Salomón Chertorivski fue Secretario de Salud de México de 2011 a 2012 y después Secretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México de 2012 al 2017. Compitió por la candidatura de Por México al Frente para gobernar la capital, pero perdió frente a Alejandra Barrales. Ahora, desde la sociedad civil ha criticado diversas acciones del gobierno actual, particularmente en materia de salud y ciencia. Las decisiones, dice, se están tomando sin evidencia ni conocimiento.
Como exsecretario de salud has sido crítico de las políticas de salud del gobierno actual. ¿Qué es lo que está mal?
Más que de las políticas en general, mi diálogo, mi advertencia respetuosa ha sido que todas las decisiones en materia de salud se deberían tomar basadas en buenos diagnósticos y en la información e investigación preexistente. La historia del sector salud y de nuestro sistema, por lo menos a lo largo de las cuatro décadas desde que el maestro Guillermo Soberón fue secretario del ramo, ha sido de construcción de política incremental, progresiva, y siempre basada en evidencia científica y basada en lo existente. Mi principal puntualización con respecto a las decisiones que se han tomado a partir del año pasado –sobre todo la de modificar la Ley General de Salud para dar por terminado el sistema de Protección Social en Salud– es que se han dado sin un diagnóstico claro, más basadas en prejuicios y en ocurrencias que en evidencias científicas.
Si hoy fueras secretario de salud, ¿cuál sería tu principal decisión?
No seré, ni siquiera me consultarán. Pero si tuviera que tomar algunas decisiones, tomaría dos de largo aliento y una de coyuntura. La primera decisión de largo aliento es que el sistema de salud de nuestro país tiene forzosamente que virar de un sistema curativo, como fue concebido –no solo en México sino en la mayor parte del mundo–, a un sistema preventivo. Las dos grandes transformaciones demográficas y epidemiológicas, es decir, el envejecimiento de la población mexicana y el tipo de enfermedades que nos aquejan, requieren forzosamente que enfaticemos la prevención.
Atender esa necesidad a la que nos obliga la transición epidemiológica y demográfica del país es la base fundamental para realmente tener una oportunidad de que nuestro sistema de salud esté bien en los siguientes años. No veo la continuidad y ni la construcción en ello.
Una segunda decisión de largo aliento es que, a fin de que esa prevención tenga que ser de calidad y eficiente, necesitamos encontrar el mecanismo para aprovechar la infraestructura instalada del Estado mexicano sin importar la derechohabiencia o condición laboral. La infraestructura del Estado tendría que ser aprovechada sin etiquetas, y para ello el país necesita desarrollar un modelo de referencia y contrarreferencia que vuelva eficiente el uso de lo que tenemos.
Esas son las dos decisiones estructurales. La coyuntural: si yo fuera secretario de salud, no dejaría ningún espacio de incertidumbre en lo inmediato, porque se están generando muchos. Lo que haría inmediatamente es decretar que las reglas del Seguro Popular siguieran vigentes en tanto no tenemos nuevas reglas del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) y claridad de cómo va a operar.
Uno de los sueños de la izquierda mexicana es un sistema de salud universal. Pero muchos de esos sistemas en el mundo son insostenibles porque fueron diseñados en otras épocas: hoy las enfermedades duran cada vez más y los costos de la salud aumentan. Y encima la gente tiene menos hijos que puedan sostener a la pirámide demográfica. ¿Es posible un sistema de salud universal en México? ¿Cómo?
La respuesta es sí, con un par de matices. Es necesario sacarnos de la cabeza el gran concepto de la gratuidad, un mal concepto porque nada es gratis: alguien tiene que pagar la salud. Lo ideal es que todos la paguemos para todos, y todos la pagamos de nuestros impuestos.
Lo gratuito, o lo que no tiene cobro, es al momento en que requieres la atención. Los sistemas y mecanismos de aseguramiento social buscan que, cuando llegue el momento de requerir atención, esta no se transfiera en un gasto catastrófico que genere un empobrecimiento de la familia. Pero pensar que eso es gratuito es un gran error, tenemos que estar conscientes que eso cuesta. Y en efecto, cada día la necesidad de inversión por parte de los Estados-nación va a ser mayor.
El segundo punto que necesitamos entender –si es que hemos definido que la salud o la protección de la salud son un derecho humano, pues hay sociedades como la norteamericana que no lo han definido así– es que la salud es una de las razones de la existencia del Estado para proteger a sus ciudadanos. Así que tenemos que entender que eso tiene un costo, y una vez que definamos que eso es lo que queremos para todos, lo tenemos que pagar entre todos. Un sistema universal en la actualidad sin una discusión seria de la hacienda pública es ilusorio.
De ahí la necesidad de una reforma fiscal que tantos sugieren…
Yo lo ampliaría. Una reforma a la hacienda pública, porque necesitas, por supuesto, una reforma de lo fiscal, pero también necesitas una reforma al gasto y al cómo del gasto. Si no nos atrevemos a hablar de impuestos, de cómo ejercemos con transparencia y con eficiencia el dinero que recaude el Estado, pensar en un sistema universal es simplemente irrisorio.
