El primer debate entre candidatos a la presidencia en México se llevó a cabo el 12 de mayo de 1994, y en él participaron Diego Fernández de Cevallos, del Partido Acción Nacional (PAN); Ernesto Zedillo, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y Cuauhtémoc Cárdenas, del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Casi veinticuatro años después, el próximo domingo, veremos a la quinta tanda de presidenciables subirse al estrado para debatir.
Nuestra historia con los debates presidenciales no solo es breve, sino profundamente aburrida. Los momentos memorables de estos han sido básicamente salidas de tono (¿quién no recuerda el “Me ha dicho chaparro, me ha llamado mariquita, me ha dicho la vestida” de Labastida o el “Hoy, hoy, hoy” de Fox en los debates del año 2000?), planos y movimientos de cámara inculpadores (las tomas a las silla vacía de AMLO en uno de los debates de 2006) o escotes pronunciados (Julia Orayen en 2012). ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, en México no hemos fomentado la práctica del debate; porque las escuelas de educación básica y preparatoria siguen privilegiando la oratoria por encima de los clubes de debate que los entrenan a “pensar en vivo”; porque en muchas universidades no solo no puedes ni debes debatir con tus maestros sino que te niegan el examen profesional porque no les gusta la manera en la que vas vestido; porque los políticos prefieren aleccionar en lugar de escuchar y responder en consecuencia, y porque “debatir” para ellos no es un ejercicio democrático sino entrar a una zona de riesgos que abre la posibilidad de mostrar sus vulnerabilidades.
El INE ha anunciado que los tres debates que veremos a lo largo de los siguientes dos meses serán un hito porque tendrán formatos dinámicos e interactivos, en donde los moderadores jugarán un papel fundamental y tendrán la encomienda de sacar a los candidatos de sus monólogos y zonas de confort. Pero aun no terminaba de regodearse el INE en estos “innovadores formatos” cuando Jaime Rodríguez, El Bronco, les pedía contemplar sanciones para los moderadores que hagan preguntas “fuera de lugar”, y ayer la Comisión Temporal de Debates del INE aprobó, por unanimidad, los lineamientos para los moderadores de los tres debates presidenciales.
Entre otras cosas, estos criterios piden a los moderadores “evitar un papel protagónico, limitarse a un tiempo específico para formular sus preguntas, que tengan la capacidad de ejercer su trabajo profesional en función del formato aprobado por el Consejo General, además de que se conduzcan con objetividad, imparcialidad y respeto”. Definen también que “durante el primer minuto de exposición de cada intervención de la y los candidatos, no podrán interrumpir, a menos que el contendiente en uso de la voz se aparte ostensiblemente de la temática del debate o de la pregunta realizada de forma expresa. En ese caso, pedirá directamente a la candidata o al candidato que se apegue a la pregunta formulada”. No quiero ser pesimista, pero parece que el debate “histórico” en realidad solo será un “debate” con un corsé más suave.
Sin embargo, en la víspera de este primer debate presidencial noto un cambio en la sociedad civil organizada. No la veo tan interesada en ver a los candidatos debatir como en exigirles que respondan a sus inquietudes. ¡Esto es un cambio bien importante! No quieren (no queremos) escuchar largas peroratas, queremos respuestas concretas a preguntas concretas.
Para el debate del domingo, diversas organizaciones han lanzado una campaña para que el INE, los moderadores o los candidatos mismos, motu proprio, respondan estas cinco preguntas:
- ¿Está a favor de una reforma al artículo 102 constitucional para crear una fiscalía que sirva, autónoma, eficaz e independiente del poder político con base en la propuesta ciudadana?
- ¿Estaría dispuesto a solicitar cooperación de la ONU para combatir la impunidad y la corrupción como ha ocurrido en otros países?
- ¿Cuál es su propuesta en materia de desarrollo policial federal y a nivel nacional? ¿Qué haría para garantizar que la seguridad pública sea una tarea bajo la responsabilidad de los civiles? ¿Usted impulsaría y/o respaldaría la abrogación de la Ley de Seguridad Interior? ¿Cuál será su política frente al crimen organizado?
- ¿Qué haría para garantizar a las víctimas del delito y el abuso del poder el derecho a la verdad y medidas de reparación?
- ¿Cómo terminaría con la corrupción en las contrataciones con las empresas del Estado?
La iniciativa es estupenda: si los “debates”, por lo menos en lo que aprendemos a debatir en serio, empiezan a convertirse en el espacio que permita a los ciudadanos preguntar y obtener respuestas, habrán entonces logrado su objetivo: proporcionar elementos a los ciudadanos para que puedan emitir un voto informado y razonado.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.