Se ha inaugurado festivamente el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), una de las tres obras emblemáticas de la actual administración. Han corrido ríos de tinta para explicar las deficiencias y limitaciones aeronáuticas, logísticas, económicas, sociales y ambientales de ese proyecto. Pero estamos en la era de la posverdad, donde los hechos, los datos, los argumentos y las realidades objetivas pesan cada vez menos en el ánimo social. Lo que mueve a la gente son los estímulos que confirman sus prejuicios, activan sus intuiciones y apelan a sus emociones.
Por eso, tenemos que entender que el AIFA no fue inaugurado sin terminarse porque el gobierno considerara urgente resolver la saturación aeroportuaria del Valle de México, ni tampoco por una preocupación genuina por mejorar la atención al viajero nacional e internacional. El AIFA se ha entregado prematuro e inconcluso porque para el presidente López Obrador era urgente contar con una nueva escenografía para su relato populista, ese cuento de “pobres y buenos” contra “ricos y malos” que tiene tan profundas raíces en la mente y en los corazones de millones.
El lenguaje es la principal arma de López Obrador en esta batalla por el control de la realidad, pero no es la única. La imagen también tiene su lugar, y el presidente y sus asesores en propaganda lo saben. Por eso, la presencia de vendedores ambulantes y puestos improvisados de comida en el evento inaugural del AIFA no puede considerarse producto de la casualidad, la improvisación o el descuido. Si el aeropuerto cancelado en Texcoco era una obra de “los enemigos del pueblo” y el AIFA es, por contraste, un aeropuerto “del pueblo”, este tenía que estar presente de alguna manera en la inauguración. Si el AIFA fuera producto de una buena planeación, mucha gente de los alrededores hubiera podido estar ahí como parte de los nuevos emprendimientos formales creados gracias a la obra. Pero como es producto de la improvisación, estuvieron ahí en calidad de vendedores informales para ser utilizados como escenografía política de lo “popular”.
Los medios de comunicación cumplieron su rol en la puesta en escena, al darle espacio a las imágenes que se salían de la lógica de la inauguración de un aeropuerto internacional y encajaban más en la de un mitin político. Pero confirmar que el AIFA parece más la vendimia de una estación de autobuses que un moderno centro de conexión aérea global no es un accidente o un error de comunicación: es un éxito de propaganda. Mientras la discusión sobre el aeropuerto sea parte de la lucha “ricos” vs. “pobres” que AMLO promueve a diario, él lleva todas las de ganar, pues activa el poderoso motor del resentimiento que le da fuerza a su movimiento populista.
El problema es que el diseño de un aeropuerto para la capital de un país no se debe hacer para darle gusto a una persona, o para hacer enojar a una clase social, sino para potenciar una estrategia de desarrollo nacional. Pero esto es lo menos importante para el presidente. Lo importante para él es que el AIFA haga más grande la grieta entre el México de “los de arriba” y el México de “los de abajo”. Su reacción sobreactuada de indignación, acusando de “clasismo” y “racismo” a quienes hicieron notar la presencia de los vendedores ambulantes confirma la intencionalidad de este montaje y su deseo de dividir y distraer una vez más a la sociedad. Para él, siempre será mejor tener a los ciudadanos peleando por rencores de clase que tenerlos unidos, exigiéndole cuentas claras y resultados concretos.
La apuesta del presidente ha sido exitosa porque ha logrado que muy pocos, fuera de una minoría especializada y sobreinformada, están discutiendo sobre los crecientes sobrecostos, la opacidad presupuestal, la dudosa seguridad de las operaciones aéreas, la ausencia de certificaciones internacionales o la inmensa cantidad de obras de infraestructura y conectividad que se necesitan concluir para que el AIFA sea digno de llamarse aeropuerto. A la mayoría de los mexicanos les llegó el mensaje que él quiso: AMLO cumplió, entregó a tiempo el aeropuerto y hubo hasta tlayudas, lo que hizo enojar a los críticos del presidente, porque no les gusta nada que tenga que ver con los pobres. Una vez más, los hechos se adaptan al relato demagógico del presidente en perjuicio de todo el país.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.