Eres un hombre de izquierda. Seguramente pudiste haberte sumado al obradorismo. ¿Por qué no lo hiciste?
Durante muchos años lo que intenté fue ser un buen servidor público. 20 años de mi vida me dediqué a trabajar en el servicio público, en las causas que creía correctas y con los proyectos con quienes fueron mis jefes, quienes me permitieron desarrollarlos y hacerlos de manera adecuada. A finales de 2017 intenté pasar de ser un servidor público profesional a incursionar en la política, y busqué ser candidato en la Ciudad de México para gobernarla. Sabía lo que se tenía que hacer, sabía cómo hacerlo, pero no me dejaron. Pero salí a pedir el voto por el Frente, y tendría que decir que el proyecto que presentó en el 2018 el Frente era el más socialdemócrata de los que se presentaron, es donde me sentí cómodo y donde estuve.
¿Pero ahora te consideras un opositor?
Ahora presido un consejo consultivo ciudadano que se llama Pensando en México, motivado e impulsado por Movimiento Ciudadano. Más que una oposición, me considero en la responsabilidad y la necesidad de generar debate, diálogo público que ayude a abrir los espacios que intencionalmente este gobierno ha tratado de cerrar. Los espacios de las organizaciones de la sociedad civil, los espacios del conocimiento y la ciencia. Creo en los expertos, en los especialistas y en la correcta administración de la política pública basada en la evidencia, y creo que hay que recuperarla para escucharla. Y creo en la pluralidad. Creo que se pueden tener y se deben de escuchar las diferencias de opinión, y a partir de ello se debe construir. Me duele profundamente que esta administración haya cerrado conscientemente, deliberadamente, estos tres espacios: el de la sociedad civil, el del conocimiento y el de la pluralidad del que opina diferente. En ese sentido, estoy comprometido con abrir esos espacios a la discusión pública.
¿Cómo construir una oposición desde la izquierda –desde tu izquierda? ¿Estarías dispuesto, por ejemplo, a unirte a facciones conservadoras para crear un frente amplio?
No podemos dejar de abrir espacios para la discusión pública responsable, seria, alejada de calificativos y de adjetivos. Tenemos que insistir y pelear en el espacio en donde se pueda dar el diálogo y la construcción de acuerdos, sin claudicar en las ideas propias, pero escuchando las ajenas. Creo que se nos ha implantado cada mañana una división a veces artificial entre el ustedes y el nosotros, y creo que hay que hacer un esfuerzo profundísimo por encontrar los cauces y los comunes denominadores. Ahí está la batalla, en no dejarnos llevar por un espacio maniqueo de dos polos, y tratar de regresar todo al centro de las discusiones. Me cuesta mucho trabajo porque yo creo que no es oponer por oponer, es decir “así sí” o contrastar, “así no”, pero con seriedad, responsabilidad y evidencia.
Hay quien dice que la oposición necesita calle y el gobierno, técnica. Tú te has movido en ambos mundos, ¿cómo conciliarlos?
Hay quien ha dicho que se quiere un gobierno con servidores públicos 90% honestos y 10% capaces. Yo quiero servidores públicos 100% honestos y capaces. No creo que haya una dicotomía entre las capacidades, la especialización, la técnica y la honestidad. Para mí ese es el punto de partida. Segundo, por supuesto creo –y lo he vivido y lo he tratado de hacer a lo largo de los años en que fui funcionario– que el servicio público no puede ser solo de escritorio. El funcionario necesita conocer, sentir, respirar, y creo que el equilibrio entre el diagnóstico, la evaluación, el estudio robusto y serio, por un lado, y el diálogo, la escucha permanente y el conocimiento de la realidad in situ, por el otro, es el que necesita cualquiera que crea que puede servir, sobre todo en un espacio de dirección. Por supuesto que un secretario de salud necesita mucho tiempo escuchando a los especialistas, leyendo los últimos trabajos y viendo los números, pero también necesita tiempo recorriendo las comunidades, los hospitales, las clínicas. Si falla cualquiera de las dos partes, quedas cojo. No es nada más un tema de voluntarismo, de ganas, de deseos. También es un tema de saber cómo se hace.
¿Qué planes tienes para este sexenio?
Amo a este país, amo a esta ciudad y yo quiero que mis hijas encuentren en este país, y en esta ciudad en particular, las posibilidades de desarrollarse con libertad, con felicidad. Quiero poner mi granito de arena para ello. Estoy convencido de que no podemos abandonar el diálogo político, el debate, la propuesta, el contraste de ideas, y hay que abrir con toda intensidad los espacios que deliberadamente han sido cerrados u opacados. Me parece fundamental reconocer lo mucho que tienen que aportar las organizaciones de la sociedad civil y los especialistas. En este país conviven un montón de ideas diferentes, hay que escucharlas. Hay también una responsabilidad de actuar en la política electoral, creo que eso vendrá con el tiempo.
Es periodista, articulista y editor digital