El mal que aqueja a la democracia moderna se llama demagogia, entendida como una forma de argumentación de los asuntos públicos en la que el centro de la discusión es encontrar “culpables” de los problemas, así como el castigo que se merecen, en vez de deliberar sobre diagnósticos y soluciones a esos problemas.
La demagogia en política tiene un lado de la oferta, personificado por los “hombres fuertes” del nacional-populismo de nuestros días, que recibe mucha atención mediática y académica. Pero siempre se nos olvida el lado de la demanda: amplios sectores de la sociedad que quieren explicaciones fáciles y salidas rápidas a problemas muy complejos. Personas abrumadas por circunstancias personales, que ven cómo el trabajo, la escuela, la religiosidad e incluso la familia ya no aportan certezas para navegar la vida y tratan de encontrarlas en la política. Gente que quiere cambiar las cosas, pero que no sabe por dónde empezar, más allá de expresar su disgusto con los políticos de siempre y votar por alguien que entienda a “la gente común”; alguien que, ahora sí, “ponga en su lugar a esos malditos [inserte aquí a quien tiene la culpa de todo].”
Un demagogo solo puede triunfar en una sociedad que entiende y discute sus asuntos de manera demagógica. Y México lleva muchos años discutiendo así sus problemas más apremiantes. En ese caldo de cultivo, los discursos de los partidos y los políticos tradicionales han perdido fuerza y audiencia. Nadie quiere escuchar complicados diagnósticos ni aburridas propuestas avaladas por expertos que hablan de modo incomprensible y que, al final, “no resuelven nada”. El votante de la era demagógica exige sencillez, inmediatez, transparencia y autenticidad. Eso es lo que ofrecen a manos llenas AMLO y su movimiento, Morena. Y eso es también lo que está ofreciendo el Frente Nacional Anti AMLO, el Frena.
Frena, como AMLO, comunica con sencillez y plantea soluciones simples a problemas complejos. Frena, como AMLO, ignora a las instituciones y plantea salidas inmediatas. Como el presidente, el líder de ese frente no es un político tradicional: es auténtico, se muestra tal cual es, con su enojo, sus excesos, su lenguaje directo, sus argumentos poco sofisticados y sus defectos de clase. Frena, como AMLO, piensa en absolutos y desprecia la deliberación y el análisis, pues estos son señal de tibieza y falta de convicción. Frena, como AMLO, atiza prejuicios y rencores de clase y usa símbolos religiosos y místicos para sumar adeptos.
En fin, podría seguir describiendo cómo AMLO/Morena y Frena son la misma categoría de producto, pero dirigido a mercados distintos. Y, de hecho, si dejara aquí al lector me podría ir muy contento por haber criticado a ambos bandos. Es más, para cerrar este artículo haciendo gala de virtud, podría incluso advertir sobre los peligros de que triunfe el “populismo de derecha”, como si en Palacio Nacional estuviera despachando Macron o Trudeau. Pero entonces, estaría cometiendo exactamente el mismo error que permitió el ascenso de AMLO: despreciar a un movimiento social real, minimizar sus agravios y negarle relevancia por su retórica y liderazgo rupestre.
El Frena no está tan solo como sus desangelados campamentos en el Zócalo nos hacen creer. No todos leen las imágenes de la misma manera, y donde unos ven a un puñado de radicales sin rumbo, otros ven a sus pares tomar valientemente el espacio público, y ese ejemplo los vuelve cada día más receptivos a su mensaje. Sería un error cerrar los ojos al hecho de que la indignación contra el presidente es auténtica y compartida por muchos ciudadanos, sin importar si son ricos o no. El resentimiento de muchas franjas que perciben que se les está arrebatando la posibilidad de un mejor futuro es tan real como el resentimiento de los lopezobradoristas contra “los de arriba”. Frena es otro descontento en busca de descontentos, y el presidente y los suyos van dejando tantos heridos y humillados en el camino, que solo es cuestión de tiempo para que alguien con más luces y carisma que sus líderes actuales articule un hilo narrativo que los unifique. De hecho, y ante la falta de una oposición firme, hay quienes se preguntan si habría alguna forma de domesticar al Frena, tal como fue haciendo AMLO con su movimiento de 2015 a 2018.
¿Qué le puede ayudar a Frena a seguir creciendo? El desprecio de las élites que generan y consumen opinión. Que los sigan llamando “clasistas” por protestar en auto o “racistas” por criticar al presidente. Que se sigan burlando de sus demandas y temores. Que sigan diciendo que, por su clase social, su ropa, su forma de hablar y su identidad no tienen derecho a opinar de política, ni a participar en ella de manera abierta. Necesita, en suma, la misma mezcla de intolerancia y condescendencia que tuvieron las élites periodísticas y de opinión con los seguidores de AMLO cuando él iba gritando de pueblo en pueblo que era el “presidente legítimo de México”.
A estas alturas, si no hemos aprendido nada de la revuelta populista que vive México y el mundo, si no nos hemos dado cuenta de cuánta gente quiere que la política se convierta en una salida a su furia, lo unico seguro es que en el futuro habrá muchos artículos y tuits de las élites que generan y leen opinión lamentando que nuestras dos opciones en las urnas sean Frena y Morena.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.