticos no afrontan nunca sus responsabilidades. Quizás Hinostroza debió copiar sus formas. Unas malas, por cierto.