Foto: ProtoplasmaKid, CC BY-SA 4.0 , via Wikimedia Commons

De las balas a los votos

La democracia mexicana vive y funciona. Defender lo conquistado es necesario para evitar volver a la รฉpoca en que no eran los votos los que decidรญan el destino del paรญs.
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Hace apenas ochenta aรฑos, acudir a una casilla para emitir un voto de oposiciรณn podรญa costarle a uno la vida. El dรญa de las elecciones, el general Gonzalo N. Santos, al mando de un escuadrรณn dotado de metralletas, tomรณ una casilla “a pistolazo limpio”, robรณ las urnas “repletas de votos almazanistas” y conminรณ a los escrutadores a llenar “el cajoncito” de votos para el PRM, sin discriminar a los muertos, pues “todos son ciudadanos y tienen derecho a votar”. En esos choques hubo al menos 30 muertos y 150 heridos.

En las elecciones de 1946 comenzaron a ensayarse otros mรฉtodos. Se negรณ la entrega de credenciales a electores independientes y se les suplantรณ por electores simulados con “credenciales provisionales”. Desde lugares remotos llegaron a la Ciudad de Mรฉxico camiones de lรญnea con campesinos. Portaban boletas previamente seรฑaladas a favor del PRI. Votaron en casillas que no les correspondรญan o que ya se encontraban cerradas. Un niรฑo de ocho aรฑos ayudรณ a rellenar votos a su tรญo, secretario del ayuntamiento de Aculco, Estado de Mรฉxico. En algรบn momento, el tรญo le sugiriรณ: “en esa no votes por Alemรกn, para que no se note mucho”.

En 1952 volviรณ la violencia. Acarreados por “porras volantes”, albaรฑiles empleados en la construcciรณn de la Ciudad Universitaria y trabajadores de transporte y limpia del Departamento del Distrito Federal votaron sin credencial ni padrรณn. En San Luis Potosรญ se obligรณ a votar a los niรฑos de las escuelas primarias, y en la capital de ese estado las fuerzas armadas votaron varias veces. Al dรญa siguiente a las elecciones, frente a la Alameda, el gobierno lanzรณ a la policรญa montada contra los partidarios del candidato Miguel Henrรญquez Guzmรกn, que reclamaban el fraude. Nunca se supo el nรบmero de muertos.

A partir de entonces, el PRI desarrollรณ una original y maquiavรฉlica tecnologรญa de control electoral. Quedaba atrรกs la รฉpoca del fraude criminal, empezaba la etapa del fraude industrial. La alquimia electoral, como se le conociรณ en algรบn momento, tenรญa varias fรณrmulas. Se segregaba del padrรณn a los opositores. Algunos votantes se registraban tres o cuatro veces, otros traรญan consigo cincuenta o cien boletas de elector y pagaban gente para que entrara a votar. Se colocaban votos por el candidato oficial en urnas separadas que despuรฉs se integraban al conteo final. Se instalaban casillas clandestinas. Se anulaban otras, en las que la votaciรณn opositora era copiosa. Mientras ocurrรญa el conteo, los medios de informaciรณn recibรญan la consigna de adelantar el triunfo del candidato oficial.

Las prรกcticas electorales fraudulentas parecรญan ya parte del folclor y recibรญan graciosos nombres populares: operaciรณn carrusel (electores fraudulentos pasan por varias casillas con distintas credenciales), catafixia (se le entrega al elector una boleta marcada antes de entrar a la casilla y se le pide la boleta en blanco que recibiรณ ahรญ), tamal (compra de votos en especie o en efectivo), ratรณn loco (se impide votar al elector borrando su nombre del padrรณn o dirigiรฉndolo a otra casilla), uรฑa negra (cuando un funcionario de casilla anula un voto, rayรกndolo a escondidas).

En 1986 fui testigo del fraude en Chihuahua. Manuel Bartlett, secretario de Gobernaciรณn, lo negaba, pero en algรบn momento lo escuchรฉ decir que el rรฉgimen no podรญa ceder el poder a la Iglesia, los empresarios y Estados Unidos. En 1988, el propio Bartlett decretรณ la caรญda del sistema. El paรญs no podรญa posponer el arribo de la democracia. Su postergaciรณn costรณ muchas vidas.

Ese es el Mรฉxico que dejamos atrรกs en 1997, cuando por primera vez un Instituto Federal Electoral independiente tomรณ en sus manos las elecciones. Desde entonces se han llevado a cabo ocho elecciones federales: cuatro presidenciales, cuatro intermedias. Decenas de millones de ciudadanos han votado en cada una de ellas y millones han participado como organizadores y observadores. Fuera de las inadmisibles prรกcticas de inducciรณn del voto a travรฉs de sobornos y la ominosa reapariciรณn de la violencia contra candidatos de oposiciรณn, casi todas las tรกcticas del PRI han quedado en el olvido. En tรฉrminos de participaciรณn electoral, equidad de gรฉnero, diversidad y competitividad de opciones, alternancia en los puestos y honestidad electoral, la democracia mexicana vive y funciona.

El Instituto Nacional Electoral es nuestra mayor conquista democrรกtica. Defendรกmoslo, porque sin รฉl volveremos a รฉpocas en que las balas, y no los votos, decidรญan el destino de Mรฉxico.

 

Publicado en Reforma el 16/V/2021.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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