El marxismo como religión: un recuerdo personal

Durante la Guerra Fría, el marxismo, con su creencia en el progreso ineludible de la humanidad, funcionaba como una religión al disipar el miedo a la guerra nuclear.
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Hace unos días, estaba escribiendo una parte de mi próximo libro (con el provisional y quizá no muy inteligente título de Globalización y desigualdad) que tiene que ver con la guerra. Es necesario incluir una sección sobre la guerra en un libro de economía actual porque todas las historias sobre convergencia económica, divergencia, la clase media global, r>g y demás pueden desaparecer completamente por la guerra, especialmente una guerra mundial.

Entonces recordé un pequeño episodio de mi vida, de hace mucho tiempo, cuando la amenaza de una guerra nuclear estaba muy presente. Como muchos de mis compañeros, me ha influido profundamente la Guerra Fría. Vivimos, hasta finales de los sesenta y principios de los setenta, constantemente bajo su sombra. Estaba en el colegio cuando se produzco la crisis de los misiles de Cuba y todavía recuerdo la sensación de terror que sobrevino a todo el mundo. Aunque era un país comunista, Yugoslavia, donde vivía entonces, no estaba alineado, así que no esperábamos que la primera tanda de misiles nos alcanzara. Tampoco quedaba muy claro quién podría atacar Yugoslavia. Pero el miedo al abismo era palpable.

En esa época, estudiábamos marxismo elemental, con su sucesión teleológica de formaciones socioeconómicas: comunismo primitivo, sociedad esclavista, feudalismo, capitalismo, socialismo y, entonces, el florecimiento del comunismo. Aprendimos que toda sociedad tenía que pasar estas fases y que la definitiva e inevitable fase final de todas las sociedades humanas era el comunismo. Por entonces, viviendo bajo la sombra del cataclismo nuclear, combiné lo que acababa de aprender sobre el avance ineludible de la humanidad con la amenaza de guerra. Si toda la humanidad debía alcanzar el comunismo, pensé, entonces no podemos sufrir un holocausto nuclear ahora ya que destruiría la humanidad antes de que llegue al comunismo. Así que decidí que el marxismo proporcionaba una refutación efectiva a cualquier posibilidad de una guerra nuclear. Mis miedos se disiparon. Porque, pensaba, si hay una guerra, el estudio científico de hacia dónde va la humanidad se demostrará incorrecto. Y, con esa idea reconfortante en la cabeza, me fui a la cama, convencido de que no era posible una guerra mundial.

Ahora, casi medio siglo después, mientras escribo sobre la guerra, me doy cuenta de cómo el marxismo en ese contexto cumplía con las funciones esenciales de una religión. A menudo se dice que el marxismo, con su sucesión de estados sociales y el efecto que tiene en la gente, es una religión secular. Pero en este caso era más que eso: permitía disipar el miedo a la muerte, como cualquier religión “seria”. Ahora cuando veo las nubes de una guerra nuclear aparecer de nuevo, ya no creo en los esquemas marxistas ni en el futuro ineludible de la humanidad, ni tampoco creo en la religión, y entonces no me queda nada que me haga olvidar el miedo a la guerra.

Traducción de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en el blog del autor: http://glineq.blogspot.com/

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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