“Palestina será libre desde el río hasta el mar”, dijo el miércoles Yolanda Díaz, cuando el gobierno anunció el reconocimiento del Estado palestino y la líder de Sumar pensaba que debía ir más lejos que Pedro Sánchez. Es el lema que defiende la destrucción de Israel. Pero, según explicó Díaz más tarde, ella no quería decir eso. “Siempre hemos defendido exactamente lo mismo, que es el reconocimiento de dos Estados que compartan desde el río hasta el mar, el reconocimiento de dos Estados que compartan la economía, que compartan los derechos y sobre todo que compartan algo muy importante en este momento, que es la paz y un futuro próspero”, dijo. A poco entendedor pocas palabras bastan: no digamos sintaxis. ¿Qué quería decir la ministra al repetir el eslogan o corregir su interpretación? Yo qué sé, respondió, todo es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia y que no significa nada. ¿Acaso esperas que un vicepresidente del gobierno sepa lo que dice? Por ahí empieza la resbaladiza pendiente de la antipolítica: más vale que vayamos con cuidado. Luego, la brigada de hermeneutas y socorristas matiza que el eslogan dice otras cosas y no lo que todo el mundo sabe y entiende, no lo que implica Hamás cuando lo usa ni Irene Montero cuando lo repite. Es una brigada grouchomarxista; su máxima es: “¿A quién vas a creer? ¿A mí o a tus propios ojos?”. Algunos podrían pensar que la actitud básica es tomar a todo el mundo por idiota y mostrárselo a la cara. Pero en su falsedad hay una verdad profunda: debemos corregir la mala costumbre de pensar que las palabras y los eslóganes quieren decir lo que quieren decir en vez de lo que nos conviene. El lema puede aludir a que los ríos van al mar, que es el morir, o puede indicar que a la ministra le gustan Camino de sirga o Huckleberry Finn. Puede que sea un grito antitrasvase: “Queremos que el agua vaya desde el río hasta el mar”. O de un vuelo de Río de Janeiro a Mar del Plata, ¡corre, billetes baratos! Pasa mucho: si oyen que alguien dice “Una, grande y libre” no debemos alarmarnos, porque no es el cántico de un nostálgico del franquismo sino un emocionante eslogan contra la gordofobia, un vibrante desafío a los cánones heteropatriarcales. “Muera la inteligencia” es el lema un poco exagerado de los que ven su empleo amenazado por la IA, mientras que “El trabajo os hará libres” defiende la semana laboral de 4 horas. “Pim pam pum, que no quede ni un” no es en ningún caso una amenaza, aunque los expertos señalan que hay debate sobre el origen: algunos aseguran que viene de una feria del libro, donde animaban a que se llevaran los últimos ejemplares de un autor, y otros afirman que lo cantaba una señora para que su nieto se terminara los garbanzos y todos pudieran echar la siesta.
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