Cada cosa que ocurra en México, de ahora hasta el 2 de junio, será absorbida por el torbellino político. Cada hecho, reinterpretado, será de inmediato arrojado como insulto a los oponentes.
Una camioneta fue secuestrada el miércoles 6 de marzo. Jóvenes encapuchados que se identificaron como estudiantes de Ayotzinapa la fueron a estrellar contra una de las puertas de Palacio Nacional, justo cuando el presidente sostenía su tradicional conferencia matutina.
Pocos minutos después los bandos comenzaron a tomar partido. Para unos, se trata de jóvenes indignados contra el presidente por su falta de resultados relacionados con la desaparición de 43 estudiantes en Iguala en 2014. Para otros, se trata de jóvenes pagados por “el prian” tratando de desprestigiar al presidente. Algunos incluso sostuvieron en las redes que se trataba de un acto del mismo gobierno para justificar el blindaje de Palacio Nacional ante la inminente marcha de las mujeres el 8 de marzo.
Nos encontramos en medio de una “guerra de narrativas”. Estos discursos en pugna no surgen espontáneamente. Son elaborados por equipos encargados de fabricar discursos, verdaderos o falsos, para ser utilizados en la batalla electoral. Esos discursos son sembrados en las redes e inmediatamente multiplicados (viralizados se dice ahora) por equipos “orgánicos” (humanos) y por bots (programas robóticos creados para reproducir esos mensajes en las redes sociales). En poco tiempo no solamente circulan los mensajes sino también videos, memes y comentarios de “influencers”, algunos pedestres y otros muy sofisticados. Se trata de una gran industria de la mentira en la cual particulares y partidos invierten decenas de millones de pesos todos los días. Esta avalancha, además, es casi imposible contabilizar en redes para la oficina del INE encargada de dar seguimiento a los gastos de los candidatos en campaña. Se mueve una extraordinaria cantidad de “dinero negro” en esta batalla de narrativas.
Los ciudadanos no solamente tenemos que soportar una extraordinaria cantidad de spots políticos en la radio y la televisión, sino que las redes están saturadas de este tipo de mensajes.
¿Y la verdad, alguien se acuerda de la verdad? La mentira es, al parecer, consustancial a la política. Que un político mienta, desde la antigua Grecia hasta nuestros días, es visto como algo normal. Los políticos en campaña invariablemente prometen cosas que no van a cumplir. López Obrador se comprometió a regresar a los militares a sus cuarteles y en vez de eso militarizó al país. Si la impunidad criminal alcanza en México niveles escandalosos del 96%, la impunidad declarativa es total. Ocho veces el presidente ha prometido –y fijado fechas específicas– que México tendrá un sistema de salud no igual sino superior al de Dinamarca. Se trata por supuesto de una mentira que nadie cree, pero que es redituable políticamente porque permite a sus numerosos seguidores mantener la esperanza de que ese sueño tantas veces pospuesto sea realidad algún día.
Esto es lo que hay: mentiras por todas partes que sirven para arrojarlas como un perro muerto al rostro del rival. Es cada vez más complejo discernir si un hecho es verdadero o falso, más ahora cuando se emplean los recursos de la inteligencia artificial para crear audios y hasta videos falsos. De nada sirve decir: no creamos lo que circula en las redes, confiemos en los periódicos, que verifican sus datos, que tienen editores que evalúan la veracidad de lo que se publica. Esto también es falso. Hace un par de meses leí en varios periódicos serios que había en la Ciudad de México 16 hospitales públicos saturados al 100% de pacientes de covid. Por supuesto me alarmé. Obligué a mi familia a salir con cubrebocas, nos vacunamos de inmediato y tomamos medidas para recluirnos nuevamente como ocurrió en los años oscuros de 2020 y 2021. Se trataba, ahora lo sé, de una nota falsa, creada para provocar enojo contra el actual gobierno. Leo ahora notas que afirman que es inminente que se produzca una terrible escasez de agua y otras que afirman lo contrario. ¿A quién creerle? ¿A los reportes anti gobiernistas o a los gobiernistas? Ambos parapetados detrás de sus expertos. De nuevo, ¿y la verdad? ¿Dónde quedó la verdad?
Llamamos a estos tiempos de “posverdad”. El reino del fake news. Nadamos en el mar de la infodemia, verdadera y falsa. Las campañas agudizan este proceso. Todo depende del cristal político con que se mire. No ayuda nada en este ambiente de falsedades cruzadas tener al presidente más mentiroso del que se tenga memoria. 110 mil mentiras le ha contabilizado la agencia Spin a López Obrador. Y claro, si el presidente miente. también mienten con alegría sus subordinados. La prensa miente. Los medios electrónicos mienten. Las redes sociales hierven de mentiras.
Pasando el periodo electoral ¿recobrarán las aguas su nivel, volveremos a apreciar las noticias verdaderas, o permaneceremos siempre con las máscaras sobre nuestros rostros? ¿Llegará algún reformador social que nos haga aquilatar el peso de la verdad? ¿La sociedad por si sola se reformará? ¿Viviremos por siempre sumergidos en la mentira? Por lo pronto, este es nuestro horizonte inmediato. ~