El movimiento estudiantil del 68 nos dejó una lección irrevocable: el Estado mexicano no debe usar las armas para enfrentar manifestaciones. En ninguna circunstancia, en ningún tiempo, en ningún lugar.
Los hechos del 19 de junio contradijeron esa lección histórica: la Policía Federal usó las armas contra los manifestantes. Esa acción es reprobable.
No obstante, los hechos no están claros, porque hay numerosos policías y ciudadanos heridos. El caso debe investigarse hasta sus últimas consecuencias.
Para que no haya equívocos: creo que la CNTE es una organización magisterial de corte revolucionario. Sus ideas y métodos están inspirados en ideologías revolucionarias de los años sesenta. No son demócratas. Son minoritarios en términos del magisterio nacional. Son aún más minoritarios en términos de la ciudadanía mexicana. Siendo minoritarios, quieren imponerse violentamente a la mayoría. Han abusado de la libertad de manifestación, han afectando las libertades de tránsito y desquiciado la vida de cientos de miles de ciudadanos. En Chiapas, ellos o sus simpatizantes utilizaron métodos dignos de la Revolución Cultural China. En Oaxaca, ellos o sus simpatizantes privaron de la vida al periodista Elidio Ramos porque este registraba imágenes del vandalismo de miembros de la Coordinadora. No les interesa la educación de los niños mexicanos. Les interesan sus prebendas y privilegios corporativos.
Pero ninguno de esos rasgos constitutivos de la CNTE justifica usar contra ellos las armas. De cara a la sociedad, el gobierno debe intentar una y otra vez el diálogo. Y cuando se canse de intentarlo, intentarlo de nuevo. Debe convencer, persuadir, razonar. Y cuando parezca imposible, intentarlo una vez más. Finalmente, si hay pruebas de violación a la ley, aplicarla con el debido juicio y con respeto a los Derechos Humanos.
Creo que la mayoría de los mexicanos no queremos la opción revolucionaria que representan la CNTE y quienes la defienden. Creo también que la Reforma educativa se discutió ampliamente y se aprobó en las Cámaras legislativas y que ahora quieren echarla abajo en las calles mediante acciones de poder. Su oposición debe manifestarse en las urnas y con votos. Así se construye la democracia: con la razón y la ley en la mano. No con las balas ni con bombas molotov.
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.