No, no solo en que son símbolos de impunidad y corrupción. Se parecen en que, los tres, son ejemplos de la ausencia de una estrategia de comunicación clara del gobierno al momento de tomar decisiones de gran relevancia en temas de justicia.
Cuando llevaron a Elba Esther Gordillo tras las rejas, no hubo una narrativa de qué era lo que seguía para el gobierno. Se trató de un golpe judicial y político muy relevante, dado que el rostro de la poderosa “Maestra” se había convertido en símbolo de todo lo que está mal con el sistema de educación pública en México: corrupción, arbitrariedad, abuso. Pero el gobierno se quedó sin libreto muy rápido y el entonces secretario de Educación, Emilio Chuayfett, no se convirtió en el portavoz eficaz de la reforma educativa que hacía falta para inyectar ánimo a la sociedad y sumar apoyo al proyecto. A medida que pasaron los meses, el gobierno abandonó la reforma educativa en términos de comunicación, llegando incluso a tomar medidas que parecían contrarias a ella, como la suspensión de la evaluación docente antes de las elecciones intermedias del 7 de junio de este año. Hoy, la comunicación de la SEP tiene un nuevo adalid en la figura de Aurelio Nuño, pero el objetivo no parece ser lograr apoyo ciudadano a la reforma más positiva e importante de este sexenio, sino darle exposición política al titular de esta secretaría.
Luego de Elba Esther, vino la captura de “El Chapo” Guzmán. Los mexicanos nos enteramos de ella por filtraciones de la DEA a medios estadounidenses que la dieron a conocer por Twitter. Una vez desatados los rumores, un cansado procurador Murillo Karam salió a los medios a medio día de un sábado con cara de sorpresa a decir que este golpe al crimen organizado “había sido producto de un arduo y largo trabajo de inteligencia”. Pero sin una narrativa clara de la estrategia contra el crimen organizado que fuera más allá de repetir las palabras “coordinación” e “inteligencia”, la sociedad no comprendió qué era lo que seguía a la captura de este criminal. No se supo si se iban a incautar sus bienes, no se comunicaron las medidas, si las hubo, para desmantelar sus redes financieras, no se habló de una ofensiva final para terminar con el Cártel de Sinaloa, ni mucho menos se habló de su extradición. Volvimos a saber de “El Chapo” el día que se fugó. No sorprende que muchos teóricos de la conspiración hayan dicho que ni siquiera pisó la cárcel.
Finalmente, la semana pasada nos enteramos de que la Fiscalía de Delitos Electorales, que depende de la Procuraduría General de la República, que a su vez depende del Presidente, giró una orden de aprehensión contra el Subsecretario de Prevención del Delito de la Secretaria de Gobernación… por considerarlo culpable de varios delitos. Esta patética situación, que debería bastar para que expulsen de una buena vez a México de la OECD y nos manden a alguna liga de países, digamos, más tropicales, tampoco ha ameritado que el gobierno salga a dar una explicación razonable a quienes se debe: a nosotros los ciudadanos. Lo que hoy sabemos en realidad es muy poco, si no es que nada. El vacío informativo genera más preguntas que respuestas:
Si en Los Pinos o en Gobernación ya sabían quién era Escobar ¿por qué lo nombraron? Y si no sabían quién era, ¿por qué lo nombraron?
Si el gobierno cree genuinamente que Escobar es inocente ¿por qué no lo dice su jefe directo, el Secretario de Gobernación, en vez de mandar al presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, a hablar de la presunción de inocencia? Escobar, recordemos, ni siquiera es militante del PRI, aunque su partido, el Verde Ecologista, forma parte de la alianza gobernante.
Y por cierto, ¿no calcularon el golpe al partido en el gobierno al tomar la decisión? ¿Por qué anunciarla así, con filtraciones? En cualquier país democrático, la caída de un funcionario de este nivel hubiera ameritado la comparecencia en medios del Fiscal de la nación con una explicación clara de la evidencia y el compromiso del gobierno con la justicia.
Ahora, si en el gobierno creen, como todos, que Escobar es culpable ¿por qué no se deslindan públicamente de las prácticas ilegales del PVEM, en vez de mandar al líder de los diputados del PRI, César Camacho, a decir que la alianza de su partido con el Verde “está sólida”?
Una vez más, el gobierno se muestra sin la capacidad o la voluntad de comunicar a la sociedad, con coherencia y claridad, qué es lo que está pasando adentro de sus propias paredes. Lo peor es que los casos de Elba, El Chapo y Escobar son decisiones que, bien comunicadas, hubieran podido ayudar en algo a elevar los menguantes índices de popularidad de la administración del presidente Peña Nieto.
La verdad es que México se parece cada vez más al famoso “Reino del Revés” de la canción de María Elena Walsh que popularizó el entrañable Chabelo, hoy tan de moda por su despedida de la televisión. En una estrofa dice: “Me dijeron que en el reino del revés, nadie baila con los pies. Que un ladrón es vigilante y otro es juez, y que dos y dos son tres”.
Parece que Chabelo sí sabía comunicar la realidad del país, caray.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.