No ocurrió en el discurso inaugural, que fue sombrío y autoritario como pocos. Sí lo intentó en su primer mensaje ante el Congreso en febrero de 2017 y medio le salió bien, pero luego volvió a lo mismo. Pero la noche del 30 de enero, Trump lo logró: transitó de una retórica de campaña –agresiva, divisiva y hasta vulgar y cruel– a una retórica presidencial –unificadora, visionaria y creadora de consensos–. En su primer discurso del estado de la Unión, vimos a un Trump domesticado, con modales, leyendo el texto en el teleprompter sin desviarse, con un tono de voz calmado y un ritmo de pronunciación pausado y sereno. ¿Estamos ante un Trump nuevo? No, porque el contenido del discurso tuvo todos los “ismos” a los que nos tiene acostumbrados, y algunos más.
Nacionalismo. Trump buscó elevarse retóricamente como jefe de Estado, un líder unificador que está más allá de la política partidista. Para ello, recurrió al sentimiento nacionalista, como cuando afirmó:
Todos juntos, como un gran equipo, un pueblo y una familia estadounidense. Compartimos el mismo hogar, el mismo corazón, el mismo destino y la misma grandiosa bandera de los Estados Unidos.
Proteccionismo. No podía faltar el rechazo al libre comercio. Pero su discurso abandonó la narrativa de “China y México son malvados y se aprovechan de nosotros” y optó por anunciar una nueva era de “comercio justo”:
Estados Unidos ha dado la vuelta a la página de décadas de tratados comerciales injustos que sacrificaron nuestra prosperidad y se llevaron nuestras empresas, nuestros empleos y la riqueza de nuestra nación. La era de la claudicación económica ha terminado. De ahora en adelante, esperamos que las relaciones comerciales sean justas y recíprocas.
Militarismo. En repetidas ocasiones, Trump habló del poderío militar de Estados Unidos. Pero en vez de presumir el tamaño de su “botón nuclear” para amenazar a Corea del Norte, enunció su versión de la doctrina de disuasión de la Guerra Fría:
Debemos modernizar y reconstruir nuestro arsenal nuclear, esperando nunca tener que usarlo, pero haciéndolo tan fuerte y poderoso que disuada cualquier agresión. Tal vez en el futuro habrá un momento mágico en el que todas las naciones eliminen sus armas nucleares. Desafortunadamente, no hemos llegado ahí.
Populismo. A los populistas, sean de derecha o de izquierda, les encanta regalar dinero. No el suyo, claro, sino el de los ciudadanos. Y con su reforma fiscal, Trump va a regalar (devolver) dinero a manos llenas, algo que aumenta mucho sus probabilidades de reelegirse en 2020:
Tal como lo prometí al pueblo hace once meses desde este podio, hemos logrado la más grande reforma fiscal y recortes en impuestos en la historia de Estados Unidos. […] Ahora, los primeros 24 mil dólares que gane un matrimonio quedarán exentos de impuestos. Una familia de cuatro que gana 75 mil dólares pagará 2 mil dólares menos de impuestos, cortando a la mitad su declaración fiscal. […] Los pequeños negocios también han recibido un recorte masivo de impuestos, y ahora pueden deducir 20 por ciento de sus ingresos.
Reaganismo. La retórica usada por Trump mostró fuertes ecos de la retórica de Ronald Reagan en estilo y contenido:
Hubo un tiempo en el que olvidamos que el sueño americano no es hacer el gobierno más grande: es mantener la fe y el poderoso espíritu de un pueblo unido bajo Dios”. (Reagan, Estado de la Unión, 1984)
En Estados Unidos sabemos que la fe y la familia, no el gobierno y la burocracia, están en el centro de la vida americana. Nuestro lema es “en Dios confiamos”. (Trump, Estado de la Unión, 2018)
Narcisismo. Como siempre, la hipérbole, la exageración y hasta la mentira fueron recursos usados por Trump para agrandar su propia imagen. Sin mencionar a Obama por su nombre se dedicó a destruir su legado caracterizando sus políticas como “fallidas”, “crueles”, “equivocadas”. Y las propias son “grandiosas”, “masivas”, “largamente esperadas”. También hubo fuerte dosis de manipulación emocional (efectiva, debo decir) con todas las historias personales que el orador presentó para darle sentimentalismo al discurso.
Nativismo. El desprecio se hizo presente cuando Trump enmarcó la migración como una lucha por la supervivencia entre el “pueblo” y delincuentes sin moral (el “no-pueblo”):
Por décadas, las fronteras abiertas han permitido que las drogas y las pandillas inunden nuestras comunidades más vulnerables. Han permitido a millones de trabajadores de bajos salarios competir por los empleos y los salarios de los estadounidenses más pobres. Más trágicamente, han causado la pérdida de muchas vidas inocentes.
Según la encuesta de CNN, 48% de los estadounidenses que vieron el discurso en vivo se sintieron “muy positivos” y 22% “algo positivos”, con un 28% que tuvo sentimientos negativos. El discurso gustó. ¿Significa esto que Trump cambiará su estilo discursivo? Difícilmente, porque el motor que impulsa a los líderes populistas es el conflicto. Tuvimos a “Teleprompter Trump” unas horas. Es muy posible que para cuando usted esté leyendo esto, “Twitter Trump” ya esté haciendo de las suyas.
Estamos realizando una breve encuesta para conocer más sobre nuestros lectores. Si eres uno de ellos y tienes cinco minutos, nos ayudarías mucho respondiéndola aquí.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.